Reconozco
que últimamente no he sido constante al actualizar este blog. Y es que además
de tener poco tiempo, otras ocupaciones e incluso preocupaciones que no viene
al caso detallar públicamente, ahora me restrinjo más para escribir porque
resultaría monotemático seguir abordando los mismos temas de hace años atrás,
cuando me embarqué en esta aventura sin saber dónde me llevaría. Ahora son
otros mis intereses y debo confesar que tampoco puedo decir mucha más novedad
en relación a los asuntos previamente tratados, pues tengo un punto de vista
sobre todo pero la mayoría de las veces no concuerdo con nadie que se atreva a
decir «Sí, yo pienso lo mismo». Para ser
sincero, recientemente es más la gente que discrepa conmigo, ya sea por
genuinos puntos de vista contrarios o como ya es costumbre en mi caso, porque
simplemente produzco cansancio.
Hace
poco un amigo católico a quien sólo llamaré Sr. F. A. me confidenció su
homosexualidad bastante tímido y yo, que dejé la timidez hace quince kilómetros
o quince años, no pude darle todos los consejos que me hubiese gustado
compartirle. Ambos somos creyentes conociendo perfectamente la historia de
Sodoma y Gomorra que en realidad, formaban parte de cinco ciudades o la
Pentápolis (a saber Sodoma, Gomorra, Adama, Zeboím y Segor) situada al sur de
Canaán que en la actualidad abarca Israel, la Franja de Gaza y Cisjordania,
junto con la zona occidental de Jordania y algunos puntos de Siria y Líbano.
Éste es el motivo de que mi amigo se sienta apenado con la supuesta idea de que
Dios lo odie por ser homosexual.
No
lo culpo por pensar así, pues muchas personas que también se definen como
creyentes, especialmente tradicionalistas y conservadores, cometen el gravísimo
error de apuntar con el dedo a alguien, condenándolo al Yahannam o Infierno
sólo por llevar otro estilo de vida distinto al suyo. Como musulmán que soy, debo
hacer ver lo que es ilícito según el Din y le he dicho que tanto en la Biblia
como en el Noble Corán el pasaje que narra esta historia relacionada a Lut (a.
s.) o Lot para los cristianos, muestra con claridad la postura de Allâh (swt)
en dicho asunto. Sin embargo, también es cierto que sólo Él decidirá quiénes se
salvan o condenan, no correspondiéndonos a nosotros juzgar y además, hasta
donde entiendo el único pecado que Él no perdonaría es la idolatría, misma que
profesan muchos conservadores rezándoles a supuestos asociados que según sus
dogmas, Dios tendría. ¡Bah! Por último pero no menos importante, muchos olvidan
que Allâh (swt) es Al-Ghaffâr (el Indulgente, el Perdonador por excelencia),
Al-Khabîr (el Sagaz, el Bien informado. Aquél que conoce los secretos más
íntimos de las creaturas) y también Al-Jasîb (el Calculador, Aquél a quien se
debe rendir cuenta).
Muchos
dicen que la homosexualidad va en contra de la creación de Allâh (swt),
basándose en la historia de Lut (a. s.) y tomando en cuenta algunos detalles.
Para empezar, Sodoma no era una ciudad en la cual simplemente existieran
algunos homosexuales, pues las fuentes especifican que sólo Lut (a. s.) era
heterosexual y hasta su esposa disfrutaba observando intimidad entre hombres.
Así mismo, se detalla que cuando Allâh (swt) envió a sus ángeles para destruir
las urbes, debió enceguecer incluso a los niños porque hasta ellos perseguían
desesperados a los misioneros celestiales para intentar ultrajarles. El Noble
Corán describe que la degeneración llegaba al grado de asaltar a hombres en los
caminos, quitándoles sus bienes y forzándolos. Inclusive se narra que nunca
antes en toda la historia humana pudo verse tal nivel de depravación. Estoy
especulando al decir esto, pero seguramente hasta para un homosexual de estos
tiempos tan deshumanizados, eso resultaría al menos chocante mientras que para
alguien virtuoso debió ser el Infierno en la Tierra. El mismo Lut (a. s.) vivía
en un constante asedio y los sodomitas intentaron invadir su casa cuando
recibió a los ángeles, hermosos como ningún hombre que hubiesen visto antes.
Ésta es la razón de que en las religiones se penalice la homosexualidad, a
pesar de que no se hayan destruido otras ciudades como Roma, donde también sus
pobladores estaban demasiado perdidos.
Si
bien las tres principales religiones reiteran la misma perspectiva porque Allâh
(swt) no prohibiría a una comunidad lo que le permitiera a otra, es necesario
entender que la Biblia y el Noble Corán no autorizan al creyente para
discriminar de ninguna forma. Poniéndolo de manera entendible, el Islam prohíbe
también el consumo de alcohol, pero poniéndome como ejemplo para no ofender a
nadie, el Noble Corán no dice en ninguna parte que yo pueda discriminar,
humillar o maltratar a un borracho si lo veo por la calle o en algún otro
sitio; sólo dice que el alcoholismo está prohibido. Según lo veo, ser musulmán
no me da derecho a imponer mi estilo de vida o mis creencias a quienes me
rodean y tengan otros credos, porque espero que los demás sean tolerantes
conmigo pero lograrlo requiere que no sea invasivo y respete los espacios.
Antes
había experimentado la discriminación por ser minusválido y a quien me conoce,
le consta que no he podido conseguir ningún trabajo estable en algún medio de
comunicación masiva pese a tener talento como escritor y comunicador social,
porque ninguna empresa se tomaría la molestia de adaptar siquiera la
infraestructura arquitectónica de sus oficinas para permitirme el acceso en
silla de ruedas. Después vi cómo algunos amigos con quienes trabajé por corto
tiempo sufrían la homofobia, porque son homosexuales y debían soportar ser
humillados públicamente sin dar demostraciones sexuales de su orientación.
Otras veces vi cómo la gente se burlaba o los estigmatizaba tachándolos de
promiscuos, afeminados, degenerados sin siquiera conocerlos.
No
quiero tapar el sol con un dedo pretendiendo que la promiscuidad no es asunto
vivido por homosexuales. Pero con el mismo realismo debemos asumir que este
fenómeno también se da entre heterosexuales que cometen adulterio, fornican,
contratan servicios sexuales de profesionales y después, con la mayor
hipocresía, apuntan con el dedo a los gays.
Quiero
aclarar algo escribiéndolo aquí con negrita y destacándolo con color para que
no quepa duda alguna de mi perspectiva: en
ningún momento he dicho que debamos declarar lícito lo reprobable ni quiero ser
tomado por apóstata. Simplemente digo que nuestro planeta es uno solo y nos
guste o no, debemos aprender a convivir con gente cuyo modo de vida no siempre
nos satisface. No podemos exigir ser respetados si en cualquier asunto somos
incapaces de tolerar la presencia de otros al punto de querer desaparecerlos.
Ahora
he incorporado a mi glosario el concepto de islamofobia y no es que me esté
refiriendo exclusivamente a mis hermanos musulmanes sino que por ser yo mismo
musulmán, es ésta la realidad que actualmente más conozco. El Sr. F. A. conoció
hace poco a un hermano de fe mío, que paradójicamente también se llama Yahya,
es homosexual pero vive en un país mayoritariamente islámico. Ambos viven la
difícil existencia de quien intenta compatibilizar su orientación sexual y su
credo sin que lo primero anule lo segundo. ¿Se entiende? Sr. F. A. por su
parte, debe lidiar con gente que le recrimina constantemente ser algo que él no
escogió y al mismo tiempo, le exige ser heterosexual para merecer el amor de
Dios. Mi tocayo en tanto, lucha diariamente no sólo con la discriminación
religiosa sino además, social por vivir en un país donde esto resulta
especialmente reprochable e incluso peligroso. No nos engañemos, pues hasta en
Chile, donde la mayoría es «católica a su manera», todavía hay quienes se creen
con derecho a atacar psicológica, verbal o físicamente a alguien diferente por
la razón que sea.
Por
eso y no otra razón es que tanto me molesta ver en Internet algunas
publicaciones afirmando que todos los minusválidos somos objeto de caridad
temporal, que todos los homosexuales son poseídos por una locura que les hace
presa de sus pasiones más bajas, que todas las mujeres rubias son estúpidas o
que ningún ex presidiario puede reformarse. Me molesta profundamente vivir en
una sociedad donde el valor lo dan las etiquetas y no se nos considera seres
humanos por encima del estereotipo. He vivido en carne propia la
discriminación, el rechazo, la burla y sé que sólo por sentido común no puedo
mirar a nadie como si valiera menos que yo.
Sé
que no es correcto refugiarse en una religión, cualquiera sea, para dar rienda
suelta a nuestros prejuicios contra quienes nos parezcan pecadores, aunque lo
sean. Isa (a. s.) conocido por los cristianos como Jesús, dijo sabiamente «El
que esté libre de pecado, que lance la primera piedra» y hasta ahora se ha transformado
en la frase cliché de quienes quieren hacer todo lo incorrecto sin recibir
reproche alguno, pero deberíamos meditar en su verdadero significado.
Cuando
era cristiano, nunca pretendí vestir una sotana para decirles a otros
feligreses quién se salvaba mientras tuviera mis instintos bajo la ropa. Ahora
que desperté al Islam, sé que no me corresponde amenazar con el Yahannam a mis
hermanos si se equivocan. Como musulmán estoy consciente de mis propias
limitaciones y no quiero mirar a los demás como si estuviesen por debajo de mis
zapatos y tuviese el derecho de corregirles incansablemente en todo. No quiero
ser considerado un santo porque no lo soy ni lo seré. Soy sólo un hombre, que está
en la Tierra, entre el Cielo y el Infierno, como todos.
Debemos
tener siempre presente que sólo Allâh (swt) perdona, salva, condena o castiga,
porque nadie más puede ver los corazones, comprender y conocer hasta el más
oculto secreto que ni siquiera nosotros queremos reconocer, porque nos
avergüenza hasta pensar en ello.
No
sé si mis lectores son creyentes, ateos, agnósticos o simplemente leen esto
para entretenerse un rato. Lo que sí sé es que el Sr. F. A. y Yahya deberán encontrar
un equilibrio propio y muy personal en sus respectivas almas, para no enloquecer
con la tormentosa idea de que Dios no los ama. Mis últimas palabras en este artículo
son para decirles que no puedo dirigir sus vidas, pues cada persona debe hacerse
responsable de sus propias acciones. No escribí
estas líneas para aconsejarles que se dejen llevar por sus propios deseos ni para
obligarlos a llevar una vida en estricto celibato… Allâh (swt) nos revela lo que
necesitamos saber sobre lo lícito e ilícito, ni más ni menos. Escribí esto pretendiendo
recordarles en lo posible, que nuestro dedo índice no debe ser acusador.
1 comentario:
Es difícil muchas veces conciliar lo que uno siente con su fe. No es la idea tampoco dejar la fe de lado para lo que muchas veces se mal entiende como "seguir al corazón". Ahora último la fe ha quedado en un lugar tan secundario que bien podría entenderse como una característica decorativa de nuestra personalidad, en vez de ser un elemento importante que determine nuestro actuar y nos enseñe a Dios, que como bien dice es el perdonador perfecto. A mi se me ha enseñado que "Dios es amor" y si bien es como un padre justo que aprueba y reprueba a sus hijos, no los deja desamparados ni los dejará. De recibir en sus compasivos brazos cuando lleguen a él arrepentidos y sufrientes. Asumir determinada realidad no necesariamente implica, en la naturaleza de esta realidad, que uno deba renegar de su fe, no se es progresista ni abierto de me te por ello.
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