domingo, 19 de mayo de 2013

Buscando una nueva aventura literaria. Segunda parte.

Y sobre escribir una novela gay, ya lo hice en ¿Con cuántos hombres has amanecido?, sin publicarse. Terminada en 2011, aún no encuentro una editorial capaz de aventurarse con una obra atrevida, pero constructiva. En su momento, Pablo Simonetti me recomendó editoriales y hasta fue amable dándome consejos sobre cómo abordar temas que tratados superficialmente, no podrían aportar más allá del morbo.
Debo reconocer que pese a haber tenido mi segunda novela ya terminada e inscrita, los consejos de Simonetti fueron un gran aporte a mi desarrrollo como escritor. Aprendí que no debía narrar vulgaridades para ganar dinero. Además, cuando un narrador se limita sólo a un público objetivo, como lo fue el caso de mi segunda obra, su carrera se acorta aún más porque el tema se satura pronto.
Lo mejor es escribir sobre varios temas e intentar en la medida de lo posible, llegar a distintos publicos. Si se logra este objetivo, puedes reinventarte y narrar desde diversas perspectivas para no ser encasillado como escritor de misterio o algo parecido.
Frente a las escasas oportunidades de publicación para esta obra, al menos por el momento, decidí no aventurarme nuevamente en este aspecto de la narrativa, reconociendo que fue osado redactar el manuscrito como un diario íntimo claramente ficticio... Tal vez más adelante y para evitar los desagradables juicios valóricos pre publicación, pueda animarme a escribir otra obra polémica, pero en tercera persona.
Está claro que la mezcla de homoerotismo, drogadicción y núcleos familiares rotos es una receta para el desastre que sólo editoriales muy progresistas se atreverían a publicar, porque leerían un espejo de nuestra sociedad en el cual a muy pocos les gusta mirarse. Es increíble que en pleno siglo XXI, nos parezca demasiado fuerte leer lo que somos como sociedad y sin embargo, tengamos una conducta tasn indiferente al ver los noticiarios todos los días.
No fue mi intención aumentar el libertinaje ni convertirme en un moderno Marqués de Sade, pero si hay quienes exigen el derecho a matrimonio igualitario, creí que también estaríamos preparados para leer aquello de lo que nos gusta hablar muy poco o nada. Claramente me equivoqué.
Les aseguro que me aún me sorprende ver de cuánta hipocresía es capaz nuestra sociedad, que se espanta por leer sobre la vida misma con alguna licencia poética pero al mismo tiempo, se deleita viendo en televisión sobre los bochornosos escándalos de celebridades en programas faranduleros, como si de un circo romano se tratase.
¿Acaso es mentira que en nuestra sociedad existe el adulterio o el divorcio? ¿No podemos mirar más allá de nuestro ombligo y respetuosamente, ver que hay diversas formas de vivir en este mundo? Pero sí nos damos permiso para mirar en la televisión programas sobre crudas realidades, como si no fuese la nuestra.

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