domingo, 6 de abril de 2008

Sabe Dios que te amo

Sabe Dios cuanto he andado
por largos caminos torcidos de losa o barro,
cansándome brevemente por enderezarlos
para llegar a mi destino, donde estás esperando
a este incansable viajero que ya es vago
y cuyo rostro ves entre los recuerdos del pasado,
que dulce besos dio a este hombre alocado,
cuando apenas era un niño jugueteando
en medio de jardines, risas y llantos.

Sabe Dios cuanto he amado
mientras regreso a tus brazos,
y cuánto me amaron sin que supiera apreciarlo,
por no escuchar a tiempo las palabras de sus labios,
que tiernamente me cobijaron
y otras tantas cruelmente me engañaron,
sin poder yo reprocharlo,
al ser uno más entre tanto abrazo
y ser un nombre más en su listado.

Sabe Dios que de mis pasos
pudo brotar odio y llanto,
aunque en otros tantos
inspiré amor y descanso,
dándome cuenta mientras hablo
de que mis palabras llegan a tu lado
y estoy grandemente esperanzado
en que susurren suave y tierno mi amor en un canto
entregando como la aurora al amanecer su primer rallo.

Sabe Dios que te he extrañado
como sintiendo cada día el peso de un año
y a tu fiel amor estoy aferrado,
para que cuando me veas al pueblo entrando,
corras a recibirme con un beso largo,
que compense de mis pies cada paso
dado para llegar a ti, mi amor bien amado
y que volvería a andar sin dudarlo,
si así lo solicitan tus dulces labios.

Sabe Dios que mil años han pasado
desde que mis cansados ojos por última vez te miraron,
que mi cabello ha blanqueado
y mi piel se ha marchitado,
pero sigo con fe orando
para que no te lleve la inflexible muerte volando
antes de que yo haya llegado
para decirte sin dudarlo:
Heme aquí y te sigo amando.

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