Comúnmente cuando hablo de religión,
me topo con gente que está constantemente objetando lo que las religiones
dicen, como si sirviera de algo que estén en desacuerdo. Durante el Tedeum
Ecuménico de este año, Monseñor Ricardo Ezzati habló contra la idea de legalizar
el aborto en Chile. Horas más tarde en el noticiero, aparece una entrevistada
feminista defendiendo los derechos de la mujer y diciendo que el Cardenal no
debía opinar sobre estos asuntos. En lo personal y como musulmán, también estoy
contra el aborto en cualquier circunstancia, aunque haya quienes digan que por
ser hombre, no tengo derecho a manifestarme.
Disculpen pero esto no se trata de
feminismo, machismo o quién tiene más derecho a opinar sobre ciertos temas. Yo no
soy católico obviamente, y en muchos aspectos no tengo nada en común con la Iglesia
Católica Apostólica Romana; para cualquiera que lee este blog eso es evidente. Sin
embargo, las declaraciones del Cardenal Ezzati fueron hechas dentro de un
contexto en el cual se defienden posturas religiosas más que ideologías
sociales, aunque a veces se confundan. Creo que en muchos sentidos la Iglesia
es inconsecuente pero al menos en este, si el Monseñor hablara a favor del
aborto para caerle bien a las feministas, se echaría a todo el mundo encima.
Cuando se sostienen charlas sobre
religión, es fácil convertirlas en un debate sin sentido donde pareciera que
alguna postura debe ser ganadora y en realidad, sólo se trata de ampliar
conocimientos inclusive por cultura general. Yo siempre tengo en mente que el
judaísmo existe desde hace seis mil años, el cristianismo hace dos mil y el
Islam mil cuatrocientos treinta y cinco. Por lo tanto, cuando doy la
perspectiva musulmana sobre algún asunto, no tiene caso que la gente objete,
pues no inventé las reglas y no seré quien la cambie.
De igual modo, considero que si
alguien adopta determinada religión, no debe esperar que ésta se adapte según
su conveniencia, pues sería imposible darle en el gusto a cada individuo. Somos
nosotros quienes debemos adaptar nuestro modo de vida para ajustarnos a uno
nuevo. Sin embargo, ocurre que muchas veces cometemos el garrafal error de
juzgar determinado credo por lo que hacen o dicen algunos de quienes lo
profesan, generalizando. Además de olvidar que la religión nos da ciertas
directrices para llevar una vida correcta y la naturaleza humana es imperfecta,
juzgamos a quienes se equivocan como si tuviésemos el derecho de hacerlo y
metemos a todas las personas dentro de un mismo saco.
Escuchaba en la televisión decir a un
gay que toda su familia fue católica hasta el momento en que escucharon a
Ratzinger hablar contra los homosexuales. Es cierto que durante un tiempo él
fue la cabeza de una institución que mueve a millones, pero no considero
apropiado dejar la religión que uno tiene por las desafortunadas declaraciones
de un ser humano imperfecto como todos.
Es cierto que si profesamos una
religión, debemos proceder como dicta en cada momento. Pero con todas las
trampas mundanas que hay y nuestras innumerables limitaciones humanas, no
deberíamos decir que determinado credo es malo o que los fieles lo son,
juzgando alguna conducta.
Hace pocos días estuve hablándoles
sobre el perdón divino y la facultad humana de disculpar las ofensas. Empero,
quienes más hablan de tolerancia son los que menos errores toleran y su rapidez
para despotricar es mayor a la del rayo luminoso, sin considerar que muchas
veces nuestras mayores equivocaciones son causadas con la lengua.
Tanto que hablan de ser libres,
respetar los derechos humanos y la igualdad de minorías sexuales. En algunos
casos, estos conceptos son esgrimidos por quienes no tienen ni Dios ni ley,
empresas, instituciones que se proclaman voceras de una causa, etcétera. Yo antes
era de ellos y conocí gente que no era buena, tuve malas experiencias, me
arriesgué demasiado, cometí grandes errores. No digo que ahora sea un santo,
porque estaría muy alejado de la verdad. Sigo equivocándome y mi sufrimiento es
tal, que a veces me cuesta respirar por el llanto, dándome ganas de que todo se
resuelva lo antes posible.
Quienes me conocen saben que soy una
persona sola, jamás he tenido pareja, soy
enfermo porque padezco diabetes además de usar silla de ruedas, mis complejos
son innumerables y mi diario íntimo es un
avispero de frustraciones. Cuando se trata de religión, todo el mundo habla de
las restricciones que se imponen, pero nadie considera el enorme consuelo que
puede traer al corazón de alguien como yo… Y eso sin considerar que hay gente
en peores condiciones.
Es fácil dar nuestro punto de vista o
hasta imponerlo y en el caso de la comunidad GLBTI por ejemplo, se ha
convertido en un sector social burlado por los heterosexuales. Mientras más
aparece un gay en los medios desfilando por el Día del Orgullo, mayor es la
indiferencia que individuos e instituciones ejercen. Según yo y como ya he
manifestado antes en este blog, los cambios vendrán cuando dejen de hojear
revistas pornográficas para leer novelas, abandonen los saunas y gimnasios para
asistir a cafés literarios u obras teatrales, frecuenten menos las discotecas y
más los museos, gasten su dinero en centros culturales y no en centros
comerciales. ¿Cómo esperan tener derecho al matrimonio igualitario, si no hacen
nada para cambiar la imagen frívola que se tiene socialmente? Mi profesora,
Cecilia Vera, decía «Como te ven, te tratan» y tenía razón.
Es que en cualquier aspecto de la vida
humana, ya sea religión, libertad sexual o relaciones en sus diversas
variantes, solemos ser egoístas en el sentido de que exigimos cosas, pero no
estamos dispuestos a renunciar, comprometernos ni cambiar en nada. La vida
funciona de manera que sólo obtenemos algo cuando demostramos merecerlo y
valorarlo. ¿No será que algunos abandonan la religión, porque temen mirarse al
espejo y que no les guste su reflejo? «Tanto me das, tanto te doy», como dice
la doctora María Luisa Cordero.
La comunidad GLBTI seguirá existiendo
como lo viene haciendo desde los tiempos aurorales del mundo, de la misma
manera que la religión mantendrá sus principios intactos hasta el Día del
Juicio Final. Yo sólo desearía que quienes hablan tanto de tolerancia y Dios
por ambos lados, fueran capaces de respetar, amar y aceptar al prójimo como un
igual.
6 comentarios:
Lei tu blog, me gusto mucho tu reflexión, en lo personal no estoy siguiendo ninguna religión, es cierto que la mayoría de la personas toman sólo lo que les conviene de una religión y es muy verdadero que juzgamos muchas veces una religión por como se comportan los feligreses. Me quedo con tu frase final ...." fueran capaces de respetar, amar y aceptar al prójimo como un igual".
Y estoy escribiendo otra ahora...
sorry que repitiera tanto religión...
No pasa nada.
sólo mala redacción pero aqui no cuenta jajajjaa
Pero se entiende. En todo caso, a veces también me pasa y soy escritor.
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