En la foto: Pablo Simonetti Borgheresi, escritor chileno.
Bismillah.
Durante estos últimos días he escrito
artículos promoviendo la tolerancia y hablando sobre aceptarnos unos a otros en
nuestra condición humana. Apenas publiqué ayer, el también escritor chileno y
objeto de mi admiración, Pablo Simonetti, revolucionó Facebook y Twitter posteando
lo siguiente:
«Hace menos de una hora, entré a un ascensor
en el piso 10 de la Clínica Alemana. A medida que bajábamos iba subiendo más
gente. En el tercero entró un hombre de unos 70-75 años, acompañado de su
mujer. Quedaron pegados a la puerta y yo al fondo. En voz baja pero
perfectamente audible, al verme dijo:
-No se nos vaya a pegar el sida.
-¡Qué!-exclamó ella.
Él apuntó hacia mí con un gesto de la boca al
decir:
-Va el escritor al fondo.
-¿Qué dijo, señor? -lo interpelé-, ¿que se le
puede pegar el sida?
-Que ojalá no se me pegue -me encaró. La
gente alrededor permaneció muda.
-Ojalá que a mí no se me pegue su homofobia.
-¡Yo los deploro!
-¡Yo lo deploro a usted!
El ascensor se detuvo en el siguiente piso y
ellos se bajaron. Desde afuera el tipo volvió a gritar:
-Yo deploro a estos maricas.
Dos personas que iban en el ascensor me
dijeron que no me hiciera mala sangre, que huevones había en todas partes. Los
demás se hicieron los desentendidos. Yo me hice mala sangre igual y todavía
siento la rabia que provoca la humillación.
Este incidente me hizo pensar una vez más en
los cientos de miles de chilenos y chilenas que aún tenemos que sufrir
humillación, exclusión, violencia e incluso la muerte a manos de gente
homofóbica, gente buena en apariencia, pero tan violenta como el tipo que me
agredió en el ascensor. Hay cientos de miles de chilenos y chilenas que, además
de tener que encarar las adversidades de sus vidas, tienen que soportar el
atropello machista.
Y me hizo pensar especialmente en las
personas portadoras de VIH y el horrible prejuicio que todavía pende sobre
ellas.
Ya es hora de que nuestro país les confiera
plenos derechos a las personas lesbianas, gays, bisexuales y transexuales, ya
es hora de que el Estado se esfuerce en implementar políticas públicas para
erradicar de una vez por todas estos prejuicios que tanto hieren y que
estigmatizan a tantos cuyo único deseo es ser reconocidos, respetados y tratados
como iguales».
Sin poder pasarlo por alto debido a lo que
durante la tarde había postulado, me sentí motivado para comentarle:
«As salam aleykum
Pablo... InşAllah mis palabras no pasen desapercibidas. Yo comprendo tu postura
porque si te acuerdas, soy minusválido y he aprendido que todos sufrimos en
mayor o menor medida de discriminación. Este tipo de gente a la que te
refieres, me da más lástima que rabia, porque no están conscientes de que ellos
mismos podrían ser discriminados y se afanan de una normalidad que en realidad
nadie posee. Nadie puede definirse como normal en tanto exista la diversidad...
El principal motivo de que esta gente te ataque no es que hayan percibido algo
desagradable en ti, sino que reflejan sus propios temores y defectos. En
realidad, nos incluyo a todos cuando digo que no hemos alcanzado un punto en el
cual podamos respetarnos más allá de las características particulares, porque
no aceptamos la condición humana del prójimo sino sólo la propia. Me explico:
nos autoperdonamos y justificamos todos nuestros errores y defectos porque
somos seres humanos imperfectos, pero no nos medimos al momento de ofender a
otro, porque la gran mayoría no empatiza ni reconoce en otra persona esa misma
humanidad imperfecta, esa igualdad. Momentos como el que viviste serán
inevitables en tanto haya quienes no reconozcan en el otro a un igual.
Compadezco a ese hombre por no reconocer sus propias limitaciones. Salams».
No pude ponerle
puntos aparte porque la configuración de Facebook es bastante particular para
la puntuación. Sin embargo, sabiendo cómo es Pablo porque en más de alguna
ocasión he tenido el placer de charlar con él, me atreví a escribir esto porque mi humilde comentario recibió ochenta y cuatro Me gusta..
Allâh (swt) y mis
lectores son testigos de que en este mismo blog he escrito artículos
defendiendo los derechos de todas las minorías pero también, aclarando que
según mi perspectiva, las minorías sexuales tienen que cumplir con ciertos
deberes para exigir derechos y en honor a la verdad, he conocido muchos casos
en los cuales homosexuales le dan más espacio a las excesivas libertades.
Sin ánimo de juzgar
en absoluto porque no me corresponde, es mi simple opinión cuando digo que
estas actitudes frívolas no contribuyen en nada al extenuante esfuerzo que
personas como Simonetti realizan diariamente, para mejorar nuestra sociedad
desde su vereda aportando a la tolerancia y desarrollando paulatinamente un
respeto que hoy en día no sólo las minorías sexuales necesitan sino todos.
Como no podía
escribir un artículo en la biografía de Facebook que mi colega tiene, dejé
fuera algunos puntos que me gustaría desarrollar aquí.
Para empezar, es
bastante negativo e incluso nefasto diría yo, que alguien estigmatice pública o
privadamente a una persona por su orientación sexual sin siquiera conocerlo
realmente con una enfermedad. En primer lugar, no sólo se discrimina a la
persona individualizada, en este caso Pablo Simonetti sino que también a toda
aquella gente que padece VIH.
No cuestionaré para
nada las razones por las cuales alguien podría contagiarse. Algún lector podría
comentarme que si un seropositivo lo es, puede ser por su conducta privada. Sin
embargo, yo he conocido a estas personas y sé positivamente que no se les debe
castigar socialmente, aún más.
Por favor, tengamos
criterio suficiente para distinguir cuándo debemos hablar o permanecer
callados. Ninguno de nosotros puede tener plena seguridad de no sufrir en el
futuro algo así en carne propia o con algún ser querido. A veces somos
descuidadamente hirientes y vamos por la vida vomitando veneno contra otro
porque creemos que jamás le volveremos a ver o nunca nos sucederá lo mismo e
incluso algo peor. ¿Quién de entre nosotros puede tener esa seguridad?
A menudo actuamos con
tal soberbia, distinguiendo a quienes se merecen un castigo divino e ignoramos
que esa actitud es en sí misma punible. Es desearle el mal a alguien sólo por
ser como es y no como a nosotros nos gustaría que fuese.
Deberíamos entender
que mientras exista diversidad en cualquiera de sus formas –y siempre
existirá-, corresponde respetar al otro en su espacio, su individualidad
humana. ¡En el nombre de Allâh! ¿Cuánto necesitamos comprender y realmente
interiorizar que todas las personas son valiosas por sí mismas, más allá de las
particularidades? Los consensos sólo son posibles si yo como ser humano y
quitándome todas las etiquetas socioculturales, acepto al prójimo como un igual
más allá de los puntos en común. Allâh (swt) no nos pide que amemos –y respetemos-
solamente a las personas que piensan y viven como nosotros. Más bien, Él creó
la diversidad y ha permitido que ésta se desarrolle en diversas formas.
Quiero que me
entiendan porque éste no es un discurso fundamentalista. Sin embargo, nadie
tiene derecho desde su propia e ineludible imperfección humana a decir ni
insinuar siquiera quién merece o no ser respetado según su existencia.
Hay veces en que uno
mismo se topa con personas insoportables y en mi caso particular, hay algunas
con quienes no puedo compartir el mismo espacio por más de dos minutos como
tiempo máximo. Empero, cuando eso me sucede, simplemente me retiro
discretamente hacia otro sitio donde pueda sentirme cómodo y de ningún modo
ataco física o verbalmente a quien me desagrada, aunque sean muchas las ganas
de hacerlo. Si llegase a proferir algún insulto o comentario malicioso para
hacer notar mi molestia, jamás se me ocurriría desdeñar por alguna enfermedad,
orientación sexual o causal de posible discriminación.
Bien dice Pablo: «Hay cientos de miles
de chilenos y chilenas que, además de tener que encarar las adversidades de sus
vidas, tienen que soportar el atropello machista». Me gustaría ir aún más allá,
pues no son sólo mis compatriotas y el ataque no se limita únicamente al
machismo. A veces somos tan descriteriados, que actuamos discriminando a los
demás como si fuésemos perfectos.
Quien me conoce sabe que uso silla de ruedas
y lentes, soy zurdo, diabético e inevitablemente todo eso se me nota. ¿Acaso no
sería yo un soberano estúpido si discriminara a otros por alguna característica
en particular? No hablemos de defectos ni enfermedades porque en esto quiero
ser claro: aunque muchos lo crean así por diversas razones, al menos según mi
modo de ver, la homosexualidad no es una falla de diseño. Sé que muchos hermanos
míos pensarán en mi afirmación como una bid'ah o innovación
del Islam, comprendiendo que ésta es prohibida o haram. Sin embargo, mis
argumentos son simples:
«No cae una hoja de
un árbol sin que Allâh (swt) lo
permita». Esto se refiere a que no hay nada ajeno a Él y si permite la
diversidad en todas sus formas, incluida la sexual, no es nuestro rol
discriminar. Ciertamente la Tora, la Biblia y el Noble Corán prohíben
explícitamente conductas homosexuales dentro del margen de la fornicación,
considerada haram. Sin embargo, si existe la homosexualidad nosotros debemos
aceptar que la voluntad de nuestro omnisciente Creador es muchas veces
incomprensible para nosotros, que tenemos limitados conocimiento y criterio.
Entre los noventa y
nueve bellos nombres o atributos de Allâh (swt) se destacan insistentemente:
Ar-Rajmân: el Benefactor, el Misericordioso.
Ar-Rajîm: el Compasivo.
Al-Ghaffâr: el Indulgente, el Perdonador por
excelencia.
Al-Fattâj: el Victorioso, el Juez, el
Revelador.
Al-‘Alim: el Conocedor de todo lo que es
cognoscible.
Al-Jakam: el que juzga, el Arbitro.
Al-‘Adl: el Justo, Aquel que es la justicia
suprema.
Al-Jalîm: el Manso, lento para castigar.
Al-Ghafûr: el Muy Indulgente, Aquel que
perdona mucho.
Al-Jasîb: el Calculador, Aquel a quien se
debe rendir cuenta.
At-Tawwâb: Aquel que se arrepiente, que puede
retornar sobre sus juicios.
Al-‘Afû: el Perdón, Aquel que perdona.
Ar-Ra’ûf: el Compasivo.
Teniendo todos estos atributos como derecho
propio por ser quien es, me parece una soberbia de nuestra parte creernos
capaces de determinar con la imperfección que tenemos, quiénes son o no dignos
del perdón o la aceptación. Más aún si en alguna medida hemos sido víctimas de
discriminación en cualquier forma.
Les recuerdo que muy a nuestro pesar, durante
la Edad Media el Santo Oficio más conocido como Inquisición se dedicó durante
siglos a perseguir, torturar y matar gente bajo acusaciones de brujería,
herejía y sodomía incluso muchas veces sin la debida comprobación. ¿Todo esto
simplemente porque no podemos aceptar las diferencias?
Léanlo bien, porque esto no tiene nada de
simple. Lo que le sucedió a Pablo Simonetti dentro de un elevador parece
irrelevante. Pero sin temor a parecer grave, así es como comienza todo y
nosotros somos partícipes de esa pantomima que se ha prolongado a lo largo de
la historia humana, ya sea siendo protagonistas directos o guardando silencio
como hicieron algunos que estaban en el ascensor.
He leído algunos comentarios que los lectores
de Pablo le hicieron cuando publicó lo sucedido y me parece sin embargo, que
producto de la apasionada admiración, algunos cometieron el mismo error que
criticamos a este caballero de setenta o setenta y cinco años.
Tampoco han sabido comprender que si en la
actualidad tenemos la mente más abierta, aún hay problemas para modificar
ciertos patrones conductuales discriminadores muy arraigados socialmente. Creemos
que todos deben pensar como nosotros ya sea para discriminar o aceptarlo todo
indiscriminadamente.
No olvidemos pues que Chile aún tiene mucho
camino por recorrer en materia de integración social y aún así, no agradecemos
estar mucho más avanzados que otros países.
Ustedes saben que amo Turquía y me encantaría
vivir allá. Sin embargo, en algunos ámbitos como la implementación de políticas
públicas que permitan a minorías sexuales integrarse plenamente a la sociedad,
están bastante más atrasados que nosotros porque las diferencias culturales
están todavía demasiado sostenidas.
Aún así, ellos pueden presumir de tener dos
personeros políticos integrantes de la comunidad GLBTI que serán apoyados por
sus respectivos partidos en las próximas elecciones municipales de este mes: Can Çavuşoğlu y Öykü Evren Özen. Esto ha llevado
al anuncio de que más candidatos pertenecientes a las minorías sexuales se
presentarán a cargos públicos en ciudades tan importantes como Ankara, Esmirna
y Estambul.
Tal
vez esto sea el resultado de la discriminación ejercida contra el árbitro de
fútbol Halil İbrahim Dinçdağ, quien fue suspendido tras declarar su
homosexualidad.
En el caso de gente con capacidades
diferentes como yo, que en Chile soy discriminado por eso, los turcos nos
llevan una ventaja solidaria mayúscula. Te ayudan constantemente y no son
indiferentes ante tus solicitudes o necesidades. Yo lo viví allá y el Gobierno
hasta se ha preocupado de implementar la infraestructura adecuada para el fácil
desenvolvimiento de personas que usen silla de rueda moviéndose por la ciudad.
Como si eso fuera poco, disponemos de
movilización pública gratuita al igual que acceso a algunos lugares turísticos.
De esto último, destaco la existencia de ascensores, baños públicos, rutas
señalizadas en todas las partes que conocí. Ni parecido al montacargas que se
encuentra en la estación de Metro Ecuador aquí en Santiago y que es muy
difícil de usar para bajar desde la boletería hasta el andén.
Hoy en el programa Mañaneros de La Red TV,
Julia Vial entrevistó a un matrimonio de ciegos que perdieron –espero temporalmente-
la custodia de sus pequeños hijos porque facultativos del hospital donde era
atendida la mujer embarazada, los denunciaron considerando que no eran aptos
para criar niños. Sin embargo, la pareja ya había tenido un hijo que
actualmente tiene cinco años y como si eso fuera poco, la madre de la mujer
injustamente denunciada crió a tres hijos sufriendo también ceguera además de
una enfermedad degenerativa en las manos.
Somos un país que se jacta de estar en vías
de desarrollo y sin embargo, el prejuicio sigue siendo detonante de reacciones
que no sólo afectan a un individuo sino también a toda la sociedad de manera funesta.
El caso de discriminación contra Pablo
Simonetti puede explicarse aunque no justificarse. Los niños y adolescentes
actuales parecen tener más capacidad de tolerancia incorporada en el código
genético y a pesar de eso, seguimos viendo algunas actitudes homofóbicas o
discriminativas en general al interior de establecimientos educacionales. ¿Qué
podríamos exigirle entonces a un caballero de setenta a setenta y cinco años, chapado
a la antigua y que no dispone del conocimiento que generaciones más recientes
derrochamos como aquél que nos dan los medios de comunicación masiva?
Puede ser contradictorio decirlo a estas
alturas del artículo, pero en algunos detalles la gente no cambia. El modo de
percibir la realidad que nos rodea depende de nuestro entorno sociocultural, la
crianza y muchos otros factores que nos definen como individuos. Algunos son
severos juzgando a este caballero, pero no consideran que como todos nosotros,
él también es resultado del pasado y presente que cada uno carga, que nos forma
como personas. Somos la consecuencia de múltiples factores, que como
ingredientes se añaden a la receta de nuestra personalidad particular. Cada persona
es un universo en sí misma.
A pesar de que soy dos o tres años mayor que
algunos de mis amigos turcos y por ello podría esperar que tuvieran las mentes
más abiertas, no puedo juzgarlos ni debo olvidar que aún siendo de la misma
generación, somos de países y culturas distintas. Ellos hacen todo lo que
pueden por tener las mentes abiertas en cuanto les sea posible, para digerir
una sociedad cambiante, que se debate entre tradición impuesta y modernidad
chocante. De pronto, llega a sus vidas alguien como yo, acostumbrado a ver
desnudos en televisión para vender productos lácteos y que además, habla tan
descarnadamente de temas tabú.
A veces debemos ser nosotros quienes demos el
primer paso tolerando a aquellos que no tienen fácil adaptabilidad. Es más… Nosotros,
acostumbrados a hablar sobre estos temas como si del clima se tratase, estamos
obligados a ser más tolerantes y predicar con el ejemplo en lugar de
reprocharle a otro que no piense igual.
Sufro mucho si una amistad se rompe porque la
persona en cuestión no acepta mis diferencias. Mi problema tal vez sea
involucrarme demasiado emocionalmente. Sin embargo, como dije antes, somos el
resultado de múltiples factores que muchas veces están fuera de nuestro control
y en ese sentido, no somos responsables de ser así, simplemente humanos.
Obviamente no me refiero a casos delictuales
como el que apareció esta mañana en los medios, sobre un chico de apenas
catorce años que allanó una casa para robar y no contento con eso, al
percatarse de que estaba presente únicamente una anciana de setenta y siete
años, la violó cuatro veces.
Durante estos días he escrito sobre aceptarse
uno mismo, respetar a los demás, tener tolerancia, acoger la condición humana
propia o ajena en su totalidad con defectos y virtudes, ejercer nuestro derecho
humano a tener sentimientos aunque otros discrepen de nuestro sentir… Hoy he
querido en un artículo nada breve, lo reconozco, englobar todo ello hablando
contra la discriminación. Me parece que eso resume en gran parte el tema si
bien pude haber dejado algún punto en el tintero por mera distracción.
Sé que estas palabras pueden resultar
densas para algunos lectores y ni hablar de comparar mi tosca técnica con la prolija
narrativa de mi estimado Pablo Simonetti. Mas me he sentido motivado a
escribir, impulsado por la urgente necesidad que tenemos todos de analizar,
desarrollar, debatir, masticar y tal vez tragar estas ideas. Humildemente les
pido que lean el artículo y amplíen el limitado horizonte de estas palabras,
aportando constructivamente su perspectiva. No aspiro a cambiar el mundo ni
mucho menos, sino quizás hacer una reflexión útil.