«Lo
terrible no es que te deje; lo terrible es que te deje de querer», decía el
periodista José Antonio Neme hace algunas semanas en el matinal Mucho Gusto de
Mega, hablando sobre la ruptura en las relaciones y de cómo a veces sabemos que
esa persona ya no quiere saber nada de nosotros, pero insistimos en llamarle o
escribirle con cualquier pretexto para saber si la puerta todavía está abierta.
En ocasiones, lo único que conseguimos es que nos saque de su vida
definitivamente a patadas porque nos transformamos en un estorbo. Es la pura
verdad aunque suene triste decirlo.
A veces esto no sólo sucede en las
relaciones amorosas sino también en las amistades. No podemos evitar sentirnos
solos cuando sabemos que tenemos amigos pero por alguna razón, se alejan de
nosotros sin que el problema sea evidente. Se callan, se distancian y ahí
quedas, en el aire suspendido.
Mamá dice que las amistades no son eternas
como dicen mis amigos turcos, pues las circunstancias a veces rompen un
sentimiento genuino tan hermoso, que quisiéramos conservarlo para siempre pero
no se puede, porque todo acaba en esta vida aunque no nos guste.
El Sr. L por su parte, habiéndome
visitado un día en casa, me dijo que yo idealizaba las amistades. Es fácil para
él decirlo porque no espera mucho de nadie, como tampoco deja que uno se haga
demasiadas expectativas de él o así era mientras fuimos amigos, a no ser que
durante estos tres últimos años algo extraordinario haya pasado y tenga otra
perspectiva de las relaciones humanas. La verdad es que no solamente idealizo
los afectos sino también a las personas olvidando que todos somos imperfectos y
que generalmente lo más fuerte de la personalidad son nuestras debilidades o
defectos.
La vida me ha enseñado a golpes que no
podemos comprometernos emocionalmente al punto de quedar destruidos si la
relación se acaba. Tampoco podemos ser completamente honestos al extremo de ir
por la vida mostrando el corazón. Nadie valora eso y queda demostrado
fehacientemente cuando a pesar de tus virtudes, alguien te patea el trasero sin
importarle cómo quedes.
«La mucha
bondad es causa de menosprecio»
decía
siempre Karina Züleija cuando todavía nos veíamos. La frase me hace mucho
sentido ahora, pues mientras mejor trates a un amigo más es el daño que te hace
al sacarte de su mapa o desaparecer del tuyo sin darte explicación alguna.
Debo reconocer que a lo largo de mis
ya treinta y tres años en esta vida, me he decepcionado de mucha gente que
aparentaba ser emocionalmente madura y sin fobia al compromiso. Pero
tristemente he aprendido que a veces esas amistades de la infancia o incluso la
adolescencia, sólo duran un corto período mientras sean frecuentes los
encuentros y después, todo queda en silencio. No terminas formalmente la
relación pero de algún modo, sabes que no sigue adelante.
Éste es un patrón que repetiremos el
resto de nuestras vidas, siendo muy raras las ocasiones en que podamos cerrar
un círculo o dar por terminado un ciclo afectivo formalmente. ¿Será que uno
también debería divorciarse de los amigos cuando la amistad no resulta por diferencias
irreconciliables? ¿Y cómo podemos determinar cuándo estamos frente a esas
diferencias? Tal vez en la mayoría de los casos, rescatar un afecto sólo
dependa de ejercitar nuestra tolerancia y saber disculpar al otro si se
equivoca, comprendiendo que nadie en este mundo está libre de cometer errores y
a veces, metemos la pata habiendo querido hacer lo mejor sin darnos un buen
resultado.
«Quien
tiene un amigo, tiene un tesoro», reza el viejo y conocido refrán. Pero
a veces no valoramos esta posesión tan incomparable y como todo recurso en esta
vida, ocasionalmente la amistad también se acaba. El que dijo por vez primera
esta frase, seguramente nunca tuvo un amigo que lo apuñalara por la espalda o
lo desechara como trapo viejo cuando ya no le era útil. Pero hoy en día, con
las mal llamadas redes sociales, consideramos amigas hasta a las personas que
acabamos de agregar sólo porque coincidimos en algunas cosas y creemos que
incluso podremos hallar a nuestra alma gemela. Sí, claro…, como si la gente no
pudiese mentir en Internet. Nos mienten a la cara y con mayor razón de otras
maneras.
Las cosas como son. Hay gente
traicionera en este mundo a la cual no le cuesta nada rodearse de gente y ser
populares, sólo porque saben afirmarse bien la máscara. Mientras que otros,
siendo honestos están completamente solos. Y habemos quienes estamos en un
punto intermedio, pues a veces nos topamos con personas siniestras pero por lo
general, quienes nos rodean sirven también de escudo, porque nos quieren.
Yo tengo pocas amistades, pero buenas
y sé que si alguien me hace daño, reaccionan igual que desatando dos huracanes
Katrina. En realidad lo prefiero a estar rodeado de personas que dicen ser mis
amigos pero sólo están de paso. a veces me siento muy solo y tal vez se deba a
mi carácter melancólico para lo cual, ser escritor y estar lejos de Turquía no
me ayuda mucho, sino todo lo contrario.
Ciertamente tratándose de una amistad,
hay errores imperdonables aunque pocos como por ejemplo, la traición que
alguien nos hace intencionalmente con el fin de obtener algo, sacar provecho o
alcanzar un fin. Pero otras veces y casi siempre, perdemos las mejores
amistades porque somos incapaces de disculpar pequeños tropiezos, pues nos
gusta agrandar las faltas de otros mientras que las propias siempre nos parecen
nimiedades. En ese sentido, muchas veces exageramos el daño causado porque nos
impulsa nuestro maldito orgullo e incurrimos en faltas más graves que el error
mismo, como terminar abruptamente una amistad porque algo se dijo, callaron un
secreto personal o simplemente cualquier cosa nos parece una afrenta.
He sabido de casos, muchos, en los que
amistades se han roto porque una de las personas va más allá y se confunden los
sentimientos. Sí, es un asunto delicado, especialmente cuando el confundido
siente que le han dado señales para confundirlo. ¿Pero qué ser humano puede,
desde su imperfección, decir cómo debe sentir otro? Hay gente que no puede
iniciar una amistad con alguien sin pasar por la cama antes o al menos, tantear
terreno, y después nadie se hace cargo de los sentimientos que despierta. En ese
caso, y ésta es mi opinión personal basada en la experiencia, quien debiera dar
una patada no es aquella persona que sedujo, sino más bien la seducida, por
dignidad. Pero todos sabemos que los enamorados no tienen esto último. Ahí es
donde la ecuación falla y no llegamos al resultado de la incógnita.
«A una
mujer te puedes acercar por el camino de la amistad o el de la pasión. Pero cuando
has escogido un camino, no puedes cambiar al otro», me dijo
mi hermano una vez cuando todavía era adolescente y se me quedó grabado, aunque
mi brújula suele llevarme a encrucijadas. Y claro, como uso silla de ruedas, a
menudo mis amistades se truncan porque en la senda que señaló Iván, las ruedas
se me desinflan o voy cojeando.
¿Y no será que algunas personas
incitan a otras a confundir la amistad para arrepentirse luego, porque también
están confundidos pero de otro modo? Digo que todos somos capaces,
conscientemente o no, de despertar sentimientos en otros e ir más allá de la
amistad, pero a veces no existe la intención de expresarlo o es tan efímero,
que no se le da la suficiente importancia. Sin embargo, cuando realmente
estamos vinculados a alguien que no nos corresponde, le doy la razón a José Antonio
Neme diciendo «Lo terrible no es que te
deje; lo terrible es que te deje de querer».
No hay comentarios.:
Publicar un comentario