Foto: Barrio de Eminönü, Estambul - Turquía.
Cuando nacemos toda nuestra alma se
encuentra llena de energía viva, pero en el transcurso de los años que nos toca
permanecer en este mundo, partes se van muriendo hasta nuestro último minuto. Lo
que aniquila el alma por partes es el sufrimiento en sus diversas formas desde
el aparentemente insignificante hasta el más doloroso.
Una decepción amorosa, la muerte de
algún ser querido o los sueños rotos son los corte fatales causados a esa
energía interna que nos mantiene vivos, siendo el llanto la hemorragia surgida
desde dentro. Cada vez que perece una parte, algo en nosotros cambia para
siempre y no volvemos a ser los mismos aunque la superficie luzca inmutable.
Podemos seguir sonriendo públicamente
aunque el corazón solloce día tras día por largo tiempo, hasta que sin darnos
cuenta una mañana despertamos y en lugar de la herida abierta, tenemos una
cicatriz imborrable.
Entonces, aunque antes nos hayamos
resistido intentando preservar algo de aquella inocencia infantil o una
humanidad sensible, lentamente endurecemos nuestros sentimientos dando lugar a
un callo emocional, cierta coraza capaz de protegernos cuando creemos ser
incapaces de resistir otro golpe.
Años atrás, cuando Sr. L y yo éramos
amigos, lamentaba su condición por considerar que algunas personas tenían
demasiado aprendido el papel de insensible, pues me parecía que no valoraba ni
respetaba los sentimientos ajenos… El año pasado recibí en este mismo blog un
comentario anónimo que reconocí como suyo porque daba pistas demasiado
evidentes, jactándose de ser mencionado ocasionalmente en mis artículos pese a
haberle borrado y bloqueado en las redes sociales.
Ciertamente a veces hablo de él, pero
hasta hoy no me he lamentado de la decisión tomada. Todavía no podía darse
cuenta del daño hecho a terceros cuando subestimas los sentimientos y te burlas…
Creo que en parte, ésa fue una de las tantas razones para bloquearle, pues pese
a haber transcurrido tanto tiempo conociéndonos, él no cambiaba ni evolucionaba
en ningún sentido mientras yo sentía estar mirando hacia otros horizontes. ¿Qué
aporte podíamos ser el uno para el otro? Ninguno realmente.
Sigo sin justificar de ninguna manera
que una persona no valore a otra. Sin embargo, ahora entiendo la necesidad de
velar ocasionalmente por los intereses personales y no entregarse completamente
a la causa ajena, pues casi nadie antepone el bienestar de terceros por sobre
los propios.
Cuando tus sueños se rompen, al
principio sufres por sentirte desorientado frente a la vida y tener una innegable
pérdida; incluso buscas algún responsable porque te cuesta aceptar la realidad.
Pero rendirse no es para alguien que durante años ha luchado por conseguir una
meta y aunque cueste alcanzarla, pareciendo algo imposible porque todo se
opone, Allâh (cc) puede ver nuestros corazones y consolarnos.
Algunos amigos me aconsejan no perder
la esperanza aunque parezca nadar contra la corriente y otros recomiendan
cambiar mi sueño por alguno más realizable. Quizás mientras más cueste llegar
al destino, mayor es la satisfacción de recorrer un arduo camino.
Oh, mi Señor Allâh (cc), si es Tu voluntad,
concédeme la posibilidad de retornar a Estambul y vivir nuevamente aquella
felicidad que me hiciste sentir la primera vez; no dejes que me rinda ante las
dificultades. Amîn. Amîn. Amîn.
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