«Quien no conoce Estambul, no conoce el amor».

Yahya Kemal Beyatlı.

Comenta en este blog

Selamünaleyküm: No olvides dejar al final de cada artículo tu comentario para el autor de este humilde blog que acabas de leer. Tus opiniones serán tomadas en cuenta para mejorar el contenido en la forma y el fondo.

Si esperas respuesta a tu comentario, debes buscarla dentro de la misma sección del artículo que comentaste. Gracias. Selam.

Carlos Flores Arias – Yahya.

Escritor chileno.

Sobre Facebook

Por favor, si me agregas a Facebook, envíame un mensaje privado diciendo que has visto mi blog, para saber dónde me encontraste. De lo contrario, tu solicitud podría ser rechazada por seguridad. Muchas gracias por tu comprensión.

jueves, 31 de agosto de 2017

Ser soltero no es tan malo

Era octubre de 2009 cuando escribí la entrada que quizás sea una de las más comentadas en este blog, titulada Haygente que nace para estar sola. Extrañado por la llegada que mis palabras tienen en algunas personas, decidí leerla para recordar qué escribí tan significativo y para mi sorpresa, no resistí darle una completa lectura al verme decir entre otras barbaridades que «Me resulta completamente desolador un paisaje en el cual alguien no únicamente esté solo, sino que además lo acepte, y se sienta conforme con ello». ¿Y por qué no?
Hoy me espanto viendo que a esa edad pensaba como una típica mujer decimonónica victoriana cuya única meta podría ser casarse antes de quedar solterona. Soy un hombre del siglo XXI, pertenezco a la generación de los jodidos Millennials y debería tomar en cuenta todas las oportunidades que esto ofrece.
Más me horroricé al leer «Sea por el costumbrismo social o el tradicionalismo, a los veintiocho años aún tengo la esperanza de terminar mi vida acompañado». Conste que jamás me he drogado para escribir… Está bien querer estar con alguien cuando lleguemos a la senectud, pero decirlo teniendo menos de treinta, proyectándome como si ésta fuese la única alternativa para ser feliz en este mundo, me parece demasiado pesimista.
Está claro que los lectores ni siquiera vieron qué más había en este blog y a esa edad, yo todavía no había viajado a Turquía, no tenía como meta el volver y dicho sea de paso, tampoco había tenido grandes experiencias en el terreno amoroso sino en su mayoría, sólo expectativas. Mis lectores deberían considerar que alguien inexperto no puede dar consejos y yo sólo estaba dando mi opinión sobre un asunto específico, pero jamás he sido dueño de la verdad.
No me malentiendan, pues me halaga enormemente que sientan como suyas mis vivencias y puedan identificarse con algunas cosas que me pasaron. Sin embargo, sería apropiado no sólo tomar en cuenta esos artículos donde critico nuestra sociedad, aunque sean la mayoría sino además, aquellos donde de alguna manera he pretendido abrir la puerta para que entre aire fresco.
Actualmente no pienso de la misma manera que lo hacía en 2009. Supongo que por entonces debí estar enamorado de alguien que me ignoraba, pero ahora pienso que uno mismo debe ser el primero en valorarse, en darse la oportunidad y no esperar que el amor toque a la puerta.
Y si uno está soltero, tal vez deba dejar de buscar entre la fauna que le rodea, hacerlo en horizontes más lejanos o plantearse nuevos retos. Considero que la máxima meta en esta vida no puede ser hallar con quién compartirla hasta que nos llegue la muerte, como dándole a otro la responsabilidad de completarnos... Hay tanto por hacer y no gozamos de tiempo sobrante para amargarnos porque una, dos o tres relaciones fracasaron.
Sería egoísta de nuestra parte entregarle a una pareja la carga de satisfacer aquellas carencias que nosotros mismos no hemos podido completar. Además, para tener una relación amorosa satisfactoria primero se debe estar mental y emocionalmente sano; quiero decir que si pretendemos encontrar a la pareja perfecta, mejor leamos cuentos de hadas porque nadie es perfecto y quien esté con nosotros, carga su propio pasado. Añado a esto que podamos pedirle al otro una solución si no hemos resuelto nuestros propios asuntos.
Esto, chicos y chicas, es como la masturbación… Una de nuestras primeras relaciones es con nosotros mismos y si estamos disconformes, no vendrá un extraño a darnos aquello que ignoramos necesitar. ¿Cómo pretendo que un extraño me haga feliz si no lo soy en mi soledad, si no me conozco lo suficiente?
Algunas personas cometen el error de esperar que una relación amorosa les solucione la vida vacía que llevan. Conozco gente soltera y madura que no se amarga, porque viaja bastante, conoce otras culturas, les gusta su trabajo, etcétera. Hay quienes siempre ven el vaso medio vacío, considerando prioritario aquello de lo cual carecen en desmedro de lo que tienen. En esta vida no se debe ser desagradecido porque puede ser importante tener una relación amorosa pero si estamos solteros, al menos tenemos religión, familia, amigos, salud y algunos hasta trabajan. ¿Por qué no valorar todo eso?
Tal vez algunos están solteros porque de momento, no se encuentran maduramente preparados para sostener una relación amorosa, pero son aventureros y les gusta viajar, tener nuevas experiencias, aprender del diario vivir. Una pareja te limita en todo esto, porque debes estar presente y en algunos casos, no se disfruta de la libertad necesaria para tener una vida propia.
El mejor ejemplo de esto es que alguien con vida amorosa descuida a sus amistades y sólo las atiende cuando está soltero o dicho de otro modo, tiene tiempo libre. Las personas a quienes les amarga su soledad prolongada –y lo digo por experiencia propia–, suelen creer que una relación es sólo aquel estado inicial de enamoramiento, pero en realidad es bastante más demandante que eso y a veces, no les gusta estar para el otro.
Foto: Escritora Adèle Hugo (1830 - 1915). 
En otros casos, todo se derrumba porque no aceptamos la relación como viene y en gran medida, tampoco a la pareja que tenemos sino al contrario, tratamos de amoldarla según un ideal, pero tratándose de sentimientos, las idealizaciones sólo causan frustración.
¿Y por qué validarnos a través de una relación? O sea que si no somos felices sería culpa del otro; eso es algo bastante egoísta. Cuando uno madura, la principal característica de nuestra adultez es hacernos cargo de nosotros mismos, aceptarnos tal cual somos y desarrollar las oportunidades que tenemos… Está bien deprimirse cuando una relación se acaba, pero también deberíamos concentrarnos en los demás aspectos de la vida, fijarnos metas, perseguir sueños y veríamos que al estar contentos con cuanto hacemos, la plenitud se hace más fácil.
Por otro lado, la gente ve lo que proyectamos al mundo. Sería muy difícil hallar pareja y hacer funcionar una relación si el resto nos ve depresivos, enamorados de alguien que no nos corresponde y sin ganas de seguir adelante… Por el contrario, si desarrollamos la resiliencia causaremos admiración en otros y cualquiera quiere estar con alguien capaz de continuar tras una caída. Además, es muy interesante un individuo cuyo centro en la vida no resulta ser el amor perdido.
Para qué vamos a ser delicados…, resulta patético perseguir a alguien que no nos corresponde, insistir en retomar una relación fracasada o creer que aún tenemos una oportunidad cuando en realidad, todo está de un siniestro total. No podemos obligar a una persona para estar con nosotros, si lo sabré yo. Los sentimientos deben darse de manera espontánea y voluntaria.
Si nos empecinamos en mantener relaciones enfermizas o mantener vínculos sentimentales con alguien que ya nos ha sacado de su vida, podríamos obsesionarnos al punto de desarrollar una erotomanía, locura de amor o como también se le conoce, el síndrome de Adèle Hugo. Ésta escritora fue hija del también autor francés Víctor Hugo y se le conoce por padecer esquizofrenia siendo todavía una mujer joven; su obra más reconocida quizás sea el diario íntimo que llevaba describiendo el enfermizo amor que sentía por un militar británico que le rechazó y al cual, siguió por varias partes en sus viajes.
Yo también he sufrido por amor y de ello hay tanta constancia en mis diarios íntimos como aquí. Pero por dignidad uno debe darse cuenta cuando la persona amada no nos quiere. Además, si avanzamos en la vida seremos los únicos lamentándonos a un costado del camino mientras el resto continúa y nos deja atrás.

domingo, 6 de agosto de 2017

Carta de despedida para Sr. L

No recuerdo bien la fecha, pero hace seis años cuando viajé a Turquía, conocí gente por la cual me sentí valorado, amado y respetado. Al regreso, mi reencuentro con el Sr. L –¿se acuerdan de él?– no fue todo lo que podría esperarse de dos amigos cuyas mutuas palabras hablaban de tanto cariño, añoranza y vivencias comunes rememoradas cuando estuviésemos ya viejos. Más bien resultó frío, distante, porque había experimentado nuevos sentimientos que reforzaron mi alicaída autoestima. Le entregué los regalos traídos desde Estambul, paseamos por el centro de Santiago y luego, me despedí sin saber si le vería nuevamente en esta vida.
Para entonces, ya tenía en mi corazón el deseo de ser musulmán, aunque como he dicho muchas veces, sabiéndome un ser humano imperfecto no pretendía ni lo hago ahora, alcanzar la santidad. Hay cosas en el alma a las cuales llamamos nuestra esencia.
El tiempo hizo que nos distanciáramos aún más, mientras que hasta cierto punto me dejé influenciar por opiniones de terceros –aunque con esto no pretendo eximirme de mi responsabilidad– y lo bloqueé en mis redes sociales sin decirle, como veces anteriores cuando simplemente lo eliminaba, que nuestra amistad había terminado… Tampoco asumiré toda la carga de ello, porque en su momento tuve razones de peso para tomar aquella decisión al darme cuenta de que necesitábamos avanzar y juntos no lo estábamos logrando: ambos esperábamos lo que por distintas razones, el otro no nos podía dar.
Habiendo pasado un tiempo, Esteban quien antes tanto se empeñara en hacerme ver los defectos del Sr. L, pasó a ser su principal defensor hasta el hartazgo –de hecho, ésta fue una de las razones por las cuales también terminé nuestra amistad–, insistiéndome en que todos merecemos una segunda oportunidad, pues el aludido tanto me extrañaba como me quería y hasta hacíamos una bonita pareja (aclarado sea que jamás lo fuimos). Sin embargo, evitando detallárselas, con la misma constancia le recordaba que había tenido mis razones para bloquearlo. A pesar de esto, siempre me extrañó que aun teniendo mi número telefónico o cómo conseguirlo por medio de nuestras amistades comunes, nunca me llamara a pesar de extrañarme tanto, en lugar de enviarme saludos con personas a quienes poco frecuentaba. Es sólo una duda.
Los años siguieron transcurriendo y el pesar de no haberme sentido valorado, se fue. Llegó así el 13 de noviembre de 2015 y un comentario anónimo en este blog rezaba: «A veces... Tantos años teniéndome bloqueado y “a veces” te sigues acordando de mí (como yo de ti). Un gran abrazo Carlangas. Mucho éxito». Lo interesante fue que en la entrada había mencionado uno de los tantos dichos que siempre repetía el Sr. L y a pesar del anonimato, pude reconocerle. Se había presentado la oportunidad perfecta para explicarle al menos un motivo y brevemente destacar que no sentía rencor.
Como siempre ocurre, el tiempo no se detuvo y desde hace algunos días en mi mente rondaba la curiosidad por saber qué sería de aquel amigo con quien a diferencia de otros, no tuve una pelea ni una separación ofensiva sino al contrario, simplemente hice mis maletas para retirarme sin despedirme cuando ya no estaba aportando a la relación. También recordé las palabras de Esteban al decirme que todos merecemos una segunda oportunidad, me asaltó la conciencia aquel du’â hecho diariamente para recobrar algunas amistades perdidas y por último, no pude evitar recordar que eventualmente todos moriremos. No quise irme de esta vida sin dar esa posibilidad de reconciliación, teniendo en consideración que el Sr. L aparentemente no me guardaba rencor.
Por eso, lo desbloqueé en Facebook y le escribí un mensaje privado recordándole su comentario en el blog, mencionándole que podía agregarme si así lo deseaba, pero entendería si decidía no hacerlo y por último, correspondiéndole el cariñoso saludo.
Es cierto que al principio me molestaba la intervención de terceras personas en nuestra amistad, tanto para criticarlo como abogando por su causa. Al igual que sucede con los sentimientos -siendo muy inútil presionar a alguien para declararse antes de que se sienta emocional y mentalmente listo-, también necesitamos tiempo para madurar y darnos cuenta de aquellas cosas imperceptibles cuando no podemos ver más allá del propio ombligo. Seis años debieron pasar, habiendo cumplido la misma edad que tenía Sr. L cuando nos separamos, pero finalmente comprendí que recordarlo estos días podía ser un presentimiento o simple nostalgia porque me guste o no, fue parte del proceso llamado madurar.
Algunos podrían creerse con el derecho de reprocharme que haya dejado pasar demasiado tiempo antes de escribirle, pero creo firmemente que todo sucede en el momento preciso -ni antes ni después- y tal vez el resultado final de este acercamiento no debía ser una reconciliación sino más bien, una despedida en buenos términos. Allâh (cc) sabe que si le hubiese escrito hace cinco años, cediendo a la presión de Esteban, no habría sido sincero pues todavía tendría algo de resentimiento y sí, durante este período había sentido el impulso de desbloquearlo, pero no me sentía suficientemente preparado, no sabía qué decirle y hasta cierto punto, temía una mala reacción. Creo que seis años es el tiempo justo para cerrar nuestras heridas y además, me aproximé por voluntad propia, sin sentirme presionado. Esto demuestra que mi interés en reconciliarnos era sincero, pero tal vez no debía ser; debo quedarme tranquilo habiéndolo intentado.
Pasaron tres horas antes de recibir su respuesta, que tampoco citaré textualmente aquí por considerarla relativamente privada, aunque sí puedo decir que para mi sorpresa no fue nada hostil sino todo lo contrario. Empero, el último párrafo fue sin duda una despedida: «No te agrego sólo porque ahora, nuestros caminos son distintos, pero siempre serás parte del camino que recorrí y yo del que recorriste tú. Bendiciones».
Fue muy gentil al responderme de manera casi inmediata, afable y educada. Pero al parecer, Esteban exageraba tanto criticándolo cuando éramos amigos como defendiéndolo cuando ya no teníamos una relación. Tal vez Sr. L se encontró con este intermediario y sólo le preguntó si acaso me había visto, cómo estaba o me envió sus saludos; pero esto fue aumentado al punto de hacerme imaginar que en realidad podía existir un reencuentro o que él estaba sufriendo muchísimo.
Cuando Esteban y yo charlábamos, ineludiblemente acabábamos hablando de Sr. L; es cierto que en su respuesta me dice «Justo hoy me estaba acordando de ti» pero como mencioné anteriormente, no importa cuántos años pasen siempre seremos los mismos en esencia y tal vez me recuerda esporádicamente por alguna frase específica -es mi caso-, pero no me lo imagino extrañándome a ultranza como lo describían. Recuerdo un hombre sin problemas con los apegos emocionales como yo los tenía entonces y pasando los años, aprendí a hacer algo parecido. Yo le criticaba abiertamente que me tratara como algo desechable, por decirme que si un individuo no le aportaba, lo sacaba de su vida. En aquel momento me molestaba muchísimo si alguien me eliminaba en las redes sociales. Hoy aprendí que quien me quiere es porque soy querible y quien está conmigo es porque desea acompañarme.
Como escritor soy también muy buen lector de las emociones humanas, pues son todo mi capital y sé que un mensaje no es sólo las palabras escritas sino lo dicho de manera subliminal.
«No te agrego sólo porque ahora, nuestros caminos son distintos». Después de seis años ha pasado mucha agua bajo el puente, Carlos y ahora, no creo que tengamos tanto en común como antes. Tu religión o tu nueva forma de vida no concuerda con la mía y tampoco quiero incomodarte. No quiero ser responsable de llevarte por el mal camino.
Al respecto, debo decir nuevamente que siendo musulmán no pretendo alcanzar la santidad. Le habría explicado al Sr. L que según el Islam, tenemos libre albedrío pero cada cosa que nos sucede o hacemos, está escrita en nuestro destino, por lo cual él no sería responsable de mis acciones y además, cuando uno está seguro de su fe, puede ser creyente incluso paseando por el Barrio Rojo de Ámsterdam.
Sin embargo, nuestro intercambio fue tan breve, que ni siquiera nos actualizamos de lo sucedido en nuestras vidas y no habría tenido tiempo de detallar cuestiones teológicas. Entendí que no darme detalles de su vida durante este tiempo ni preguntarme qué ha ocurrido conmigo era porque en el fondo, quería evitar abrir la puerta.
En una segunda respuesta mía, le dije que esperaba retomar nuestra amistad precisamente porque ahora tenemos más diferencias.
Reitero que hace seis años tuve motivos para alejarme y al parecer, Sr. L no estaba tan en desconocimiento de ellos. Sin embargo, tras este tiempo ya no existen esas aprehensiones que tenía por él, lo cual incluso debería hacerle sentir más cómodo ahora que antes.
Si temiera que yo intentara convertirle a mi religión, debe saber algo: en Turquía conocí a un chico del cual quiero proteger su identidad. Tenía entonces veintisiete años y como la mayoría de los jóvenes turcos tradicionales, era casto… Solía destacar hasta el hartazgo todo cuanto era haram o prohibido; si yo quería ir a una discoteca, él me decía «Eso es haram. El verdadero musulmán no frecuenta esos lugares». Pero jamás pensó que se enamoraría de alguien que me acompañaba en el grupo de fanáticas de Tarkan. Con los meses, engañó a su familia para venir a Chile y reencontrarse con su amada, sin importarle que mentirles a los padres fuese incorrecto y fornicar es haram. Fue lo que mi religión denomina un hipócrita. ¿Me entiende, Sr. L?
Yo sé que ser musulmán no me exime de cometer errores. Por eso, sólo digo lo que mi religión dicta si alguien me lo pregunta o es necesario explicar, pues es mi obligación responder y no guardarme el conocimiento… Pero según el propio Islam, se corrige en privado y se felicita en público, por lo cual no debería temer que le predicara de manera molesta para hacerle sentir mal cuando usted hiciera algo que según yo y para mí sería incorrecto. Cada persona sabe lo que hace, más si es adulta y debe hacerse responsable de sí misma.
Me enorgullece decir que durante mi corta vida he tenido amigos cristianos, judíos, musulmanes, de distintas nacionalidades, ideologías políticas, orientaciones sexuales y con un sinfín de características. También he conocido gente que no admite la idea de tener amistades diversas, tolerando sólo aquellas con quienes tienen mucho en común. Me parece que ser igual a mí no es un requisito para establecer una amistad con alguien y al contrario, las diferencias nos enriquecen.
Aunque fue muy amable contestando, no puedo descartar del todo la posibilidad de que estos años estando bloqueado mataran su interés en ser mi amigo y me parece lógico… Desconfiaría si en su respuesta no se dejara ver algo de desdén, pues al fin y al cabo, es humano.
En mi mensaje le hice ver que me habría gustado retomar nuestra amistad, pero entiendo perfectamente que después de seis años le parezca inapropiado y para los dos el alejamiento tuvo en alguna medida, efectos positivos tal como yo creí cuando tomé esa decisión… Por esto, respetaré su deseo de mantenernos alejados y no insistiré como lo hubiese hecho antes, cuando mi idea de la amistad para toda la vida era patética.
Me satisface haber superado añejos rencores por no comprender sus puntos de vista siendo infantil, aunque si mal no recuerdo, él también lo era en algunos aspectos. Tal como le dije, «Hace seis años no habría tenido la madurez suficiente para hablar y tampoco habría tomado a bien que prefirieras mantener las cosas como hasta ahora». Todavía me acuerdo de algunas cosas que pasaron, pero ya no con la misma frustración, siendo capaz de restarles importancia.
Esta aproximación fue buena porque pude comprobar varias cosas:
En primer lugar, que pese a mi arbitrariedad de aquel entonces –justificada, insisto–, no me guarda rencor.
En segundo, que pude ponerle un final feliz a nuestra historia, a diferencia de otras amistades rotas que han terminado muy mal. Además, haberlo bloqueado antes fue apenas ponerle tres puntos suspensivos.
La tercera, que Sr. L ha tenido una buena vida y no está destrozado como me lo describiera en alguna medida el exagerado Esteban. De verdad, me alegra y tranquiliza.
La cuarta, que le di una segunda oportunidad tal como Esteban me pidió tantas veces y ahora, fue Sr. L quien decidió conscientemente no tomarla, por lo cual aunque seguiré siendo parte de su vida y el malo de la película por bloquearlo –no digo que él piense así de mí sino que podría parecerles a algunos–, ya no soy culpable de tomar una decisión unilateral… Si Esteban y yo aún fuésemos amigos, ya no podría señalarme con el dedo, pero con los años he aprendido a restarle total importancia a los inquisidores.
La quinta, que saldé mi deuda con Sr. L y puedo irme tranquilo de esta vida en ese aspecto, inquietud que en principio me motivó a escribirle.
Tal como le dije al despedirme… «Un abrazo cariñoso y que Allâh (cc) siempre te acompañe (Amin)».

Nota 1: Aclaro que no estoy corrigiéndo públicamente al destinatario de este artículo, porque no doy su verdadero nombre.
Nota 2: Después de enviarle este artículo en un mensaje privado de Facebook, me despedí de Sr. L y lo bloqueé,  sólo para respetar su deseo de separar nuestros caminos pero a diferencia de la vez anterior, aquí le doy todas los argumentos sin quedar con cuentas pendientes.

Gracias por tu visita

Si llegaste a este blog y lo leíste, agradezco que me dedicaras un poco de tu tiempo.

Asimismo, te invito a dejarme tus comentarios, sugerencias, peticiones y críticas constructivas en los posts.

Por último, si te agradó, puedes añadir un vínculo de La Pluma Dorada en tu página web, blog, fotolog o espacio personal y así, colaborar al crecimiento de este humilde rincón. También te invito a convertirte en seguidor.

Espero tenerte de regreso; siempre serás bienvenido. Hasta pronto.

Yahya. Carlos Flores A.
Escritor chileno.