domingo, 30 de octubre de 2016

Sigo trabajando

Lo dicho… He trabajado mucho en mi nueva novela, aunque para mi gusto, es poco llevar más de doscientas diez páginas. Escribo de lunes a viernes y a veces los fines de semana; como no me interesa festejar Halloween, mañana también pienso avanzar, inşAllah.
Me tomé unos minutos para dedicarle al blog porque llevo más de dos meses sin escribir una página en mi diario íntimo, pero dándole duro a una novela de la cual aún no sé el título. He preguntado en redes sociales, pero francamente ninguna sugerencia me convence del todo y pretendo trabajar hasta el treinta y uno de diciembre, si Allâh (cc) lo permite, sin importar a qué página llegue… Luego dicen que la labor de un escritor es simple.
Hay personajes que maduran rápidamente porque al estar basados en gente real, es fácil narrar sobre ellos. Otros en cambio, dan guerra y cuesta desarrollarlos, pero les considero un reto intelectual que incluso puede dar más significado al resultado final. La verdad es que en mis novelas anteriormente publicadas, Alma Negra y Síndrome de Estambul, me dediqué a escribir disfrutando del proceso y sin considerar el análisis que los lectores podrían hacer. Elhamdülillah fue favorable. Sin embargo, ahora estoy poniendo especial cuidado en entregar conscientemente varios mensajes, ignorando si podré hacerlo realmente.
Tengo el propósito de abordar varios temas para hacer que el lector reflexione. Además, hay mensajes escondidos para gente que he conocido a través de estos últimos años. Quise jugar con las identidades de aquellas personas que fueron amistades antes de mi viaje a Turquía, para ver si se reconocen en caso de llegar a leerme. Se me ocurrió exponer conflictos, peleas, intrigas y decir todo aquello que en su momento callé. Me he esforzado en acentuar los afectos, para retener aquellas amistades que todavía tengo y tal vez, recuperar alguna que haya perdido por una razón estúpida.
La ventaja del escritor es poder hablar de sus sentimientos descarnadamente, sin miedos ni censuras, pues son los personajes quienes encarnan cada emoción, por así decirlo y no precisamente el autor. Además, desde que comencé esta obra, lo hice con una premisa en mente: me hago cargo de lo que digo, no de lo que los demás entiendan.