«Quien no conoce Estambul, no conoce el amor».

Yahya Kemal Beyatlı.

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Carlos Flores Arias – Yahya.

Escritor chileno.

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lunes, 18 de febrero de 2019

Portada turca para Síndrome de Estambul


Como todos ustedes saben, en diciembre de dos mil quince se lanzó la edición chilena de mi novela Síndrome de Estambul bajo el sello Contracorriente Ediciones y poco después surgió la posibilidad de publicarla en Turquía gracias al trabajo de la editorial Profil Kitap, pues el Ministerio de Cultura y Turismo de ese hermoso país estaba interesado en difundir la obra de un autor chileno pero al mismo tiempo, mi opinión sobre su cultura, tradiciones, historia y otros detalles expuestos en la crónica del viaje que hice.
Sólo dije lo justo y necesario pretendiendo no arruinar el proyecto hablando demás. Sin embargo, ahora puedo presentarles la portada de İstanbul Sendromu. Estoy tan contento con esta noticia, que quise compartirla inmediatamente en todas mis redes sociales, pues ahora mis hermanos y amigos turcos podrán leer la obra en su propio idioma, permitiéndome acercarme mucho más a ellos.
Desde luego, esta publicación me permitirá abrirme camino profesional en un país que he amado desde hace ya tantos años. Considerando todas las implicaciones, no puedo dejar de agradecerles a los señores Mehmet Mollaosmanoğlu, Munir Üstün, Eren M. Paykal y todo el equipo de Profil Kitap, quienes con gran profesionalismo han hecho un maravilloso trabajo traduciendo, editando y publicando mi novela.
De igual manera, me corresponde agradecer a mi amiga personal, Yeliz Şimşek, por ayudarme en las reuniones con el señor Mehmet y gestionar en parte la edición, sirviendo como intermediaria entre las dos editoriales responsables de publicar la obra en Chile y Turquía.
Por último, quisiera agradecer también al señor Ignacio Fritz y Contracorriente Ediciones, por publicar la edición chilena de mi obra.

domingo, 3 de febrero de 2019

Manifiesto para el día de los enamorados


Hacía tiempo ya no pasaba por mi blog a dejar algún artículo; lo bueno es que nadie me paga por ello. Sin embargo, como iniciamos otro febrero y mis entradas más visitadas son aquellas referentes a la soledad, quise dejar de lado un momento mis otras ocupaciones literarias y escribir algo nuevo porque los años no pasan sólo para hacer caer el cabello o aparecer arrugas, aunque modestia aparte creo no tener ninguna todavía.
Es precisamente la experiencia que me ha hecho cambiar a mis treinta y siete años la opinión que tenía a los veinte sobre las relaciones y seguramente en el futuro seguirá cambiando muchas veces, si Allah (cc) me da vida. Debo confesarles que a esta edad comencé a echar en falta tener pareja, tal vez no para vivir juntos al mes de conocernos como algunas personas hacen hoy, respetablemente donde las haya, sino porque uno quiere sentirse acompañado en ciertas circunstancias que no se disfrutan tanto estando solo como por ejemplo, aquellas reuniones familiares donde hasta la prima más fea lleva compañía mientras uno, siendo tan encantador debe conformarse con compartir la mesa de los pequeños o los tíos abuelos a quienes mucho se les quiere, pero sin tener tanto tema en común. No sé si me van entendiendo.
Ciertamente hace casi dos décadas uno podría haber esperado que cualquier relación amorosa consistiese un noventa por ciento en sexo sin ninguna responsabilidad y para aquellos que a los veinticinco seguían viviendo su adolescencia, la cosa no había cambiado mucho. Pero todo parece indicar que al bordear los cuarenta las prioridades cambian bastante porque hay quienes buscan estabilidad.
¿Pero qué significa esto? Es una palabra de once letras pero con mucho peso. Hay quienes como yo, piensan que ser fiel, sincero, honesto y tolerante brinda estabilidad a la relación; otros postularán que esto depende de la independencia, autosuficiencia y solvencia o resumiéndolo, estabilidad económica; un tercer grupo y tal vez el más exigente puede creer que todo lo anterior constituye una pareja estable por permitirle hacer planes a largo plazo. Yo pertenezco a una generación en la cual los jóvenes ni siquiera se casan y si lo hacen, es sólo cuando tienen dónde irse o una casa bien montada. Mis padres en cambio, son de un tiempo en que para vivir con tu pareja debías casarte y comenzar una vida juntos desde cero, sin grandes lujos sino únicamente satisfaciendo las necesidades básicas, pues el proyecto común significaba construir algo con esfuerzo mutuo. Empero, muchos no se comprometen actualmente porque les gusta disfrutar su libertad o en términos simples, destinar dinero a otros ítems en lugar de tener un espacio propio, aunque esto no se traduzca como celibato.
Yo soy honesto y no me cuesta decir que como escritor no tengo un trabajo en alguna empresa multinacional ni puedo permitirme grandes lujos, así que lo de ser solvente queda descartado. Recuerdo bien cuando en cierta ocasión el Sr. L me dijo que no soy un buen partido para nadie aunque siendo sincero, por su parte reconoció tampoco serlo a pesar de rentar un departamento y tener empleo. Por entonces me sentí sumamente ofendido, porque a nadie le gusta escuchar que no es un buen partido para nadie; pero por otro lado, quien crea que en este país un minusválido cesante de clase media puede tener una situación económica holgada es derechamente tonto.
Cualquiera que me conoce sabe que si bien me gusta escribir, tomé la decisión de ser novelista a falta de mejores oportunidades laborales habiéndome titulado como comunicador social con mención en producción de eventos y no lo digo por sacar a colación mi currículum vitae sino porque no me conformé con terminar la enseñanza media. De hecho, para el tiempo en que el Sr. L me decía tales piropos yo ya tenía dos novelas escritas y al menos una publicada sin pasarme todo el día metido en Facebook, como creía.
Pero muy a mi pesar, parecía tener razón en que la gente considera más difícil encontrar alguien fiel y por ello, van con quien les resulte económicamente estable, aunque sea experto maltratando y poniendo los cuernos.
Sí, también es verdad que ahora siendo musulmán se me hace incluso más difícil hallar pareja en un mundo donde practicar una religión sea casi mal visto porque no te permite hacer muchas cosas… Pero yo sería hipócrita además de estúpido si con tal de tener pareja, estuviese dispuesto a abandonar mis creencias, mis principios, pues es parte de lo que soy.
No, señoras y señores. Aquí seré despiadadamente honesto aunque a muchos les saque ronchas. Lo cierto es que todo lo anterior son sólo excusas para quienes alguna vez pudieron tener una relación conmigo pero que simplemente, no dieron el salto de fe. A esas personas yo les serví para pasar el rato, mientras llegaba a sus vidas alguien independiente económica y emocionalmente, con quien no tuvieran que comprometerse demasiado al punto de aceptarle sus limitaciones ni se sintieran en la obligación de la monogamia.
Pero hay una segunda parte de esta verdad que puede parecerles muy lapidaria y es que por mi parte, también me he mantenido soltero porque hasta ahora no tuve la suficiente valentía de imponerme ante el mundo y con el tiempo, esto se hizo tan normal que cometía el error de responsabilizar completamente a mis potenciales parejas por no aventurarse, culpándoles de rechazar mis discapacidades. Lo cierto es que cualquiera necesita sentirse valorado y en este sentido, también debo dar un salto de fe o jugármela, demostrándole al ser amado que soy capaz de vencer mis miedos o complejos.
No se lo tomen a mal, pero ya sé que estoy soltero porque no ha llegado la persona indicada y llega una edad en la cual tantas veces te lo han dicho, que pierde el sentido, volviéndose cruel y redundante. Obviamente si la persona indicada hubiese llegado a mi vida estaría escribiendo sobre otro tema y ese comentario de consuelo pasa a ser frase para el bronce. Escribo este artículo sin intención de dar pena sino porque mi situación no es única, gracias a Allah (cc). Hay otros solteros que siendo sanos, sin discapacidades físicas, solventes, independientes, con buenos trabajos e incluso creyentes, no han hallado a aquel individuo con quien compartir sus vidas. Esto significa que el problema no es completamente mío sino sólo un porcentaje y para ser justos, tal vez sea la mitad.
Pero si tengo el coraje de admitir cuál es mi problema, no veo por qué los demás deban callarse como si tuvieran sus vidas resueltas. ¿Qué buscan exactamente? ¿A qué le temen? Basta de aparentar ser triunfadores como en las redes sociales porque realmente nadie lo es; hay celebridades con mucho dinero que se hunden en las drogas porque están solas y uno les ve en portadas de revistas como grandes ganadores. ¿Qué queda para nosotros?
No somos las máximas bellezas del universo pero siempre hay quien empieza a verle defectos superficiales a potenciales parejas. Que está quedando calvo, es viejo, se ve gordo, es bajito, tiene una cicatriz o algo similar. Tampoco digo que debamos aceptar parejas monstruosas, pero si seguimos siendo tan quisquillosos acabaremos criando gatos como Eleanor Abernathy (en la foto).
Ya dije antes que algunas personas me tuvieron en sus vidas para pasar el rato, pero ahora quiero alguien que me valore realmente y quiera estar conmigo, sin pretender orgías los fines de semana con el anillo puesto; bien por quien lo haga pues cada persona aborda las relaciones desde su experiencia particular, pero yo soy partidario de la monogamia y para mí la infidelidad es motivo de descalificación inmediata, pues no debería conformarme con ser premio de consolación. Sí, es verdad que en redes sociales flirteo porque tengo una naturaleza coqueta, pero estoy soltero y cuando tenga pareja, seré exclusivo pretendiendo reciprocidad.
Desde luego, cuando se trata de relaciones, nadie lo tiene fácil…, pero creo que se vuelve más dificultoso si no sabemos qué podemos ofrecerle al otro y qué pretendemos alcanzar. En cuestiones del corazón, y no me refiero a lo sucedido entre las sábanas, se debe tener claridad sobre estos asuntos para después dejar fluir las cosas. Se tiene la costumbre de hacerlo al revés y por eso algunos ni siquiera alcanzamos a tener romances de verano. El amor es hasta cierto punto, una negociación de la felicidad temporal, lo importante es saber cerrar el trato para gozarlo.
¿Y para qué querer tanta independencia de una pareja? Nadie nació solo y cuando yo tenga una relación estable, con el permiso de Allah (cc), seguramente pretenderá que le presente a mi familia; entonces será justo que nos integremos al círculo social del otro. Ser tan individualista al final es una mentira que te deja solo, porque todos tenemos un grupo de pertenencia.
Las relaciones son complicadas más allá de una situación sentimental en Facebook, pero quien diga «Mejor solo que mal acompañado» está tomando el camino fácil, pues ni siquiera lo intenta.

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Yahya. Carlos Flores A.
Escritor chileno.