«Quien no conoce Estambul, no conoce el amor».

Yahya Kemal Beyatlı.

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Carlos Flores Arias – Yahya.

Escritor chileno.

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lunes, 9 de abril de 2018

Segunda oportunidad

No soy Penélope esperando a Ulises, también llamado Odiseo. Hoy he decidido no estar más sentado a un costado del camino y al contrario, seguir adelante con mi vida.
Hace cuatro años perdí la amistad de alguien a quien amaba, pues se enojó conmigo al confesarle mi amor. Entonces pasé todo ese tiempo buscando una reconciliación, pues me importaba recuperar su cariño sin intención de un romance sino simplemente recobrar la relación perdida al principio.
Hice muchos intentos, ofrecí disculpas creyendo incluso que mi amor le había resultado ofensivo. Sin embargo, con el tiempo comprendí que no correspondía humillarme, pues en esto se aplica el principio sento ergo sum es decir, siento y entonces soy, más siendo yo un sensible escritor para quien las emociones son todo mi capital. En la entrada anterior hable sobre que para considerarnos humanos se necesita estar conscientes de nosotros mismos, ser capaces de comprender emociones complejas y empatizar con el otro… Pues bien, en virtud de esto es vital reconocer como derecho humano el poder enamorarnos de quien deseemos sin pedirle permiso a nadie; si alguien pretende coartarnos ese derecho y decirnos a quién podemos o no amar, sin importar su razón, está quitándonos parte de nuestra humanidad porque no nos permite sentir. El sentimiento es parte de la experiencia humana y una característica fundamental de nuestra individualidad pues si una persona carece de emociones, se transforma en un psicópata o sociópata.
Puede sonar fuerte, pero un psicópata carece de empatía y cosifica al prójimo para conseguir un objetivo egoísta, restándole total importancia a las emociones o el sufrimiento causado como consecuencia de su proceder. El sociópata es incapaz de sentir culpa por el dolor provocado a otros… Digo esto sólo como una explicación y sin intención de ofender a nadie, pues a veces llamamos psicópata o sociópata a alguien pretendiendo insultarle sin siquiera saber de qué hablamos.
Mi punto es que si alguien cree poder enamorarse libremente, debe reconocer el mismo derecho a otros y más en mi caso, sabiéndome una buena persona, quien se sepa mi ser amado debería considerarlo un honor en lugar de vergüenza.
Durante estos años he aprendido que todo tiene un límite. En el Islam se enseña esto cuando el Profeta y Mensajero Muhammad (saws) nos dice que es aceptable sufrir por una pérdida, pero es inapropiado dejarse la vida por un duelo.
Tomando esto en cuenta, estuvo bien sufrir el desamor y haber pasado el duelo de perder dicha amistad, pero nadie excepto yo puede continuar con mi vida y es momento de hacerlo, más aún considerando que esta persona no se detuvo a un lado del camino sino al contrario, anduvo. Sufrí, lloré y me autocompadecí lo suficiente.
Soy un tipo sensible, leal, volcado en sus relaciones, bondadoso, humilde, empático, tolerante, sé reírme de mí mismo; además soy simpático, culto, inteligente, puedo escuchar a quien me habla y en esa medida, intento dar buenos consejos… Con el permiso de Allâh (cc) mi novela Síndrome de Estambul pronto será publicada por la editorial Profil Kitap en Turquía, estoy escribiendo una nueva obra pero ni siquiera quiero mencionar mi atractivo físico aunque ahora estoy cuidando mi dieta para controlar mi diabetes y hago ejercicio, por lo cual desarrollo mi musculatura. Menciono todo esto porque corresponde desarrollar nuestra autoconfianza; el autoestima y la validación que tengamos como individuos no puede depender de lo que otros piensen sino más bien, de la imagen que nosotros mismos veamos al mirarnos en un espejo literal o metafórico. Somos lo que proyectamos a otros; si vamos tristes o amargados por la vida, seremos tratados desde la lástima como leprosos; si al contrario, vemos las ventajas de ser quienes somos, nuestro círculo social también podrá verlo.
Puedo insistir en mi empeño de reconciliarme con alguien, pero si es incapaz de valorar mis virtudes por encima de sus limitaciones sociales o incluso culturales –hablo de tradiciones y no de credos religiosos–, no me corresponde lidiar con ello. La superación personal es un camino individual en el cual no puedo intervenir para obligar a otro y que piense como yo. Somos producto de vivencias y aprendizajes intransferibles, por lo cual no podemos compartir la experiencia propia.
Tampoco puedo decir que si volviera a vivir nuestro primer encuentro, haría las cosas de otra manera, pues hace siete años no tenía la madurez que gozo ahora, por lo cual si regresara a ese momento, bajo esas condiciones y el mismo contexto, repetiría todo exactamente igual y es porque amar a esa persona nuevamente sería lo único que quisiera. Actualmente sé otras cosas de la vida y no me valido mediante un amor correspondido o un romance idílico, pero me costó entenderlo y es que crecer siempre duele. Pero agradezco el aprendizaje, pues significa no repetir los mismos errores en el futuro además de conocerme mejor y tener más seguridad de cuánto valgo.
Tal como hice con Sr. L antes de alejarme definitivamente, en este caso también le envié a la persona una carta de cuatro páginas con varias copias para asegurarme de que la recibiera. En ella ofrecía mis disculpas por cualquier ofensa, empatizaba con su postura considerando las diferencias entre nosotros aunque no la comparto, le daba todos mis argumentos para reconciliarnos manifestándole entre ellos mi amistoso cariño. En este punto, me aseguré de dejarle clara mi posición y que después de esto, no seguiría insistiendo pues por salud mental e incluso emocional, debo continuar… Si quiere reconciliarse conmigo, tiene abiertas las puertas porque mi dolor no se tradujo en odio, pero el siguiente paso debe ser suyo pues ya hice todo lo humanamente posible. Si continua ignorándome, daré po comprendido que nuestro tiempo compartido en esta vida debía ser limitado y no una amistad duradera.
En el fondo y se lo explico, esta carta de cuatro páginas cumple el mismo propósito que mi intento de aproximarme al Sr. L, que es resolver mis asuntos pendientes antes de dejar esta vida, para irme sin deudas emocionales. Busco la paz con quienes alguna vez tuve conflictos, pues no creo correcto que un problema deba darse por resuelto dejándolo en el olvido o echándole tierra encima y fingiendo que jamás sucedió. Algunas personas son tan orgullosas o seguras de sí mismas, que se dan el lujo de dejar atrás las cosas con una facilidad que ya quisiera tener; pero otras como yo, damos el primer paso porque sabemos que nadie lo dará por nosotros. Empero, no puedo por honor y dignidad dar un segundo o un décimo paso, sin que mi contraparte deba hacer un mínimo esfuerzo para manifestar interés; si hago todo el trabajo cuando surge un problema, jamás se valorará mi amistad o incluso amor y peor aun, permitir que se barra bajo la alfombra los conflictos sin jamás dialogar puede hacerle creer al otro que ante cualquier discrepancia puede tratarme del mismo modo.
Es cierto que hace años Sr. L y yo estuvimos distanciados durante dos meses que en ese entonces fueron terribles para mí y luego, nos reconciliamos aunque jamás me permitió tocarle el tema. Cuando volví de Turquía, teniendo nuestro primer encuentro para entregarle algunos obsequios, durante toda esa tarde sostuvo una conversación llena de insinuaciones. Sólo ahora después de años, noté que no haber hablado sobre el conflicto o mutuos sentimientos causó que incluso después de nuestra reconciliación, siguiera subestimándome como al principio.
Si bien doy el primer paso para resolver un conflicto, en la actualidad pasé cuatro años dando oportunidades para reconciliarnos y nada funcionó. Entonces esta carta de cuatro páginas podría considerarse mi último intento a no ser que Allâh (cc) diga otra cosa más adelante. Debo aceptar Su voluntad aunque no sea lo que yo deseaba y en lo que a mí respecta, en ambos casos ya saldé mis deudas, pudiendo irme tranquilo de esta vida.
Otras personas ni siquiera son capaces de ofrecer disculpas ni reconocer sus errores. Pero si algunas personas con quienes he tenido discrepancias no son capaces de apreciar que fuera capaz de meterme mi orgullo en el bolsillo, no me corresponde hacer nada más. Soy una buena persona; es lo que importa y ellos lo saben. Tal vez su razón para no acercarse a mí sea haberse dado cuenta de que ya no pueden tratarme como al principio, porque he cambiado y las condiciones serían diferentes.
Además, todos merecemos una segunda oportunidad y si hoy me la niegan, puede que mañana comprendan su importancia cuando se equivoquen con alguien y deban solicitarla.

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Yahya. Carlos Flores A.
Escritor chileno.