viernes, 16 de octubre de 2015

Nuestras propias limitaciones

Ciertamente pocas veces la gente comenta mis estados en redes sociales, pero ahora quiero compartirles algo que me parece importante.
Hace un tiempo publiqué la foto de una taza de té que yo mismo me había preparado y presumí de ello. Hoy le pedí té a mamá y ella, bromeando sugirió comprar una tetera para servirme constantemente. Pero de inmediato mis padres se retractaron diciendo que podría quemarme o tener algún accidente.
Soy una persona discapacitada o con capacidades diferentes. Por ello, mi experiencia como hijo me dice que un padre o una madre siempre deben alentar a los hijos, para que éstos potencien sus capacidades más allá de las limitaciones.
Es una obligación parental enseñarles desde pequeños a ser autosuficientes, pues desgraciadamente los padres no estarán siempre presentes ya que a todos nos llega la muerte, por voluntad de Allâh (swt). Cuando eso suceda, las discapacidades de un hijo no servirán como excusa para que éste no deba aprender a atenderse y cuidarse solo, pues no puede suponerse que habrá alguien permanentemente encargado de servirle.
¿Quién me cocinará, lavará y planchará mi ropa, aseará mi casa o comprará mis víveres cuando mis padres n estén en este mundo? Me parece que ellos no han considerado los grandes logros que he alcanzado hasta ahora, pues si lo hicieran no temerían a mis discapacidades sino que al contrario, confiarían en lo que puedo hacer. Estudié una carrera, soy escritor, viajé a un país distante donde todo es diferente, sin importar mi diabetes ni mi silla de ruedas. Tan sólo considerar eso, les haría ver que para mí, prepararme una taza de té es una nimiedad.
Cuando limitamos a un hijo más allá de sus propias limitaciones, lo que hacemos es transmitirle nuestras propias inseguridades, los temores y hasta prejuicios que podamos tener y que podrían ser el motivo de que él no llegue más lejos en esta vida.
Si yo tuviese un hijo discapacitado o con capacidades diferentes, como se dice ahora, lo obligaría a aprender cosas nuevas, hacer más de lo que aparentemente pueda y no limitarse más allá de lo que obviamente esté por su enfermedad. Con mayor razón, estar enfermo debería servirle como motivación para superar los obstáculos y así, jamás permitir que alguien sienta lástima por su condición. Le enseñaría que sólo debe pedir ayuda cuando no existe otra opción y no porque sea lo más fácil; le enseñaría que una meta sólo se alcanza cuando trabajas duro por lograrla, sin esperar que otras personas hagan parte del trabajo; le mostraría que la gente aparentemente sana también tiene limitaciones no evidentes y en ese sentido, deben aprender de su ejemplo, sentir por él admiración y no lástima.
En resumen, mi hijo debería aprender que las limitaciones más difíciles de superar, son las que uno mismo se impone. Si luchamos para lograr algo, tal vez suframos accidentes como mis caídas en la ducha, por ejemplo; pero si permitimos que nuestras limitaciones nos dominen, no podremos lograr nada en esta vida y claramente, no ducharse ni siquiera se contempla dentro de las opciones, así como tampoco dejar de beber un delicioso té.
Claramente nadie nos enseña a ser hijos o padres, pero de la experiencia debemos aprender para hacerlo cada vez mejor. Yo soy para mis padres la experiencia personificada.

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