Ayer
tuve control médico por mi diabetes y la doctora me comentó orgullosa que hace
algún tiempo leyó una crítica de Síndrome de Estambul en la sección Artes y
Letras de El Mercurio. Entonces, lo había pedido a sus amigos como obsequio
navideño… Le recomendé comprarla por internet en BuscaLibre.com porque no la hallaría
en librerías. Pueden adquirirlo fácilmente haciendo Click aquí y les llega a
domicilio.
Esta
mañana estaba buscando la dirección de correo electrónico de mi diabetóloga
para enviarle el enlace directo de la página y accidentalmente encontré algunos
mensajes que me escribiera el Sr. L entre dos mil nueve y dos mil once.
Los
leí y me di cuenta de que incluía su número telefónico móvil. De haberlo
sabido, tal vez habría intentado escribirle por WhatsApp hace tiempo,
cuando lo desbloqueé en Facebook.
Sin
embargo, preferí eliminar definitivamente todo el contenido. Recientemente
el Sr. L me respondió por Facebook y si bien actuó amable, también
fue enfático en decirme que no reanudaríamos nuestra antigua amistad porque nuestros caminos eran distintos. En honor a la verdad, no nos separamos por diferencias irreconciliables sino por conflicto de intereses.
Ejerciendo
mi consistencia, le prometí mantenerme alejado y no seguir buscándolo. ¿Para
qué guardar su número o las palabras amables? En su
momento tuvieron mucho significado, pero ahora ocupan
gigas y no lo digo desde la acritud. Es mejor vivir de la esperanza y no del
recuerdo.
También
borré mensajes de Paulina y Cristina, escritos antes de viajar juntos a Turquía
y llenos de expresiones cariñosas. Hoy son dos de las tantas amistades que se
han roto por distintas razones.
Estuve con mi doctora por casi cuarenta minutos y nos dimos la libertad de
charlar sobre mi nueva novela, amores y desamores… Ella me decía que si alguien
no me respeta llamándose mi amigo, no lo es realmente; pero agregó algo muy
importante: si quien amas no puede ni quiere corresponderte, ¿por qué
no te lo dice de manera directa?
Años
atrás si alguien no me quería, yo insistía en ganarme su cariño. Ayer la
diabetóloga dijo que quien me amara debería hacerlo sin esfuerzo y es lógico. En
la actualidad, prefiero que me hablen sin eufemismos porque las palabras de
buena crianza sirven para que quien las dice esconda desagradables verdades,
por su temor a caer mal.
¿Y
qué más da si caigo mal por ser honesto? ¿No es eso mejor que simpatizar a
partir de falsedades? Si esas personas ya no son mis amigas y tampoco les
interesa retomar alguna relación conmigo, desde luego es irrelevante cuánto me
simpaticen.
En
el caso de Sr. L, entiendo perfectamente que tras seis años alejados por
decisión mía, ya no despierte su interés en retomar nuestra amistad. Pero si es
así, ningún sentido tiene haberme comentado alguna entrada en el blog, preguntarle a Esteban por mí o incluso enviarme saludos. Me busca y cuando le
respondo, dice que no podemos ser amigos porque tenemos caminos distintos;
entonces no debió buscarme… Estos años han bastado para que yo tampoco
insistiera y ahora, borrara sus mensajes sin pensarlo dos veces. Insisto: no lo
digo con resentimiento sino por lógica. Tampoco me habría sentido ofendido si
sólo no hubiese respondido cuando le escribí.
En
su respuesta se limitó a decirme que ha tenido una buena vida, pero sin darme
detalles y por lo tanto, contarle qué ha pasado conmigo en este tiempo habría
sobrado. Además, sé que ocasionalmente lee este blog porque le interesan mis novedades.
En
los casos de Paulina y Cristina respectivamente, así como las otras amistades
rotas en el desaparecido Tarkan Fans Chile Club oficial, se han limitado a
decir que prefieren pasar página porque sucedieron demasiadas cosas y retomar
la amistad es muy difícil… No me lo han dicho a mí porque tampoco les he
buscado, pero sin quererlo sigo enterándome ocasionalmente de algunas
novedades.
Al
respecto, es evidente que prefieren dar vuelta la página, en lugar de reconocer
sus errores y ofrecer disculpas, porque no salvarían el orgullo. Sí, ha corrido
demasiada agua bajo el puente, pero nunca han demostrado interés en
reconciliarse. Obviamente saben que yo podría ignorarles
y prefieren evitarse la humillación; es mejor según creen, fingir que no queda nada
por hacer.
Mi
doctora dice que es preferible dejar ir a esos individuos, pues nunca fueron
verdaderas amistades. Las personas maduras son capaces de superar los
conflictos, llegar a acuerdos, restar importancia a roces del pasado. Eso es
realmente pasar página, pues si eres incapaz de enmendar tus errores y ofrecer
disculpas, sólo demuestras tu cobardía, orgullo y mediocridad.
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