«Quien no conoce Estambul, no conoce el amor».

Yahya Kemal Beyatlı.

Comenta en este blog

Selamünaleyküm: No olvides dejar al final de cada artículo tu comentario para el autor de este humilde blog que acabas de leer. Tus opiniones serán tomadas en cuenta para mejorar el contenido en la forma y el fondo.

Si esperas respuesta a tu comentario, debes buscarla dentro de la misma sección del artículo que comentaste. Gracias. Selam.

Carlos Flores Arias – Yahya.

Escritor chileno.

Sobre Facebook

Por favor, si me agregas a Facebook, envíame un mensaje privado diciendo que has visto mi blog, para saber dónde me encontraste. De lo contrario, tu solicitud podría ser rechazada por seguridad. Muchas gracias por tu comprensión.

sábado, 27 de abril de 2019

Amigos o seguidores


Algunas veces las redes sociales traen más disgustos que alegrías. Hace un tiempo agregué en Facebook a alguien que llamaré Doble X para proteger su identidad; al principio tuvimos bastante contacto incluso por WhatsApp, pues le preguntaba por su familia e intentaba hacer amistad porque decía considerarme alguien luminoso y a la gran mayoría nos gusta proyectar eso en otros.
Empero, al cabo de algunos meses dejó de responder mis mensajes y comentarios o si le escribía para preguntarle cómo estaba, simplemente se limitaba a contestar escuetamente «Bien, gracias» sin siquiera corresponder mi gentileza.
Si bien algunas veces reaccionaba a mis publicaciones, lo cierto es que nunca comentó una pero en la sección de noticias diariamente veía sus memes y selfies. Por esto, dejé de seguirle aunque sin haberle eliminado porque ocasionalmente me pasaba por su perfil para ver si podía comentar algo interesante.
El distanciamiento se hizo más pronunciado hasta que finalmente ayer noté no tenerle en mis contactos y buscándole, averigüé que me había bloqueado. Inevitablemente reaccioné sorprendido e incluso un poco molesto pero hice lo que tal vez cualquier persona en mi lugar: le escribí por WhatsApp sólo para notar otro bloqueo y seguí con Instagram.
¿Por qué insistí? Pues cualquier persona tiene derecho a eliminarme e incluso bloquearme si se siente ofendida o agredida por algo que yo comente en su perfil y no tendría cómo quejarme si me diera lo mismo. Sin embargo, en este caso no hice nada y al contrario, siempre quise ser gracioso, amable, considerado.
No dio ninguna explicación por Instagram y acabó bloqueándome aquí también, por lo que reaccioné llamándole cobarde y despidiéndome. A continuación, en mi Facebook publiqué capturas de los mensajes que le había escrito con el encabezado «A quienes quieran bloquearme sólo porque no comento todas sus publicaciones, les aviso que la amistad va en dos sentidos; yo no soy seguidor ni admirador de nadie para dar Like si me ignoran. Además, quien tenga conflictos conmigo debe saber que aquí estoy para dialogar».
Al contrario de lo que creí, quienes comentaron anoche pensaban que me preocupaba e incluso entristecía el haber sido bloqueado pero nada más alejado de la realidad, al menos en este caso particular. Mi publicación apunta más al hecho de que no puedo comentar todas las publicaciones de alguien –porque en veinticuatro horas debo también comer, dormir, ejercitarme, entretenerme, escribir mis novelas y compartir con mi familia entre otras cosas– y si pretende llamar mi atención debe hacerlo con algo más interesante que memes y selfies; debe interactuar conmigo e interesarse también por mí. Nadie puede pretender tenerme cautivo si nunca hablamos. Por otro lado, doy la opción de resolver cualquier conflicto mediante el diálogo y sólo considerando la posibilidad de haber violentado a alguien con un comentario imprudente, por ejemplo.
Si bien en mi Facebook tengo escritores, poetas, actores, músicos, modelos y otros contactos que podrían considerarse afamados, en mi publicación aclaro no ser seguidor ni admirador de nadie refiriéndome a aquellos usuarios quienes publicando memes o selfies atrevidas pretenden ser prácticamente líderes de opinión o algo parecido. Recuerdo a Sr. L cuando en cierta oportunidad me criticó pasar mucho tiempo en redes sociales publicando cualquier cosa para obtener reacciones en lugar de ocupar mi día paseando, escribiendo y viviendo.
En otra ocasión el mismo Sr. L me dijo «Mi Facebook es mi espacio personal» y por ello, entiendo que cada persona tiene libertad para publicar lo que se le antoje dentro de las normas impuestas por los administradores de la plataforma social. Sin embargo, si alguien pretende tener admiradores, seguidores y un montón de comentarios debería ganárselos con contenido significativo; si desea ser líder de opinión debe tener un discurso, ser un aporte… En la serie televisiva Supergirl el personaje de Cat Grant interpretado por Calista Flockhart dice que la generación Millennial debe dejar de perseguir trofeos y trabajar por lo que quiere, pues exige su derecho a la libertad de expresión aún cuando no tiene nada qué decir… Yo no le doy mi admiración a cualquiera.

miércoles, 24 de abril de 2019

Incompatibilidad afectuosa


¿Hace cuánto que no escribo sobre Sr. L? ¿Dos años aproximadamente? Bastante me parece. Pues bien, un par de semanas atrás me escribió brevemente pidiéndome desbloquearlo en Facebook porque necesitaba hablarme sobre la copia empastada que le obsequié de ¿Con cuántos hombres has amanecido? en dos mil diez.
Resulta que hace dos años me planteé la idea de saldar todas mis cuentas pendientes o al menos las que más pudiera y por ello, le escribí intentando darle una explicación del por qué me había distanciado tras volver de Turquía; en esa oportunidad mi idea fue intentar irme ligero de esta vida pero como ya habían transcurrido seis años desde nuestro distanciamiento, obviamente él no quiso profundizar en mis motivos y mucho menos retomar la amistad, argumentando que nuestros caminos eran distintos y teníamos demasiadas diferencias… En fin, una de esas frases típicas suyas para decirme de manera poética o eufemística que somos incompatibles. Pensando que era justo permitirle continuar con su vida despreocupándose de mí y sin tenerle rencor alguno, volví a bloquearle pretendiendo desaparecer de su mapa.
Ahora y más o menos en el mismo plan de aligerar su carga para quedarse con lo estrictamente necesario, Sr. L ha decidido deshacerse de todos sus CD’s, DVD’s, libros e incluso su colección de Malú Gatica, que seguramente consideraba un tesoro; entre aquellos bienes estaba el ejemplar firmado de Alma Negra que se compró, una novela de Truman Capote y tal vez una copia de la película Capitán pirata que le obsequié habiéndola bajado de internet. Sin embargo, ¿Con cuántos hombres has amanecido? es una novela inédita que todavía ni siquiera tengo pensado publicar y por lo tanto, amablemente prefirió devolverme la copia en lugar de dejarla por cualquier lado.
Ayer por la tarde, cuanto finalmente nos encontramos en su departamento, me explicaría además que no era tan fácil donar una copia inédita a una biblioteca municipal y de hecho, se la habían rechazado según le entendí, por no contar con un permiso del autor. Ya sea que pretendiera tener un gesto de consideración –prefiero creerlo– o simplemente porque no se la recibirían en ninguna parte, es bueno tenerla de regreso sabiendo que además de él, ninguna otra persona podría cuidarla mejor que yo.
Hasta ahí el punto práctico, porque en los días previos me había asegurado que tenía la mejor disposición pues quería verme y saber de mí, pero entendía si yo no quería verlo e incluso me ofreció que mamá fuera a recoger la copia. Por mi parte, acepté su invitación porque tal como él me explicaba, si bien nos distanciamos, no nos convertimos en enemigos y si hubiera enviado a otra persona en mi lugar, habría sido como decirle que todavía tenía conflictos sin resolver. Empero, para ser sincero, hasta ayer ignoraba qué esperar de dicha reunión, si bien sabía que en determinado momento deberíamos abordar nuestro distanciamiento.
Todo fue tranquilo pero hubo instantes en los cuales no pude evitar sentirme como si lo hubiese visitado apenas al día siguiente de nuestro último encuentro en dos mil once. Llegó el momento de darle la oportunidad que hace ocho años le negara para cerrar por su parte nuestra historia porque habiéndolo hecho unilateralmente provoqué según sus palabras, una desazón o desilusión al no reconocer a su apreciado Carlitos en ese tipo capaz de cerrarle todas las puertas sin darle ningún explicación. Desde luego puedo comprender cuán difícil le debió resultar durante este tiempo intentar conjugar ese cariño que aún me tiene y del cual no tengo por qué dudar con la pena de saberse abandonado.
Sin embargo, seguramente intentando explicarse mi silencio, ha llegado a pensar que por practicar el Islam debí sacar de mi radar a aquellas personas quienes no eran compatibles con mi nuevo estilo de vida. No nos distanciamos porque quisiera tener un crecimiento espiritual y de hecho, perfectamente podríamos haber seguido siendo amigos hasta ahora, pero él no comprende cómo me es posible «estar con personas que no me permiten ser yo mismo».  Al respecto intenté explicarle que cada musulmán es responsable de sus propios actos y ninguno vendría a mi casa para reprocharme alguna conducta porque no vivimos pendientes de lo que hace el hermano, todo en nuestro destino ya está escrito previamente, cuando nos presentemos ante Allah, lo haremos como individuos sin que nadie deba responder por nosotros y además, es imposible que un ser humano imperfecto cumpla con todo cuanto pide una religión cualquiera sea, pues tenemos limitaciones e intentamos hacer lo mejor posible.
Cuando le planteé la posibilidad de retomar nuestra amistad, lo rechazó categóricamente argumentando que las acciones tienen consecuencias. Yo no pude objetar porque al menos en este punto tiene toda la razón, pues si me aparté fue teniendo razones. Escribo el presente artículo porque este blog y mis lectores han sido testigos de nuestra historia, pero sólo diré que desaparecí bastante tiempo antes de ser musulmán practicante y no por cambiar de credo.
No entraré en detalles sobre aquellos motivos porque en primer lugar, a ambos nos parece muy desgastante y en particular a mí además inútil recordar lo que debería estar superado desde hace ocho años. Por otro lado, aunque nuestras opiniones al respecto no coincidieron, al menos llegamos al acuerdo de tener cada uno nuestras propias verdades sobre el asunto; si bien se me quedaron algunas cosas en el tintero porque según él «hay conversaciones que es mejor no tener», tampoco es éste el lugar para retomar un tema privado y añejo.
Sólo quiero hacer un brevísimo comentario que tal vez Sr. L podría, si quiere, tomar como consejo aunque no me lo haya pedido y es que siempre me consideró un buen consejero: deja de usar esa muletilla evasiva de «hay conversaciones que es mejor no tener», pues te quejaste de que algunas personas desaparezcamos sin dar explicaciones pero cuando alguien quiera decirte algo, es porque necesita ser escuchado y si siempre le dices esa frase, no puedes reprocharle que se vaya sin despedirse.
Cuando me entregó el libro, lo denominó un cierre digno y me alegra que haya podido tenerlo finalmente porque al bloquearle nunca pretendí lastimarlo sino más bien, retirarme con la mayor dignidad posible pensando que él no habría dado lugar a una conversación conclusiva. Me di cuenta de esto ayer, al confesarme lo desgastante que le resultaba lidiar con mis expectativas.
Fue raro sentir que el tiempo no había pasado porque yo ahora no pienso como hace ocho años. Entiendo y respeto absolutamente que Sr. L no quiera retomar nuestra amistad, pues dijo que hay un tiempo prudente para hablar sobre aquello que nos separa, pero no después de seis años y al respecto, sólo diré que las cosas no suceden cuando uno desea sino cuando corresponde pero si no me acerqué antes fue porque tampoco estaba listo ni había superado del todo los desencuentros. El problema es que ambos relojes –lo deseado y lo apropiado– casi nunca coinciden. Por otro lado, nos dimos cuenta o al menos yo, de que aquellas diferencias estuvieron siempre presentes, pues nuestras expectativas con respecto a la amistad nunca se encontraron.
Por último, y ya para terminar con una nota dulce, Sr. L dijo que yo le había cerrado todas las puertas, como se hace cuando una relación termina, en este caso una amistad. Ahora no lo bloquearé porque las amarguras perdieron su importancia y si bien retomar la amistad es algo improbable, valoro el cariño que afirma tenerme. Toda acción tiene consecuencias, es cierto; Carlos tuvo buenas razones para cerrar la puerta, pero Yahya la dejará abierta para que sin empujarlo ni presionarlo, él decida si quiere entrar. Es extraño cómo puede existir cariño entre dos personas incompatibles, pero cosas más raras se han visto en este mundo.

Gracias por tu visita

Si llegaste a este blog y lo leíste, agradezco que me dedicaras un poco de tu tiempo.

Asimismo, te invito a dejarme tus comentarios, sugerencias, peticiones y críticas constructivas en los posts.

Por último, si te agradó, puedes añadir un vínculo de La Pluma Dorada en tu página web, blog, fotolog o espacio personal y así, colaborar al crecimiento de este humilde rincón. También te invito a convertirte en seguidor.

Espero tenerte de regreso; siempre serás bienvenido. Hasta pronto.

Yahya. Carlos Flores A.
Escritor chileno.