«Quien no conoce Estambul, no conoce el amor».

Yahya Kemal Beyatlı.

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Carlos Flores Arias – Yahya.

Escritor chileno.

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lunes, 17 de marzo de 2014

El diario es el mensaje

Aquí los diarios de la escritora británica Virginia Woolf en Sussex. Eran pequeños cuadernos de bolsillo donde registraba conversaciones privadas con amigos o lo que le acontecía diariamente. Cuando guardaba reposo debido al trastorno bipolar que padecía, solía escribir «Cama» solamente.
El 28 de marzo de 1941, Woolf se suicidó. Se puso su abrigo, llenó sus bolsillos con piedras y se lanzó al río Ouse cerca de su casa y se ahogó. Su cuerpo no fue encontrado hasta el 18 de abril. Su esposo enterró sus restos incinerados bajo un árbol en Rodmell, Sussex.
En la fecha de su suicidio, su marido escribe la última entrada en el diario igualmente breve, escribiendo «Muerta».
Para mí, que como escritor también tengo el hábito de llevar un diario, hay ciertos momentos en los cuales me es inevitable la comparación, guardando las distancias porque seguramente soy mucho más conocido por este humilde blog que por Alma Negra, mi hasta ahora única novela publicada.
Elhamdulillah hay momentos en los que sin sufrir depresión bipolar, quisiera desaparecer en algún lugar distante donde nadie me conociera y allí, olvidar mis penas o a la gente que las causa.
Seguramente hay muchos de ustedes que me entenderán. A veces se tienen ganas de tomar una mochila con pocas cosas y partir sin rumbo fijo. Sin embargo, habemos quienes por impedimentos físicos no podemos hacerlo. Ahora mismo me siento como Alí Babá, el de los cuarenta ladrones, porque estoy todo el día metido en la cueva (mi habitación) y extraño muchísimo pasear por Eminönü o Beyoğlu comiendo un simit.
En Chile la vida  se me apaga un poco, aunque de todas maneras siempre agradezco a Allâh (swt) el estar vivo, pues me permite darme cuenta de los grandes tesoros que tengo.
Para la gente que hoy está deshumanizada debe ser realmente frustrante no poder apreciar en su total magnitud algo tan valioso como el afecto, el incalculable valor de un abrazo dado sinceramente, porque deseas quedarte pegado a la persona que se lo das.
Aún más angustiante para Virginia debió ser notar cómo perdía aquellos amores, presa de una enfermedad que entonces era considerada demencia. Un dolor en el pecho les viene a aquellas personas que tienen tanto cariño para dar y por diversas razones, no pueden. Supongo que el alma torturada es parte del contrato de ser artista.
Así le ocurrió también a la célebre Frida Kahlo, quien también llevaba un diario actualmente publicado, bastante más heterogéneo de aquellos que uno está acostumbrado a leer con simples palabras, señalando fecha y acontecimiento, como yo lo hago.
En este caso, la artista también plasma su vida con otras formas de creatividad como la técnica epistolar, la pintura y el dibujo, permitiéndose hacer un autorretrato literario del cual posteriormente, muchas veces arrancó páginas para obsequiar a sus amistades.
En la foto del diario se lee «Diego», haciendo referencia a Diego Rivera, su marido entre 1929 y 1931 y quien fuera considerado el gran amor de su vida.
Frida Kahlo murió en Coyoacán el 13 de julio de 1954, dejando tras de sí un patrimonio cultural ricamente nutrido no sólo por sus pinturas sino también por la narrativa casi literaria que éstas contenían.
Equivocado está quien cree que una narración puede entregarse a través de las palabras. Ya desde la Edad de Piedra el hombre primitivo pintaba las paredes cavernarias con imágenes semejantes a la fauna que le rodeaba y gracias a eso, nosotros sabemos en parte cómo se desarrollaba su vida entonces.
Para muchos hoy resulta más fácil y entretenido ver la adaptación cinematográfica de una novela, pues leer el libro constituye un obvio ejercicio de concentración e imaginación que muchos han dejado dormir.
Imágenes estáticas como las que hacía Frida en sus pinturas, recobran el sentido narrativo del dibujo prehistórico y nos transportan a los tiempos primigenios del ser humano, cuando esa expresión infantil de pintar se transformó en un medio de comunicación masiva, pues desde aquellos años hasta hoy millones han podido recibir el mensaje.
Tal vez mi mayor legado como escritor sea el diario en sí mismo, del cual aquí les dejo una imagen muy representativa de lo que soy, aunque pocos puedan leerlo tras mi fallecimiento, porque dudo que a alguien le interese tomar ese material para editarlo y publicarlo. Sé bien lo jodido que es editar un manuscrito.
Muchas páginas se han perdido durante estos años debido a mudanzas o simplemente porque se han borrado, como cuando solía escribir en el computador y un virus me obligó a formatearlo en 2001. Sin embargo, parte de ese relato se mantiene archivado en mi librero, dando cuenta del casi imperceptible crecimiento que he tenido, los cambios en mi forma de pensar y actuar frente a la vida y al mundo que me rodea y a veces, me absorbe.
Ahí está el fiel testimonio de todos quienes han pasado por mi vida: aquellos que se fueron y quienes he preferido conservar a mi lado. De algún modo, el diario no sólo constituye una acreditación de mi propia existencia sino también las de todos ellos y cómo han influido para hacerme quien soy.
Ocasionalmente escribir se convierte en una tarea demandante más que en un método de escape y entonces, debo respirar hondo para dejar que mi mano se mueva incluso estando acalambrada, por falta de descanso. Ésta es sin duda alguna, otra razón por la cual me gustaría escapar: porque en algunas oportunidades mis relatos son aquel pasaje hacia otras dimensione, donde no necesito ser yo mismo.
Posiblemente todo escritor ha sentido alguna vez que su pluma es la llave hacia un mundo imaginario, donde puede navegar libre y esta realidad constante no lo persigue. Sin embargo, llega el momento en que debemos retornar al encierro de nuestras aprensiones, los temores inventados, las acosadoras culpas y las limitaciones innegables.
Aún así, sigo escribiéndolo porque me resulta increíblemente terapéutico y hasta un buen método para evitar el psicoanálisis cuando cumpla cuarenta. En sus páginas puede haber un avispero de frustraciones, pero también la máxima felicidad que he experimentado. Y de todo ello quiero guardar un recuerdo para sentirme vivo si llega en día en que, como Virginia, me sea imposible levantarme de la cama.

viernes, 14 de marzo de 2014

Escritor chileno Pablo Simonetti es discriminado

En la foto: Pablo Simonetti Borgheresi, escritor chileno.

Bismillah.
Durante estos últimos días he escrito artículos promoviendo la tolerancia y hablando sobre aceptarnos unos a otros en nuestra condición humana. Apenas publiqué ayer, el también escritor chileno y objeto de mi admiración, Pablo Simonetti, revolucionó Facebook y Twitter posteando lo siguiente:
«Hace menos de una hora, entré a un ascensor en el piso 10 de la Clínica Alemana. A medida que bajábamos iba subiendo más gente. En el tercero entró un hombre de unos 70-75 años, acompañado de su mujer. Quedaron pegados a la puerta y yo al fondo. En voz baja pero perfectamente audible, al verme dijo:
-No se nos vaya a pegar el sida.
-¡Qué!-exclamó ella.
Él apuntó hacia mí con un gesto de la boca al decir:
-Va el escritor al fondo.
-¿Qué dijo, señor? -lo interpelé-, ¿que se le puede pegar el sida?
-Que ojalá no se me pegue -me encaró. La gente alrededor permaneció muda.
-Ojalá que a mí no se me pegue su homofobia.
-¡Yo los deploro!
-¡Yo lo deploro a usted!
El ascensor se detuvo en el siguiente piso y ellos se bajaron. Desde afuera el tipo volvió a gritar:
-Yo deploro a estos maricas.
Dos personas que iban en el ascensor me dijeron que no me hiciera mala sangre, que huevones había en todas partes. Los demás se hicieron los desentendidos. Yo me hice mala sangre igual y todavía siento la rabia que provoca la humillación.
Este incidente me hizo pensar una vez más en los cientos de miles de chilenos y chilenas que aún tenemos que sufrir humillación, exclusión, violencia e incluso la muerte a manos de gente homofóbica, gente buena en apariencia, pero tan violenta como el tipo que me agredió en el ascensor. Hay cientos de miles de chilenos y chilenas que, además de tener que encarar las adversidades de sus vidas, tienen que soportar el atropello machista.
Y me hizo pensar especialmente en las personas portadoras de VIH y el horrible prejuicio que todavía pende sobre ellas.
Ya es hora de que nuestro país les confiera plenos derechos a las personas lesbianas, gays, bisexuales y transexuales, ya es hora de que el Estado se esfuerce en implementar políticas públicas para erradicar de una vez por todas estos prejuicios que tanto hieren y que estigmatizan a tantos cuyo único deseo es ser reconocidos, respetados y tratados como iguales». 
Sin poder pasarlo por alto debido a lo que durante la tarde había postulado, me sentí motivado para comentarle:
«As salam aleykum Pablo... InşAllah mis palabras no pasen desapercibidas. Yo comprendo tu postura porque si te acuerdas, soy minusválido y he aprendido que todos sufrimos en mayor o menor medida de discriminación. Este tipo de gente a la que te refieres, me da más lástima que rabia, porque no están conscientes de que ellos mismos podrían ser discriminados y se afanan de una normalidad que en realidad nadie posee. Nadie puede definirse como normal en tanto exista la diversidad... El principal motivo de que esta gente te ataque no es que hayan percibido algo desagradable en ti, sino que reflejan sus propios temores y defectos. En realidad, nos incluyo a todos cuando digo que no hemos alcanzado un punto en el cual podamos respetarnos más allá de las características particulares, porque no aceptamos la condición humana del prójimo sino sólo la propia. Me explico: nos autoperdonamos y justificamos todos nuestros errores y defectos porque somos seres humanos imperfectos, pero no nos medimos al momento de ofender a otro, porque la gran mayoría no empatiza ni reconoce en otra persona esa misma humanidad imperfecta, esa igualdad. Momentos como el que viviste serán inevitables en tanto haya quienes no reconozcan en el otro a un igual. Compadezco a ese hombre por no reconocer sus propias limitaciones. Salams».
No pude ponerle puntos aparte porque la configuración de Facebook es bastante particular para la puntuación. Sin embargo, sabiendo cómo es Pablo porque en más de alguna ocasión he tenido el placer de charlar con él, me atreví a escribir esto porque mi humilde comentario recibió ochenta y cuatro Me gusta..
Allâh (swt) y mis lectores son testigos de que en este mismo blog he escrito artículos defendiendo los derechos de todas las minorías pero también, aclarando que según mi perspectiva, las minorías sexuales tienen que cumplir con ciertos deberes para exigir derechos y en honor a la verdad, he conocido muchos casos en los cuales homosexuales le dan más espacio a las excesivas libertades.
Sin ánimo de juzgar en absoluto porque no me corresponde, es mi simple opinión cuando digo que estas actitudes frívolas no contribuyen en nada al extenuante esfuerzo que personas como Simonetti realizan diariamente, para mejorar nuestra sociedad desde su vereda aportando a la tolerancia y desarrollando paulatinamente un respeto que hoy en día no sólo las minorías sexuales necesitan sino todos.
Como no podía escribir un artículo en la biografía de Facebook que mi colega tiene, dejé fuera algunos puntos que me gustaría desarrollar aquí.
Para empezar, es bastante negativo e incluso nefasto diría yo, que alguien estigmatice pública o privadamente a una persona por su orientación sexual sin siquiera conocerlo realmente con una enfermedad. En primer lugar, no sólo se discrimina a la persona individualizada, en este caso Pablo Simonetti sino que también a toda aquella gente que padece VIH.
No cuestionaré para nada las razones por las cuales alguien podría contagiarse. Algún lector podría comentarme que si un seropositivo lo es, puede ser por su conducta privada. Sin embargo, yo he conocido a estas personas y sé positivamente que no se les debe castigar socialmente, aún más.
Por favor, tengamos criterio suficiente para distinguir cuándo debemos hablar o permanecer callados. Ninguno de nosotros puede tener plena seguridad de no sufrir en el futuro algo así en carne propia o con algún ser querido. A veces somos descuidadamente hirientes y vamos por la vida vomitando veneno contra otro porque creemos que jamás le volveremos a ver o nunca nos sucederá lo mismo e incluso algo peor. ¿Quién de entre nosotros puede tener esa seguridad?
A menudo actuamos con tal soberbia, distinguiendo a quienes se merecen un castigo divino e ignoramos que esa actitud es en sí misma punible. Es desearle el mal a alguien sólo por ser como es y no como a nosotros nos gustaría que fuese.
Deberíamos entender que mientras exista diversidad en cualquiera de sus formas –y siempre existirá-, corresponde respetar al otro en su espacio, su individualidad humana. ¡En el nombre de Allâh! ¿Cuánto necesitamos comprender y realmente interiorizar que todas las personas son valiosas por sí mismas, más allá de las particularidades? Los consensos sólo son posibles si yo como ser humano y quitándome todas las etiquetas socioculturales, acepto al prójimo como un igual más allá de los puntos en común. Allâh (swt) no nos pide que amemos –y respetemos- solamente a las personas que piensan y viven como nosotros. Más bien, Él creó la diversidad y ha permitido que ésta se desarrolle en diversas formas.
Quiero que me entiendan porque éste no es un discurso fundamentalista. Sin embargo, nadie tiene derecho desde su propia e ineludible imperfección humana a decir ni insinuar siquiera quién merece o no ser respetado según su existencia.
Hay veces en que uno mismo se topa con personas insoportables y en mi caso particular, hay algunas con quienes no puedo compartir el mismo espacio por más de dos minutos como tiempo máximo. Empero, cuando eso me sucede, simplemente me retiro discretamente hacia otro sitio donde pueda sentirme cómodo y de ningún modo ataco física o verbalmente a quien me desagrada, aunque sean muchas las ganas de hacerlo. Si llegase a proferir algún insulto o comentario malicioso para hacer notar mi molestia, jamás se me ocurriría desdeñar por alguna enfermedad, orientación sexual o causal de posible discriminación.
Bien dice Pablo: «Hay cientos de miles de chilenos y chilenas que, además de tener que encarar las adversidades de sus vidas, tienen que soportar el atropello machista». Me gustaría ir aún más allá, pues no son sólo mis compatriotas y el ataque no se limita únicamente al machismo. A veces somos tan descriteriados, que actuamos discriminando a los demás como si fuésemos perfectos.
Quien me conoce sabe que uso silla de ruedas y lentes, soy zurdo, diabético e inevitablemente todo eso se me nota. ¿Acaso no sería yo un soberano estúpido si discriminara a otros por alguna característica en particular? No hablemos de defectos ni enfermedades porque en esto quiero ser claro: aunque muchos lo crean así por diversas razones, al menos según mi modo de ver, la homosexualidad no es una falla de diseño. Sé que muchos hermanos míos pensarán en mi afirmación como una bid'ah o innovación del Islam, comprendiendo que ésta es prohibida o haram. Sin embargo, mis argumentos son simples:
«No cae una hoja de un árbol sin que Allâh (swt) lo permita». Esto se refiere a que no hay nada ajeno a Él y si permite la diversidad en todas sus formas, incluida la sexual, no es nuestro rol discriminar. Ciertamente la Tora, la Biblia y el Noble Corán prohíben explícitamente conductas homosexuales dentro del margen de la fornicación, considerada haram. Sin embargo, si existe la homosexualidad nosotros debemos aceptar que la voluntad de nuestro omnisciente Creador es muchas veces incomprensible para nosotros, que tenemos limitados conocimiento y criterio.
Entre los noventa y nueve bellos nombres o atributos de Allâh (swt) se destacan insistentemente:
Ar-Rajmân: el Benefactor, el Misericordioso.
Ar-Rajîm: el Compasivo.
Al-Ghaffâr: el Indulgente, el Perdonador por excelencia.
Al-Fattâj: el Victorioso, el Juez, el Revelador.
Al-‘Alim: el Conocedor de todo lo que es cognoscible.
Al-Jakam: el que juzga, el Arbitro.
Al-‘Adl: el Justo, Aquel que es la justicia suprema.
Al-Jalîm: el Manso, lento para castigar.
Al-Ghafûr: el Muy Indulgente, Aquel que perdona mucho.
Al-Jasîb: el Calculador, Aquel a quien se debe rendir cuenta.
At-Tawwâb: Aquel que se arrepiente, que puede retornar sobre sus juicios.
Al-‘Afû: el Perdón, Aquel que perdona.
Ar-Ra’ûf: el Compasivo.
Teniendo todos estos atributos como derecho propio por ser quien es, me parece una soberbia de nuestra parte creernos capaces de determinar con la imperfección que tenemos, quiénes son o no dignos del perdón o la aceptación. Más aún si en alguna medida hemos sido víctimas de discriminación en cualquier forma.
Les recuerdo que muy a nuestro pesar, durante la Edad Media el Santo Oficio más conocido como Inquisición se dedicó durante siglos a perseguir, torturar y matar gente bajo acusaciones de brujería, herejía y sodomía incluso muchas veces sin la debida comprobación. ¿Todo esto simplemente porque no podemos aceptar las diferencias?
Léanlo bien, porque esto no tiene nada de simple. Lo que le sucedió a Pablo Simonetti dentro de un elevador parece irrelevante. Pero sin temor a parecer grave, así es como comienza todo y nosotros somos partícipes de esa pantomima que se ha prolongado a lo largo de la historia humana, ya sea siendo protagonistas directos o guardando silencio como hicieron algunos que estaban en el ascensor.
He leído algunos comentarios que los lectores de Pablo le hicieron cuando publicó lo sucedido y me parece sin embargo, que producto de la apasionada admiración, algunos cometieron el mismo error que criticamos a este caballero de setenta o setenta y cinco años.
Tampoco han sabido comprender que si en la actualidad tenemos la mente más abierta, aún hay problemas para modificar ciertos patrones conductuales discriminadores muy arraigados socialmente. Creemos que todos deben pensar como nosotros ya sea para discriminar o aceptarlo todo indiscriminadamente.
No olvidemos pues que Chile aún tiene mucho camino por recorrer en materia de integración social y aún así, no agradecemos estar mucho más avanzados que otros países.
Ustedes saben que amo Turquía y me encantaría vivir allá. Sin embargo, en algunos ámbitos como la implementación de políticas públicas que permitan a minorías sexuales integrarse plenamente a la sociedad, están bastante más atrasados que nosotros porque las diferencias culturales están todavía demasiado sostenidas.
Aún así, ellos pueden presumir de tener dos personeros políticos integrantes de la comunidad GLBTI que serán apoyados por sus respectivos partidos en las próximas elecciones municipales de este mes: Can Çavuşoğlu y Öykü Evren Özen. Esto ha llevado al anuncio de que más candidatos pertenecientes a las minorías sexuales se presentarán a cargos públicos en ciudades tan importantes como Ankara, Esmirna y Estambul.
Tal vez esto sea el resultado de la discriminación ejercida contra el árbitro de fútbol Halil İbrahim Dinçdağ, quien fue suspendido tras declarar su homosexualidad.
En el caso de gente con capacidades diferentes como yo, que en Chile soy discriminado por eso, los turcos nos llevan una ventaja solidaria mayúscula. Te ayudan constantemente y no son indiferentes ante tus solicitudes o necesidades. Yo lo viví allá y el Gobierno hasta se ha preocupado de implementar la infraestructura adecuada para el fácil desenvolvimiento de personas que usen silla de rueda moviéndose por la ciudad.
Como si eso fuera poco, disponemos de movilización pública gratuita al igual que acceso a algunos lugares turísticos. De esto último, destaco la existencia de ascensores, baños públicos, rutas señalizadas en todas las partes que conocí. Ni parecido al montacargas que se encuentra en la estación de Metro Ecuador aquí en Santiago y que es muy difícil de usar para bajar desde la boletería hasta el andén.
Hoy en el programa Mañaneros de La Red TV, Julia Vial entrevistó a un matrimonio de ciegos que perdieron –espero temporalmente- la custodia de sus pequeños hijos porque facultativos del hospital donde era atendida la mujer embarazada, los denunciaron considerando que no eran aptos para criar niños. Sin embargo, la pareja ya había tenido un hijo que actualmente tiene cinco años y como si eso fuera poco, la madre de la mujer injustamente denunciada crió a tres hijos sufriendo también ceguera además de una enfermedad degenerativa en las manos.
Somos un país que se jacta de estar en vías de desarrollo y sin embargo, el prejuicio sigue siendo detonante de reacciones que no sólo afectan a un individuo sino también a toda la sociedad de manera funesta.
El caso de discriminación contra Pablo Simonetti puede explicarse aunque no justificarse. Los niños y adolescentes actuales parecen tener más capacidad de tolerancia incorporada en el código genético y a pesar de eso, seguimos viendo algunas actitudes homofóbicas o discriminativas en general al interior de establecimientos educacionales. ¿Qué podríamos exigirle entonces a un caballero de setenta a setenta y cinco años, chapado a la antigua y que no dispone del conocimiento que generaciones más recientes derrochamos como aquél que nos dan los medios de comunicación masiva?
Puede ser contradictorio decirlo a estas alturas del artículo, pero en algunos detalles la gente no cambia. El modo de percibir la realidad que nos rodea depende de nuestro entorno sociocultural, la crianza y muchos otros factores que nos definen como individuos. Algunos son severos juzgando a este caballero, pero no consideran que como todos nosotros, él también es resultado del pasado y presente que cada uno carga, que nos forma como personas. Somos la consecuencia de múltiples factores, que como ingredientes se añaden a la receta de nuestra personalidad particular. Cada persona es un universo en sí misma.
A pesar de que soy dos o tres años mayor que algunos de mis amigos turcos y por ello podría esperar que tuvieran las mentes más abiertas, no puedo juzgarlos ni debo olvidar que aún siendo de la misma generación, somos de países y culturas distintas. Ellos hacen todo lo que pueden por tener las mentes abiertas en cuanto les sea posible, para digerir una sociedad cambiante, que se debate entre tradición impuesta y modernidad chocante. De pronto, llega a sus vidas alguien como yo, acostumbrado a ver desnudos en televisión para vender productos lácteos y que además, habla tan descarnadamente de temas tabú.
A veces debemos ser nosotros quienes demos el primer paso tolerando a aquellos que no tienen fácil adaptabilidad. Es más… Nosotros, acostumbrados a hablar sobre estos temas como si del clima se tratase, estamos obligados a ser más tolerantes y predicar con el ejemplo en lugar de reprocharle a otro que no piense igual.
Sufro mucho si una amistad se rompe porque la persona en cuestión no acepta mis diferencias. Mi problema tal vez sea involucrarme demasiado emocionalmente. Sin embargo, como dije antes, somos el resultado de múltiples factores que muchas veces están fuera de nuestro control y en ese sentido, no somos responsables de ser así, simplemente humanos.
Obviamente no me refiero a casos delictuales como el que apareció esta mañana en los medios, sobre un chico de apenas catorce años que allanó una casa para robar y no contento con eso, al percatarse de que estaba presente únicamente una anciana de setenta y siete años, la violó cuatro veces.
Durante estos días he escrito sobre aceptarse uno mismo, respetar a los demás, tener tolerancia, acoger la condición humana propia o ajena en su totalidad con defectos y virtudes, ejercer nuestro derecho humano a tener sentimientos aunque otros discrepen de nuestro sentir… Hoy he querido en un artículo nada breve, lo reconozco, englobar todo ello hablando contra la discriminación. Me parece que eso resume en gran parte el tema si bien pude haber dejado algún punto en el tintero por mera distracción.
Sé que estas palabras pueden resultar densas para algunos lectores y ni hablar de comparar mi tosca técnica con la prolija narrativa de mi estimado Pablo Simonetti. Mas me he sentido motivado a escribir, impulsado por la urgente necesidad que tenemos todos de analizar, desarrollar, debatir, masticar y tal vez tragar estas ideas. Humildemente les pido que lean el artículo y amplíen el limitado horizonte de estas palabras, aportando constructivamente su perspectiva. No aspiro a cambiar el mundo ni mucho menos, sino quizás hacer una reflexión útil.

jueves, 13 de marzo de 2014

Un consejo para Naty o aceptarse a sí mismo

Bismillah.
Nuevamente recibí un comentario en la entrada Haygente que nace para estar sola. Esta vez es de una chica llamada Naty que dice: «hola soy Naty y no todas las personas nacen para el amor. Yo no nací para el amor. Jamás me casaré, me quedaré soltera para siempre porque no soy tan linda y no he encontrado pareja que me haya gustado en mi vida». Corregí las faltas ortográficas para facilitar la tarea del traductor en línea.
Me doy cuenta de que generalmente son mujeres, tal vez adolescentes o muy jóvenes, quienes comentan mis entradas casi tan desesperanzadas como yo. Chicas: su soltería perenne no es un problema de belleza física o la falta de ésta. Es más bien un asunto de actitud frente a la vida y que uno tiende a fracasar en sus relaciones, de todo tipo, por repetir patrones conductuales tales como siempre enamorarse de la persona menos indicada o idealizar a la pareja de turno y no aceptarla tal como es.
En mi experiencia y por casos que he conocido de cerca, cuando uno asegura que se quedará solo o que nunca más en la vida se enamorará, acabamos enamorándonos ni bien terminamos esa frase. Uno no puede saber lo que ocurrirá más adelante o si conoceremos a alguien que sí se fije en nosotros más allá de las apariencias.
Si constantemente nos involucramos con gente que sólo se fija en el cascarón, obviamente saldremos mal parados porque desde antes nosotros mismos nos consideramos poco agraciados. En este mundo y desde un punto de vista bastante terrenal, ¿quién nos querrá si no nos queremos a nosotros mismos?
En lugar de concentrarnos tanto en los defectos físicos que podamos tener, deberíamos focalizarnos en potenciar nuestras capacidades generales y particulares, como seres humanos integrales: la inteligencia, la simpatía, la sensibilidad en todo sentido y cualquier cualidad que Allah (swt) nos haya dado.
No hablo sólo de nuestras relaciones amorosas, que algunos desarrollan con bastante más prontitud que otros. Hablo también del crecimiento emocional integral. ¿Cuántos de ustedes han descuidado amigos y familia cuando tienen pareja? Casi todos, me atrevería a decir sin temor a equivocarme.
Tendemos a sabotear nuestras propias relaciones para justificar a veces una soledad a la cual estamos más acostumbrados; tanto, que sin quererlo nos hace sentir cómodos.
Alimentar un afecto de cualquier clase implica ejercer una tolerancia constante, que a veces no tenemos, para empatizar con el otro e intentar dejar a un lado los juicios valóricos. Quizás lo más difícil de las relaciones interpersonales sea aceptar al otro individuo como un igual y desde allí, disculpar sus errores y defectos además de sólo quedarnos con sus aciertos y virtudes.
El fracaso en nuestras relaciones suele ocurrir porque somos dictadores imponiendo la idealización de un individuo, afecto o situación determinados. «Me gustaría que fuese diferente». Tendríamos más éxito si sólo aceptáramos las cosas y personas como son.
Para que me entiendan, pondré un ejemplo de lo más simple. Siempre he sido moreno y aunque guapo, no llego a tanto como un modelo de Calvin Klein. Sin embargo, puede haber personas a las cuales les simpatizaría más siendo rubio. ¿Por qué debo cambiar mi aspecto para ganar el afecto de alguien? Si algo o alguien siempre ha sido de un modo y no ha representado problema alguno, quiere decir que está bien como es. La persona que no te acepta tal como eres, no puede estar contigo sino que debe conformarse con ese personaje idealizado que está en su mente, intocable e inalcanzable porque es ficticio.
A veces nos empeñamos en mantener con nosotros a personas que no nos aceptan como somos y no los dejamos ir. Debemos aprender a lidiar con nuestros apegos emocionales y distinguir entre la muchedumbre a quienes deban quedarse. En ese sentido Naty, ocasionalmente pecamos de malagradecidos porque no valoramos al que tenemos desde siempre, lo descuidamos a favor de quien nos rechaza.
Cuando tenemos una relación de ese tipo, ambas partes idealizan al otro y muchas veces, cometemos el error de creer nuestra propia mentira sobre el compañero o la compañera antes que aceptar su verdad, a quien realmente es. Seríamos más felices si hiciéramos desde el principio lo segundo. Existen aquellos que permanecen solos porque viven buscando la pareja ideal, pero en este mundo la perfección no existe.
Si aceptas cambiar en nimiedades por la aprobación de alguien, más adelante deberás aceptar cambios mayúsculos hasta que un día, te mirarás al espejo y no reconocerás el reflejo en tanto, seguirás sin ser aceptada por quien quiso transformarte. ¿Merece la pena?
Podemos tal vez cambiar características como el malgenio, para evolucionar como seres humanos. Pero de ahí a ser completamente distintos porque hubo quien nos rechazó siendo auténticos… Ésas ya son palabras mayores. Todos hemos vivido que para gustarle a un individuo, nos despersonalizamos adoptando su modo de ver la vida y comienza a gustarnos su equipo de fútbol o le damos la razón en todo cuanto dice. Sólo cuando nos desenamoramos recobramos nuestra verdadera identidad y vemos lo estúpidos que fuimos.
Tal vez Naty, lo que necesites sea mirarte a ti misma y comenzar a apreciar más las cualidades que tienes, aquellas que tus seres queridos valoran también y por las cuales están contigo. Con perdón, pero es demasiado egoísta quedarte encerrada en un convento porque un descriteriado te hizo creer que no eres linda. ¿Y él qué sabe? Posiblemente lo que le pareció feo, otra persona lo vea hermoso. ¿Te vas a quedar encerrada dejando que otro te diga cómo debes pensar de ti misma? No le des ese derecho de arruinarte la vida.
Existe toda una corriente psicológica afirmando que cuando alguien te critica un defecto, en realidad está viendo reflejada en ti alguna carencia suya. Dime de lo que te afanas y te diré de lo que careces, básicamente.
El mundo está lleno de personas y sin importar cuánto te equivoques eligiendo amistades o buscando pareja estable, inevitablemente y si Allah (swt) lo permite, acabarás encontrando gente que quiera estar contigo, con aquella que realmente eres.
Si nos quedamos encerrados por temor a enfrentar nuestras limitaciones muchas veces inventadas, somos desagradecidos con Allah (swt) al desaprovechar los dones que Él generosamente nos da. Tal vez has tenido malas experiencias buscando el amor, pero si no dejas que la persona indicada se beneficie de tus dones, estás privando a alguien de ser mejor como persona sólo por conocerte. Además, por mucho que reniegues del amor o quieras quedarte sola, si Allah (swt) tiene otro destino para ti, no podrás evitarlo.
Así que sal fuera y no malgastes tu vida amargándote. Todos tenemos algo qué entregar. Elhamdulillah, yo lo hago a través de la escritura y tú sólo debes dejar aflorar ese don particularmente tuyo.
A todos: cuando lo intenten y vean los resultados, escríbanme para saber qué tal les fue.

domingo, 2 de marzo de 2014

Una palmada

En este último tiempo he sufrido muchas hipoglucemias. Algunas graves y otras no tanto. Cuando estás tan consciente de tu propia mortalidad, a veces es bueno echar un vistazo al pasado, a lo que has hecho en algún aspecto particular de tu vida. Yo por ejemplo, siempre me remito a mis afectos cuando hago este ejercicio y veo quienes entran o han salido del camino que estoy recorriendo.
Como esta mañana tuve otra hipoglucemia, ahora sentí esa necesidad de retroceder un poco. Pero me fui hasta el año 2009, cuando todavía ni siquiera tenía planeado viajar a Turquía.
Indudablemente hubo alguien que marcó época durante ese período y aunque ahora lo tengo fuera de mi círculo, a veces repaso las vivencias agradables que me entregó. No fueron pocas; en ese sentido, no puedo ser desagradecido. Sin embargo, el distanciamiento que tuvimos durante dos meses entre 2009 y 2010, dejó en mí una cicatriz profunda por la cual hasta hoy pagan el costo quienes se alejan de mí.
No quiero que me malentiendan. No tomo represalias contra esas personas sino más bien, aunque me cueste, si quieren apartarse les doy su espacio, permanezco silencioso a la espera de que cualquier resentimiento hacia mí se borre. En aquellos tiempos debí aprender de la manera más difícil, siendo advertido «O te apartas o te doy una patada». La verdad es que me lo dijeron de manera mucho menos amable, pero no quiero romper aún la armonía de este texto con lenguaje grosero.
Después de tanto tiempo, tengo muy asumido que en aquella ocasión también tuve parte de responsabilidad en el conflicto. Pero tal como los patrones se repiten, creo que cualquiera sea el tipo de afecto, saboteo mis relaciones argumentando una completa honestidad, sin considerar que algunas personas se sienten incómodas con la verdad aunque callándomela también les golpee el rostro.
Éste es el caso de algunas personas que como yo, no tienen filtro al momento de hablar sobre sus sentimientos y esperan ser bien recibidas por todo el mundo. Desgraciadamente no todos están preparados para asumir declaraciones absolutas, por ejemplo.
Mientras estudiaba comunicación social, mi profesora Carmen Pélissier nos dijo una vez: «La palabra tiene poder. Todo lo que decimos y lo que no decimos ejerce una influencia que puede ser decisiva sobre el individuo. Cuando éste espera una respuesta y callamos, también le contestamos con todas las posibles respuestas a su interrogante. Por otro lado, hay declaraciones que solemos hacer con demasiada ligereza, como si no causaran ningún efecto y sin embargo, frases tales como un “Te amo” o un “Te odio” pueden cambiarle la vida a alguien y nosotros lo ignoramos. Somos amos de lo que callamos y esclavos de lo que decimos».
En este sentido, Carmen nos especificó que según Humberto Maturana, la forma de decir algo no solamente depende de las palabras que usemos sino también de la intención que tengamos. Decir “Te quiero” a alguien obviamente es distinto a usar el nunca bien ponderado “Te amo”, que lamentablemente hoy está tan devaluado. Cuando usamos la segunda declaración, en ella incluimos inconscientemente una promesa de compromiso implícita que muchas veces, no estamos dispuestos a cumplir después.
Al respecto, Pélissier nos decía que una promesa no siempre debe cerrarse con un “Lo prometo” para validarla. A veces una mirada, una sonrisa guardan promesas mudas que incluso nos dan aún mayores expectativas sobre las relaciones, especialmente si constituyen parte del ámbito amoroso.
Sin embargo, para desgracia de muchos actualmente estas señales no son consideradas como algo más que simples gestos efímeros, coqueteo utilizado para alcanzar un fin específico sin mayor proyección, como sexo casual por ejemplo.
Sin duda alguna, esto desvaloriza cualquier emocionalidad latente y mina la autoestima de quien sí espera algún mayor significado de aquellas acciones. Recuerdo que en 2000 le pedí un consejo amoroso a Carmen y me dijo algo evidente: «No puedes forzar los sentimientos de nadie. Una persona puede amarte o no, así de simple».
Tal vez ésta sea la más poderosa razón de que la gente calle sus sentimientos. El temor a hacer el ridículo siendo rechazados nos paraliza. En determinados momentos de mi vida, reconozco que debí quedarme callado porque hablando debí pagar un precio muy alto o al menos, eso sentí entonces.
Éste a su vez es el motivo de que muchas personas hayan claudicado en su búsqueda del verdadero amor y se conformaran con sólo tener relaciones esporádicas, sin un mayor compromiso emocional y que únicamente les reportan breves momentos de intimidad furtiva con gente que quizás no volverán a ver. Así se evitan el difícil camino de la probable decepción amorosa pero al mismo tiempo, parecen ignorar que su opción fácil es incluso más dolorosa, pues ni siquiera intentan sentir y como resultado final, van perdiendo la capacidad real de sentir, confundiendo deseo o pasión con sentimientos reales.
Por ello es que algunas personas de mi pasado, que en 2009 eran muy importantes, hoy ya ni siquiera forman parte de mi vida. Ciertamente uno se cansa de buscar algo que tal vez nunca estuvo ahí. Entonces, al darnos cuenta, es mejor retirarnos dignamente o como mejor podamos.
Empero, mi política sigue siendo la honestidad completa aunque siempre me tope con personas que no corresponderán de la misma manera. Básicamente no puedo fingir un sentimiento. Con el carácter que tengo, todos los sentimientos se me notan exageradamente, tanto si son buenos como si son malos.  Siendo deshonesto me sentiría como un estafador emocional y hay individuos que se sienten cómodos así, pero yo no puedo, aún estando seguro del rechazo.
Lo entiendo y por eso, aunque espero algo de vuelta, nunca exijo nada. Nacemos solos y libres para sentir lo que queramos por quien sea. Cuando amamos a alguien más allá de la lujuria por ejemplo, apostamos todo nuestro capital sentimental sin saber a ciencia cierta si seremos correspondidos. Y por mucho que lo deseemos, esto no siempre sucede. Para ser franco, casi nunca damos con la persona indicada para enamorarnos y ser felices toda la vida.en realidad, el sólo hecho de enamorarse es en sí mismo una aventura que todos queremos vivir alguna vez, pese al sufrimiento del desamor posterior. Es cierto que la mayoría de las veces nos desilusionamos, pero seguimos buscando, porque lo que al principio nos pareció un golpe devastador, con la experiencia se siente como una palmadita en el trasero. Te vas acostumbrando. ¿A quién no le ha pasado que ya desenamorado de alguien, se ha preguntado cómo pude tomarme tan en serio a esta persona? Y lo que verdaderamente desestimamos es nuestro apasionamiento por aquel individuo, no al ser humano como tal.
Siempre he dicho que a pesar de la desvalorización actual, las personas no somos desechables aunque algunos ´piensen lo contrario. Cuando hablamos de olvidar a alguien, más bien nos referimos a aplacar nuestra pasión y ver la realidad tal como es, sobre todo si no somos correspondidos.
Es lo que se debe hacer si vemos que el ser amado nos maltrata. Por ejemplo, en mi caso siendo joven creía que mis enamoramientos no progresaban porque el ser amado rechazaba mi silla de ruedas con todo lo que ello implica. Más adelante entendí que si alguien me rechaza por un defecto físico del cual estoy libre de responsabilidad, no es mi problema sino suyo.
La gente teme mirar más allá de las apariencias, porque si nos fijásemos en las bondades, cualidades y nobles sentimientos de alguien, nos expondríamos a sentir algo por aquella persona y seríamos vulnerables a un compromiso que quizás no deseamos adquirir.
A pesar de ello y aunque a algunos no les guste admitirlo, insisto en reivindicar el legítimo derecho inalienable de cada individuo a enamorarse de quien quiera, independientemente de si el ser amado le corresponde o no y sin importar nimiedades como condición social, orientación sexual, raza, credo o cualquier otra característica que simplemente nos hace humanos. Nadie en este mundo con condición humana imperfecta tiene atribuciones para decirnos «No te puedes enamorar de tal persona». Ni siquiera nuestro propio ser amado tiene derecho a decirnos «No te puedes enamorar de mí». Aunque no sienta lo mismo, debe reconocer la libertad de sentimiento, pues el negar esto implica coartar la libertad de una persona para decidir cómo quiere vivir para sentirse plena.
En estos tiempos es difícil hallar a un valiente que hable de sus sentimientos con total sinceridad, porque se le teme demasiado al fracaso. Para que alguien se enamore de ti, deben ocurrir dos cosas:
  1. Que te acepte tal como eres. Esto no ocurre porque la mayoría intenta cambiarte para adaptarte a la imagen idealizada de lo que cree merecer como pareja. Y casi toda la gente se cree merecedora de alguien que bordee la perfección. 
  2. Que acepte lo que siente por ti. Esto no ocurre generalmente porque la mayoría está sujeta a un modelo estandarizado de las relaciones amorosas según conceptos socioculturales impuestos desde la niñez y todos quienes se salgan de ese molde, son considerados parias sociales. Por ello, la mayoría prefiere adaptar su felicidad a lo que se espera socialmente y casi nadie ya se atreve a ir contra viento o marea por amor.
Eso quedó para los amantes a la antigua, que se atrevían a escribir poéticas cartas de amor donde expresaban respetuosamente sus sentimientos por el ser amado, escogiendo con cuidado las más hermosas palabras, pues sus intenciones iban más allá del sexo casual y por ello, de haber existido la mensajería instantánea en aquellos tiempos, no se habrían conformado con una carita feliz seguida de un corazón. Aunque parezca increíble, mientras más medios de comunicación tenemos, menos nos decimos. Podemos pasar el día entero metidos en las redes sociales y el chat, pero no hablamos nada que realmente merezca la pena ser dicho.
A pesar de todo esto y aunque ha transcurrido mucho tiempo desde 2000 hasta ahora, sigo manteniendo vivas mis ilusiones como aquella de volver pronto a Turquía, inşAllah para estar con mis amados turcos (ellos saben quienes son). Después de todo, esta vida no merecería la pena sin esperanza.

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Yahya. Carlos Flores A.
Escritor chileno.