lunes, 21 de diciembre de 2009

En la cueva del lobo

Aún no puedo creer que saliera con vida tras ir a casa de Juan Carlos hace dos tardes.
Sólo puedo estar seguro de que jamás volveré allá por voluntad propia para entablar lazos "amistosos".
Ningún amigo intenta lastimarte, te hiere, moja y esconde tus pertenencias o te echa a la calle solo a las 23:00 horas. Me expuse a tres asaltos, debí esperar al taxista sin seguridad alguna y como si ello fuera poco, perdí la amistad del Sr. L por un error tonto.
Éste apenas salió bien librado, pues su evidente estado etílico también lo expuso a mordidas de la bestia y casi queda encerrado en su cueva.
Pese a todo, nuestro frágil vínculo ha terminado, por culpa del intrigante anfitrión, el alcohol y mi estupidez.
¿Por qué hice caso al Sr. L en sus provocaciones? Ahora veo que cualquier hombre puede transformarse en lobo, sin intervención lunar, pues basta un par de copas demás, algunas mentiras y confusión. Ésta es la receta del desastre.

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