No recuerdo bien la fecha, pero hace
seis años cuando viajé a Turquía, conocí gente por la cual me sentí valorado,
amado y respetado. Al regreso, mi reencuentro con el Sr. L –¿se acuerdan de
él?– no fue todo lo que podría esperarse de dos amigos cuyas mutuas palabras
hablaban de tanto cariño, añoranza y vivencias comunes rememoradas cuando
estuviésemos ya viejos. Más bien resultó frío, distante, porque había
experimentado nuevos sentimientos que reforzaron mi alicaída autoestima. Le
entregué los regalos traídos desde Estambul, paseamos por el centro de Santiago
y luego, me despedí sin saber si le vería nuevamente en esta vida.
Para entonces, ya tenía en mi
corazón el deseo de ser musulmán, aunque como he dicho muchas veces, sabiéndome
un ser humano imperfecto no pretendía ni lo hago ahora, alcanzar la santidad. Hay
cosas en el alma a las cuales llamamos nuestra
esencia.
El tiempo hizo que nos
distanciáramos aún más, mientras que hasta cierto punto me dejé influenciar por
opiniones de terceros –aunque con esto no pretendo eximirme de mi
responsabilidad– y lo bloqueé en mis redes sociales sin decirle, como veces
anteriores cuando simplemente lo eliminaba, que nuestra amistad había
terminado… Tampoco asumiré toda la carga de ello, porque en su momento tuve
razones de peso para tomar aquella decisión al darme cuenta de que
necesitábamos avanzar y juntos no lo estábamos logrando: ambos esperábamos lo
que por distintas razones, el otro no nos podía dar.
Habiendo pasado un tiempo, Esteban
quien antes tanto se empeñara en hacerme ver los defectos del Sr. L, pasó a ser
su principal defensor hasta el hartazgo –de hecho, ésta fue una de las razones
por las cuales también terminé nuestra amistad–, insistiéndome en que todos
merecemos una segunda oportunidad, pues el aludido tanto me extrañaba como me
quería y hasta hacíamos una bonita pareja
(aclarado sea que jamás lo fuimos). Sin embargo, evitando detallárselas, con la
misma constancia le recordaba que había tenido mis razones para bloquearlo. A
pesar de esto, siempre me extrañó que aun teniendo mi número telefónico o cómo
conseguirlo por medio de nuestras amistades comunes, nunca me llamara a pesar
de extrañarme tanto, en lugar de enviarme saludos con personas a quienes poco
frecuentaba. Es sólo una duda.
Los años siguieron transcurriendo y
el pesar de no haberme sentido valorado, se fue. Llegó así el 13 de noviembre
de 2015 y un comentario anónimo en este blog rezaba: «A veces... Tantos años teniéndome
bloqueado y “a veces” te sigues acordando de mí (como yo de ti). Un gran abrazo
Carlangas. Mucho éxito». Lo interesante fue que en la entrada
había mencionado uno de los tantos dichos que siempre repetía el Sr. L y a
pesar del anonimato, pude reconocerle. Se había presentado la oportunidad
perfecta para explicarle al menos un motivo y brevemente destacar que no sentía
rencor.
Como siempre ocurre, el tiempo no se
detuvo y desde hace algunos días en mi mente rondaba la curiosidad por saber
qué sería de aquel amigo con quien a diferencia de otros, no tuve una pelea ni
una separación ofensiva sino al contrario, simplemente hice mis maletas para
retirarme sin despedirme cuando ya no estaba aportando a la relación. También
recordé las palabras de Esteban al decirme que todos merecemos una segunda
oportunidad, me asaltó la conciencia aquel du’â hecho diariamente para recobrar
algunas amistades perdidas y por último, no pude evitar recordar que
eventualmente todos moriremos. No quise irme de esta vida sin dar esa
posibilidad de reconciliación, teniendo en consideración que el Sr. L
aparentemente no me guardaba rencor.
Por eso, lo desbloqueé en Facebook y
le escribí un mensaje privado recordándole su comentario en el blog,
mencionándole que podía agregarme si así lo deseaba, pero entendería si decidía
no hacerlo y por último, correspondiéndole el cariñoso saludo.
Es cierto que al principio me
molestaba la intervención de terceras personas en nuestra amistad, tanto para
criticarlo como abogando por su causa. Al igual que sucede con los sentimientos
-siendo muy inútil presionar a alguien para declararse antes de que se sienta
emocional y mentalmente listo-, también necesitamos tiempo para madurar y darnos
cuenta de aquellas cosas imperceptibles cuando no podemos ver más allá del
propio ombligo. Seis años debieron pasar, habiendo cumplido la misma edad que
tenía Sr. L cuando nos separamos, pero finalmente comprendí que recordarlo
estos días podía ser un presentimiento o simple nostalgia porque me guste o no,
fue parte del proceso llamado madurar.
Algunos podrían creerse con el derecho de reprocharme que haya dejado pasar demasiado tiempo antes de escribirle, pero creo firmemente que todo sucede en el momento preciso -ni antes ni después- y tal vez el resultado final de este acercamiento no debía ser una reconciliación sino más bien, una despedida en buenos términos. Allâh (cc) sabe que si le hubiese escrito hace cinco años, cediendo a la presión de Esteban, no habría sido sincero pues todavía tendría algo de resentimiento y sí, durante este período había sentido el impulso de desbloquearlo, pero no me sentía suficientemente preparado, no sabía qué decirle y hasta cierto punto, temía una mala reacción. Creo que seis años es el tiempo justo para cerrar nuestras heridas y además, me aproximé por voluntad propia, sin sentirme presionado. Esto demuestra que mi interés en reconciliarnos era sincero, pero tal vez no debía ser; debo quedarme tranquilo habiéndolo intentado.
Algunos podrían creerse con el derecho de reprocharme que haya dejado pasar demasiado tiempo antes de escribirle, pero creo firmemente que todo sucede en el momento preciso -ni antes ni después- y tal vez el resultado final de este acercamiento no debía ser una reconciliación sino más bien, una despedida en buenos términos. Allâh (cc) sabe que si le hubiese escrito hace cinco años, cediendo a la presión de Esteban, no habría sido sincero pues todavía tendría algo de resentimiento y sí, durante este período había sentido el impulso de desbloquearlo, pero no me sentía suficientemente preparado, no sabía qué decirle y hasta cierto punto, temía una mala reacción. Creo que seis años es el tiempo justo para cerrar nuestras heridas y además, me aproximé por voluntad propia, sin sentirme presionado. Esto demuestra que mi interés en reconciliarnos era sincero, pero tal vez no debía ser; debo quedarme tranquilo habiéndolo intentado.
Pasaron tres horas antes de recibir su
respuesta, que tampoco citaré textualmente aquí por considerarla relativamente
privada, aunque sí puedo decir que para mi sorpresa no fue nada hostil sino
todo lo contrario. Empero, el último párrafo fue sin duda una despedida: «No te agrego sólo porque ahora, nuestros
caminos son distintos, pero siempre serás parte del camino que recorrí y yo del
que recorriste tú. Bendiciones».
Fue muy gentil al responderme de
manera casi inmediata, afable y educada. Pero al parecer, Esteban exageraba
tanto criticándolo cuando éramos amigos como defendiéndolo cuando ya no
teníamos una relación. Tal vez Sr. L se encontró con este intermediario y sólo
le preguntó si acaso me había visto, cómo estaba o me envió sus saludos; pero
esto fue aumentado al punto de hacerme imaginar que en realidad podía existir
un reencuentro o que él estaba sufriendo muchísimo.
Cuando Esteban y yo charlábamos, ineludiblemente acabábamos hablando de Sr. L; es cierto que en su respuesta me dice «Justo hoy me estaba acordando de ti»
pero como mencioné anteriormente, no importa cuántos años pasen siempre seremos
los mismos en esencia y tal vez me recuerda esporádicamente por alguna frase
específica -es mi caso-, pero no me lo imagino extrañándome a ultranza como lo describían. Recuerdo un hombre sin problemas con los apegos emocionales como yo los
tenía entonces y pasando los años, aprendí a hacer algo parecido. Yo le
criticaba abiertamente que me tratara como algo desechable, por decirme que
si un individuo no le aportaba, lo sacaba de su vida. En aquel momento me molestaba
muchísimo si alguien me eliminaba en las redes sociales. Hoy aprendí que quien
me quiere es porque soy querible y quien está conmigo es porque desea
acompañarme.
Como escritor soy también muy buen
lector de las emociones humanas, pues son todo mi capital y sé que un mensaje
no es sólo las palabras escritas sino lo dicho de manera subliminal.
«No
te agrego sólo porque ahora, nuestros caminos son distintos». Después de seis
años ha pasado mucha agua bajo el puente, Carlos y ahora, no creo que tengamos tanto en
común como antes. Tu religión o tu nueva forma de vida
no concuerda con la mía y tampoco quiero incomodarte. No quiero ser responsable
de llevarte por el mal camino.
Al respecto, debo decir nuevamente que
siendo musulmán no pretendo alcanzar la santidad. Le habría explicado al Sr. L
que según el Islam, tenemos libre albedrío pero cada cosa que nos sucede o
hacemos, está escrita en nuestro destino, por lo cual él no sería responsable
de mis acciones y además, cuando uno está seguro de su fe, puede ser creyente
incluso paseando por el Barrio Rojo de Ámsterdam.
Sin embargo, nuestro intercambio fue tan breve, que ni siquiera nos actualizamos de lo sucedido en nuestras vidas y no habría tenido tiempo de detallar cuestiones teológicas. Entendí que no darme detalles de su vida durante este tiempo ni preguntarme qué ha ocurrido conmigo era porque en el fondo, quería evitar abrir la puerta.
Sin embargo, nuestro intercambio fue tan breve, que ni siquiera nos actualizamos de lo sucedido en nuestras vidas y no habría tenido tiempo de detallar cuestiones teológicas. Entendí que no darme detalles de su vida durante este tiempo ni preguntarme qué ha ocurrido conmigo era porque en el fondo, quería evitar abrir la puerta.
En una segunda respuesta mía, le dije
que esperaba retomar nuestra amistad precisamente porque ahora tenemos más
diferencias.
Reitero que hace seis años tuve
motivos para alejarme y al parecer, Sr. L no estaba tan en desconocimiento de
ellos. Sin embargo, tras este tiempo ya no existen esas aprehensiones que tenía
por él, lo cual incluso debería hacerle sentir más cómodo ahora que antes.
Si temiera que yo intentara
convertirle a mi religión, debe saber algo: en Turquía conocí a un chico del
cual quiero proteger su identidad. Tenía entonces veintisiete años y como la
mayoría de los jóvenes turcos tradicionales, era casto… Solía destacar hasta el
hartazgo todo cuanto era haram o prohibido; si yo quería ir a una discoteca, él
me decía «Eso es haram. El verdadero
musulmán no frecuenta esos lugares». Pero jamás pensó que se enamoraría de
alguien que me acompañaba en el grupo de fanáticas de Tarkan. Con los meses,
engañó a su familia para venir a Chile y reencontrarse con su amada, sin
importarle que mentirles a los padres fuese incorrecto y fornicar es haram. Fue
lo que mi religión denomina un hipócrita.
¿Me entiende, Sr. L?
Yo sé que ser musulmán no me exime de
cometer errores. Por eso, sólo digo lo que mi religión dicta si alguien me lo
pregunta o es necesario explicar, pues es mi obligación responder y no guardarme el conocimiento… Pero
según el propio Islam, se corrige en privado y se felicita en público, por lo
cual no debería temer que le predicara de manera molesta para hacerle sentir
mal cuando usted hiciera algo que según yo y para mí sería incorrecto. Cada persona
sabe lo que hace, más si es adulta y debe hacerse responsable de sí misma.
Me enorgullece decir que durante mi
corta vida he tenido amigos cristianos, judíos, musulmanes, de distintas
nacionalidades, ideologías políticas, orientaciones sexuales y con un sinfín de
características. También he conocido gente que no admite la idea de tener
amistades diversas, tolerando sólo aquellas con quienes tienen mucho en común. Me
parece que ser igual a mí no es un requisito para establecer una amistad con
alguien y al contrario, las diferencias nos enriquecen.
Aunque fue muy amable contestando, no
puedo descartar del todo la posibilidad de que estos años estando bloqueado
mataran su interés en ser mi amigo y me parece lógico… Desconfiaría si en su respuesta
no se dejara ver algo de desdén, pues al fin y al cabo, es humano.
En mi mensaje le hice ver que me
habría gustado retomar nuestra amistad, pero entiendo perfectamente que después
de seis años le parezca inapropiado y para los dos el alejamiento tuvo en
alguna medida, efectos positivos tal como yo creí cuando tomé esa decisión… Por
esto, respetaré su deseo de mantenernos alejados y no insistiré como lo hubiese
hecho antes, cuando mi idea de la amistad
para toda la vida era patética.
Me satisface haber superado añejos
rencores por no comprender sus puntos de vista siendo infantil, aunque si mal
no recuerdo, él también lo era en algunos aspectos. Tal como le dije, «Hace seis años no habría tenido la madurez
suficiente para hablar y tampoco habría tomado a bien que prefirieras mantener
las cosas como hasta ahora». Todavía me acuerdo de algunas cosas que pasaron, pero ya no con la misma frustración, siendo capaz de restarles importancia.
Esta aproximación fue buena porque
pude comprobar varias cosas:
En primer lugar, que pese a mi
arbitrariedad de aquel entonces –justificada, insisto–, no me guarda rencor.
En segundo, que pude ponerle un final
feliz a nuestra historia, a diferencia de otras amistades rotas que han
terminado muy mal. Además, haberlo bloqueado antes fue apenas ponerle tres
puntos suspensivos.
La tercera, que Sr. L ha tenido una
buena vida y no está destrozado como me lo describiera en alguna medida el
exagerado Esteban. De verdad, me alegra y tranquiliza.
La cuarta, que le di una segunda
oportunidad tal como Esteban me pidió tantas veces y ahora, fue Sr. L quien
decidió conscientemente no tomarla, por lo cual aunque seguiré siendo parte de
su vida y el malo de la película por bloquearlo –no digo que él piense así de
mí sino que podría parecerles a algunos–, ya no soy culpable de tomar
una decisión unilateral… Si Esteban y yo aún fuésemos amigos, ya no podría
señalarme con el dedo, pero con los años he aprendido a restarle total
importancia a los inquisidores.
La quinta, que saldé mi deuda con Sr.
L y puedo irme tranquilo de esta vida en ese aspecto, inquietud que en
principio me motivó a escribirle.
Tal como le dije al despedirme… «Un abrazo
cariñoso y que Allâh (cc) siempre te acompañe (Amin)».
Nota 1: Aclaro que no estoy corrigiéndo públicamente al destinatario de este artículo, porque no doy su verdadero nombre.
Nota 2: Después de enviarle este artículo en un mensaje privado de Facebook, me despedí de Sr. L y lo bloqueé, sólo para respetar su deseo de separar nuestros caminos pero a diferencia de la vez anterior, aquí le doy todas los argumentos sin quedar con cuentas pendientes.
Nota 1: Aclaro que no estoy corrigiéndo públicamente al destinatario de este artículo, porque no doy su verdadero nombre.
Nota 2: Después de enviarle este artículo en un mensaje privado de Facebook, me despedí de Sr. L y lo bloqueé, sólo para respetar su deseo de separar nuestros caminos pero a diferencia de la vez anterior, aquí le doy todas los argumentos sin quedar con cuentas pendientes.
2 comentarios:
Muy claro amigo
Es asi las personas nos encontramos x algo y x algo nos alejamos
Siempre dejando una leccion
Muchas gracias 💐🍄
De nada, amiga. Un abrazo.
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