A Rafael Flores V.
«Stanley Martin Lieber (Manhattan,
Nueva York; 28 de diciembre de 1922 - Los Ángeles, California; 12 de noviembre
de 2018), más conocido como Stan Lee,
fue un escritor y editor de cómics estadounidense, además de productor y
ocasional actor de cine».
Así comienza Wikipedia el artículo referente al cofundador de
Marvel Comics y hoy el
portal TMZ informaba sobre su sensible fallecimiento a los noventa y cinco
años, luego de que la noticia fuera confirmada por su hija, producto de las
enfermedades padecidas desde hace años debido a su avanzada edad. No obstante,
se mantenía activo y sus admiradores ya teníamos por costumbre disfrutar los
cameos que hacía en las películas del universo Marvel.
Hasta aquí lo meramente referente a la información. Debo confesar
que no soy un consumidor de historietas como Sheldon Cooper y sus amigos ni he visto todas las películas del
Universo Cinematográfico de Marvel o MCU por sus siglas en inglés. Sin embargo,
reconozco que por mucho la obra de este autor se convirtió hace años en una
obvia referencia de la cultura pop.
A veces, cuando un personaje reconocido fallece, copio la noticia
desde otro portal y la pego aquí. Empero, porque los personajes de Marvel
Comics y DC Comics definieron mi infancia y adolescencia, el lamentable
fallecimiento de este artista merece sin duda alguna que le dedique algunas
palabras propias.
Mi interés en ver películas de superhéroes aumentó
considerablemente en dos mil once con el estreno de Thor, quien pasaría a ser uno de mis personajes favoritos. ¿A quién
no le gusta Chris Hemsworth? A algunos tal vez les gustaría parecérsele. Empero,
para mi sobrino menor –a quien dedico este artículo– Spider-Man ha sido objeto de admiración desde su más tierna
infancia, cuando comenzó a coleccionar todo lo posible que se relacionara al
alter ego de Peter Parker.
Es en éste sentido que Stan Lee pudo influir transversalmente al
menos en las cuatro últimas generaciones a nivel global. Tal hazaña habría sido
poco valorable si hubiese comenzado ahora, con Internet. Pero en mil
novecientos sesenta y uno cuando cofundó su compañía junto a Jack Kirby, las
historietas eran algo consumido prácticamente sólo por adolescentes
desadaptados, incomprendidos, hostigados por sus compañeros de clase debido a
sus rarezas. Lee inició esta titánica tarea como un sueño que quizás muchos
subestimaron hasta la primera Comic-Con en mil novecientos setenta.
En ese entonces e incluso antes algunas pequeñas compañías de
cómics desaparecieron producto de la censura impuesta por organismos que no
veían con buenos ojos la publicación de historias cuyos protagonistas eran
parte de ciertas minorías raciales, étnicas e incluso sexuales. Se decía que
podían ser una mala influencia para los adolescentes, adoctrinados con décadas
de conservadurismo hoy obsoleto. Ante el riesgo de apagar su luz, Marvel Comics
debió someterse también a las limitaciones impuestas por la Autoridad del
Código de Cómics o CCA por sus siglas en inglés… Pero Lee era un genio y
hallaría el modo de entregar su mensaje.
Actualmente los fanáticos de las historietas tienen su propia
subcultura que les ha permitido integrarse a una sociedad mucho más ruda y
violenta que las páginas de un universo fantástico. Pero esto no habría sido
posible sin la iniciativa del autor que se identificó con sus lectores,
contando historias sobre mutantes discriminados, un ogro noble, un escuálido joven
muy patriota, una espía rusa que busca corregir su oscuro pasado, cuatro
astronautas expuestos a rayos cósmicos, un mago psicodélico e incluso, y aquí
me toca de manera personal, una joven musulmana con genética extraterrestre.
Quien vea las películas, las series animadas o lea las historietas
y piense que sólo encontrará aventuras de personajes ficticios con habilidades
especiales, subestima absolutamente el trabajo de un autor. Sin importar cuán fuerte,
rápido, resistente e inteligente sea un superhéroe ni lo mucho que haya
entrenado o estar destinado a gobernar reinos fantásticos, lo que da a cada
personaje la capacidad de salvar al mundo es su propia limitación humana, la
voluntad de superar sus miedos e inseguridades.
El mensaje es claro para todos nosotros: no somos valiosos a
partir de una buena apariencia física, un trabajo exitoso o las habilidades
personales sino más bien, por estar conscientes de nuestras propias
inseguridades y pese a ello, no rendirnos incluso habiendo tropezado o cuando
todo resulta adverso.
En los sesentas Lee escribía una columna y la competencia le
copiaba todas sus maneras de despedirse; por ello, quiso buscar una expresión
única de la cual no se supiera el significado exacto ni la manera correcta de
escribirla y usó una palabra latina que ha sido el lema de Nueva York desde mil
setecientos setenta y ocho; se traduce como Siempre
hacia arriba, pero él mismo explicaría en un tweet un significado personal
con el cual motivar a sus lectores: «¡Hacia
arriba y hacia adelante por la gloria mayor!».
Éste es su mayor legado y la razón por la cual hoy sus personajes
se quitan las capas, bajando las armas para guardar luto como los admiradores,
que tenemos dentro un superhéroe íntimo, capaz de hacer mejor este mundo oscuro.
Hasta siempre, Stan Lee. Excelsior!
Fuentes: Wikipedia, Sonar 105.3 FM, Spin Of.