«Quien no conoce Estambul, no conoce el amor».

Yahya Kemal Beyatlı.

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Carlos Flores Arias – Yahya.

Escritor chileno.

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domingo, 6 de octubre de 2024

Un resumen de lo aprendido en diecisiete años de La Pluma Dorada

 

Diecisiete años escribiendo este blog y aunque últimamente lo he dejado de lado por darle mi tiempo a otros proyectos literarios, quise al fin hacer un recuento. Algunos de ustedes dirán que aquí no hay ninguna genialidad pero otros, seguramente hallaron y hallarán algo bueno.
Además, a los cuarenta y tres años uno ya empieza a pensar en el legado que testará, especialmente porque al no ser padre debo dejar otra huella y sería penoso que todo esto se perdiera: más de quinientas cincuenta páginas en un archivo Word, abarcando sólo mi material.
En estos años pude aprender mucho de mis experiencias, que aquí les comparto, con quienes han pasado por mi vida de manera breve o prolongada e incluso para quedarse. Todos han aportado, hasta lastimándome, para hacerme el hombre que ahora escribe. En ese sentido, debo agradecerles.
Demoraría otras quinientas páginas detallando las lecciones aprendidas y no quiero dármelas de sabio pero ya que escribo, resumiré las más importantes a mi criterio y tal vez así les aporte a ustedes.
Para empezar, en esta etapa de mi vida, me parece que uno debe ser sincero consigo mismo y defender cuanto cree sobre este mundo, pero manteniendo cierto pudor ante el efecto causado a terceros.
Dicho de manera simple, cuando se es joven, uno cree tener la facultad y el derecho innato de denunciar determinadas verdades que a veces ni siquiera nos conciernen; especialmente porque nunca lo sabremos todo acerca del asunto en cuestión. Con el tiempo, uno entiende que cada persona puede defenderse con voz propia y si bien tenemos la obligación de reaccionar ante una injusticia comprobada, debemos actuar sin destruir otros mundos.
No estoy a favor de la censura impuesta tiránicamente pero sí de la autocensura, pues podemos ser espontáneos o auténticos, pero teniendo límites y siempre será mejor fijárselos uno mismo, de manera autónoma y emocionalmente responsable. Puedes ir por la vida diciéndole sus verdades a todo el mundo si quieres, sin importarte cuanto piensen de ti; pero llegará el momento cuando más de alguno te confrontará por tus errores y entonces, desearás haber ejercido franqueza sobre rudeza.
Quizás si alguien me pregunta sobre un hecho particular, recordaré generalidades porque nadie se acuerda de cada ínfimo detalle vivido y porque además, para superar situaciones dolorosas es necesario olvidar. Sin embargo, al pasar por las entradas desde la última a la primera, fue casi como retroceder en el tiempo y descubrir acontecimientos perdidos en mi memoria, que en su tiempo tuvieron una increíble relevancia pero hoy me dan igual, porque sobreviví.
Así mismo, la gente no es desechable pero sí pasajera, porque todos aquellos a quienes conoces o que te han acompañado durante un trayecto, se irán sea para seguir su propio camino o porque eventualmente el mundo no es eterno. Esto te obliga a distinguir entre las personas realmente valiosas -por lo general, la familia- y aquellos que te enseñan algo puntual o aprenden de ti y se marchan -desde parejas, amantes y amigos hasta el donnadie que te deja en visto los mensajes-. Todo es un aprendizaje como enseñanza compartida. Aprende a ponerle valor a cada experiencia o persona en una escala prioritaria sin perder tiempo, pues no se recupera.
Algunas veces he pensado cómo sería mi vida actual si en determinado momento, las circunstancias hubiesen sido distintas; algo así como decir que si hubiese tenido buenas ideas, me habría ido mejor en esta vida… Pensar así es una pérdida de tiempo en sí misma; los más religiosos dirán que ese razonamiento es ir contra la voluntad de Allah (c. c.), porque el destino está escrito mientras algunos místicos dirán que todo pasa por algo… Ciertamente somos producto de nuestras decisiones y debemos vivir con ellas de la mejor manera posible.
Podemos arrepentirnos por ejemplo, de haber amado a alguien que nos hizo daño pero a la larga, entendemos que esa persona no debía estar con nosotros y si hubiésemos mantenido una relación, habríamos sufrido mucho más.
Al respecto de nuestras relaciones fallidas, tampoco seamos crueles terminándolas de mala manera y en cambio, al menos intentemos conservar el mejor recuerdo posible; no seamos huracanes implacables borrando absolutamente todo lo vivido con alguien una vez amado, aunque no nos correspondiera y al respecto, entendamos que tal vez nos quería a su modo pero no como necesitábamos. No significa que su cariño era falso.
Yo he dicho antes que si intentas hablar sobre tus sentimientos y no eres escuchado, tienes el derecho pero también la obligación de retirarte aunque sea en silencio, pues incluso eso es más digno que permanecer allí siendo ignorado y lo sostengo. Pero sólo si puedes, dale cierres respetuosos a esas relaciones abortadas, por respeto a lo que alguna vez ilusionado defendiste; tu corazón no debe ser un museo de historias interrumpidas y cuando llegas a mi edad, te das cuenta de merecer algo mejor. Además, tampoco debes ser un mal recuerdo, inclusive si a veces crees que esa persona se lo merecería; aunque sea por ti, no te conviertas en el dolor de alguien que te piensa.
Para concluir, hazte un camino en el cual te sea posible defender tus ideales sin tranzar en ello ni lastimar a otros. Cuando te acuestes por las noches, procura disfrutar tu propia compañía; que tu reflejo en el espejo te resulte digno y no tan sólo agradable, pues sólo así los demás te respetarán.

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Yahya. Carlos Flores A.
Escritor chileno.