A pesar del largo tiempo que ha transcurrido sin mantener contacto frecuente con mis seres queridos en Turquía, intento sobrevivir día tras día con algún breve mensaje, porque la información en los noticieros es cada vez más ausente.
Afortunadamente falta muy poco para que nuestro contacto pueda regularizarse y aún así, desde la lejanía, se deja ver una fugaz luz de esperanza al pasar los meses y leer que la cuenta regresiva ha comenzado para quienes preparan el retorno a sus amados hogares.
Desde el primer momento mis súplicas a Allah han sido rogándole que cada amigo y hermano se encuentre bien, bendecido y protegido. Estoy seguro que muchos ahora consideran el abrazar a sus familiares como una de las mayores bendiciones posibles.
Por otro lado, ésa no es mi suerte todavía, aunque diariamente ruego que nuestro reencuentro no tarde en llegar y podamos disfrutar otra vez la sencillez de un café en cualquier café osmanlí, de aquellos que te sirven un simit o los deliciosos helados turcos que son insuperables.
No es sólo el sabor lo que se extraña, sino escuchar sus voces, mirárles a los ojos para ver ese alegre brillo y abrazarlos con el deseo de no soltarlos nunca más. Sin embargo, aunque deposito mi destino en manos de Allah, la naturaleza humana que tengo no me permite desterrar completamente los pequeños rastros de tristeza por tenerles tan distantes, aún teniéndoles en mi corazón siempre.