Lo dicho… He trabajado mucho en mi
nueva novela, aunque para mi gusto, es poco llevar más de doscientas diez
páginas. Escribo de lunes a viernes y a veces los fines de semana; como no me
interesa festejar Halloween, mañana también pienso avanzar, inşAllah.
Me tomé unos minutos para dedicarle al
blog porque llevo más de dos meses sin escribir una página en mi diario íntimo,
pero dándole duro a una novela de la cual aún no sé el título. He preguntado en
redes sociales, pero francamente ninguna sugerencia me convence del todo y
pretendo trabajar hasta el treinta y uno de diciembre, si Allâh (cc) lo
permite, sin importar a qué página llegue… Luego dicen que la labor de un
escritor es simple.
Hay personajes que maduran rápidamente
porque al estar basados en gente real, es fácil narrar sobre ellos. Otros en
cambio, dan guerra y cuesta desarrollarlos, pero les considero un reto
intelectual que incluso puede dar más significado al resultado final. La verdad
es que en mis novelas anteriormente publicadas, Alma Negra y Síndrome de
Estambul, me dediqué a escribir disfrutando del proceso y sin considerar el
análisis que los lectores podrían hacer. Elhamdülillah fue favorable. Sin embargo,
ahora estoy poniendo especial cuidado en entregar conscientemente varios
mensajes, ignorando si podré hacerlo realmente.
Tengo el propósito de abordar varios
temas para hacer que el lector reflexione. Además, hay mensajes escondidos para
gente que he conocido a través de estos últimos años. Quise jugar con las
identidades de aquellas personas que fueron amistades antes de mi viaje a
Turquía, para ver si se reconocen en caso de llegar a leerme. Se me ocurrió
exponer conflictos, peleas, intrigas y decir todo aquello que en su momento
callé. Me he esforzado en acentuar los afectos, para retener aquellas amistades
que todavía tengo y tal vez, recuperar alguna que haya perdido por una razón
estúpida.
La ventaja del escritor es poder
hablar de sus sentimientos descarnadamente, sin miedos ni censuras, pues son
los personajes quienes encarnan cada emoción, por así decirlo y no precisamente
el autor. Además, desde que comencé esta obra, lo hice con una premisa en
mente: me hago cargo de lo que digo, no de lo que los demás entiendan.
2 comentarios:
Genio
Gracias, Anónimo. Me habría gustado saber tu nombre. Saludos.
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