Desde hace un tiempo he dejado de lado
este blog por escribir mi nueva novela y tampoco me he ocupado de otros asuntos
como por ejemplo, analizar la obra de otros escritores, colegas que tienen más
talento y dedicación, como es el caso de Ignacio Fritz… Pocas veces hablo de
colegas porque no me doy el tiempo de disfrutar su trabajo, salvo que sea tan publicitado
comercialmente, que me sienta obligado a criticar, lo cual en algunas ocasiones
me ha costado incluso amenazas de demanda. Elhamdülillah no se ha dado la
ocasión en que algún escritor frustrado (sin nombre) lleve a cabo sus
reacciones desproporcionadas.
En este mundo literario me ha tocado
tener buenas y malas experiencias, como todos quienes intentamos incursionar en
las letras. También sé que los egos son una competencia muy exacerbada, dejando
el talento y la dedicación en un segundo o tercer plano.
Afortunadamente el terreno cultural en
este país todavía cuenta con guerrilleros revolucionarios e idealistas, quienes
sin tener una metralleta Hekler & Koch MP5, siguen defendiendo los pocos
puntos restantes de narrativa valiosa con una pluma o su laptop. Éste tal vez
no sea mi caso, pero sí el de Fritz, a quien como todo narrador rupturista, se
le podría considerar caudillo de una literatura oscura, nada tradicional, pero
excitante para un público exigente y disconforme.
Fundador de su propia editorial, defiende
constantemente la postura del escritor emergente que tiene nuevos mensajes para
difundir. Su propia obra es una colección polémica de palabras que los lectores
necesitan interiorizar, para salir de la modorra hasta hoy conservada en un
ambiente intelectual conservador.
Acostumbrado a romper con gusto los
patrones tradicionalistas, el joven autor no necesita esforzarse demasiado para
conducir a sus seguidores por un mundo de fantasía policial y terrorífica a la
cual el común de la gente se resiste, paralizada por el mismo miedo que les hace
quedarse en su zona de confort. Ignacio al contrario, es como un engendro
salido de su propia pluma, que no resiste el encierro ni la impuesta
estructuración; es un espectro seductor, que desde la tenue flama del rincón
donde escribe, nos entrega generosamente su arte, incomprendido a veces por los
sectores políticamente correctos. Sin embargo, es un bardo cuyos poemas
novelados encantan al público más díscolo.
Podría decirse que Fritz es un moderno
Lovecraft, cuyos demonios no se limitan a la tinta y papel sino que invaden
impetuosamente el espacio real, hablando sobre lo que nadie más se atreve a
decir. ¿Es esto algo negativo? Para nada sino al contrario, durante toda la
historia el mundo ha sido movido por los innovadores y subversivos de quienes
mientas más se les hace callar, mayor es el volumen de su voz, para derribar
las altas murallas de los círculos más herméticos, hasta romper la estructura
en sus bases y construir algo nuevo, mejor, libre.
Cuando el autor se propuso establecer
su propia casa editorial, la idea era publicar aquello que otros sellos
rechazaran por considerarlo poco comercial aunque fuese excelente. Con el
tiempo y después de mucho esfuerzo, nos han entregado obas brillantes, capaces
de renovar el universo literario chileno y global. En este sentido, los
monstruos de Fritz han hallado en las obras de otros autores a perfectos
cómplices para alimentar un imaginario colectivo en pleno crecimiento.
Bram Stoker hizo lo propio en el siglo
diecinueve con su obra Drácula, para
denunciar realidades sociales de las cuales nadie quería hacerse responsable y
al igual que su personaje ha sabido entregar el mensaje sin verse limitado por
el tiempo, muy probablemente los engendros del genio que nos convoca en este
artículo también sabrán adaptarse a las eras más evolucionadas en un futuro
desconocido.
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