Hacía tiempo ya no pasaba por mi blog a dejar algún artículo; lo
bueno es que nadie me paga por ello. Sin embargo, como iniciamos otro febrero y
mis entradas más visitadas son aquellas referentes a la soledad, quise dejar de
lado un momento mis otras ocupaciones literarias y escribir algo nuevo porque
los años no pasan sólo para hacer caer el cabello o aparecer arrugas, aunque
modestia aparte creo no tener ninguna todavía.
Es precisamente la experiencia que me ha hecho cambiar a mis treinta
y siete años la opinión que tenía a los veinte sobre las relaciones y
seguramente en el futuro seguirá cambiando muchas veces, si Allah (cc) me da
vida. Debo confesarles que a esta edad comencé a echar en falta tener pareja,
tal vez no para vivir juntos al mes de conocernos como algunas personas hacen
hoy, respetablemente donde las haya, sino porque uno quiere sentirse acompañado
en ciertas circunstancias que no se disfrutan tanto estando solo como por
ejemplo, aquellas reuniones familiares donde hasta la prima más fea lleva
compañía mientras uno, siendo tan encantador debe conformarse con compartir la
mesa de los pequeños o los tíos abuelos a quienes mucho se les quiere, pero sin
tener tanto tema en común. No sé si me van entendiendo.
Ciertamente hace casi dos décadas uno podría haber esperado que
cualquier relación amorosa consistiese un noventa por ciento en sexo sin
ninguna responsabilidad y para aquellos que a los veinticinco seguían viviendo
su adolescencia, la cosa no había cambiado mucho. Pero todo parece indicar que
al bordear los cuarenta las prioridades cambian bastante porque hay quienes
buscan estabilidad.
¿Pero qué significa esto? Es una palabra de once letras pero con
mucho peso. Hay quienes como yo, piensan que ser fiel, sincero, honesto y
tolerante brinda estabilidad a la relación; otros postularán que esto depende
de la independencia, autosuficiencia y solvencia o resumiéndolo, estabilidad
económica; un tercer grupo y tal vez el más exigente puede creer que todo lo
anterior constituye una pareja estable por permitirle hacer planes a largo
plazo. Yo pertenezco a una generación en la cual los jóvenes ni siquiera se
casan y si lo hacen, es sólo cuando tienen dónde irse o una casa bien montada. Mis
padres en cambio, son de un tiempo en que para vivir con tu pareja debías
casarte y comenzar una vida juntos desde cero, sin grandes lujos sino
únicamente satisfaciendo las necesidades básicas, pues el proyecto común
significaba construir algo con esfuerzo mutuo. Empero, muchos no se comprometen
actualmente porque les gusta disfrutar su libertad o en términos simples,
destinar dinero a otros ítems en lugar de tener un espacio propio, aunque esto
no se traduzca como celibato.
Yo soy honesto y no me cuesta decir que como escritor no tengo un
trabajo en alguna empresa multinacional ni puedo permitirme grandes lujos, así
que lo de ser solvente queda descartado. Recuerdo bien cuando en cierta ocasión
el Sr. L me dijo que no soy un buen partido para nadie aunque siendo sincero,
por su parte reconoció tampoco serlo a pesar de rentar un departamento y tener
empleo. Por entonces me sentí sumamente ofendido, porque a nadie le gusta
escuchar que no es un buen partido para nadie; pero por otro lado, quien crea
que en este país un minusválido cesante de clase media puede tener una
situación económica holgada es derechamente tonto.
Cualquiera que me conoce sabe que si bien me gusta escribir, tomé
la decisión de ser novelista a falta de mejores oportunidades laborales
habiéndome titulado como comunicador social con mención en producción de
eventos y no lo digo por sacar a colación mi currículum vitae sino porque no me
conformé con terminar la enseñanza media. De hecho, para el tiempo en que el
Sr. L me decía tales piropos yo ya tenía dos novelas escritas y al menos una
publicada sin pasarme todo el día metido en Facebook, como creía.
Pero muy a mi pesar, parecía tener razón en que la gente considera
más difícil encontrar alguien fiel y por ello, van con quien les resulte
económicamente estable, aunque sea experto maltratando y poniendo los cuernos.
Sí, también es verdad que ahora siendo musulmán se me hace incluso
más difícil hallar pareja en un mundo donde practicar una religión sea casi mal
visto porque no te permite hacer muchas cosas… Pero yo sería hipócrita además
de estúpido si con tal de tener pareja, estuviese dispuesto a abandonar mis
creencias, mis principios, pues es parte de lo que soy.
No, señoras y señores. Aquí seré despiadadamente honesto aunque a
muchos les saque ronchas. Lo cierto es que todo lo anterior son sólo excusas
para quienes alguna vez pudieron tener una relación conmigo pero que
simplemente, no dieron el salto de fe. A esas personas yo les serví para pasar
el rato, mientras llegaba a sus vidas alguien independiente económica y
emocionalmente, con quien no tuvieran que comprometerse demasiado al punto de
aceptarle sus limitaciones ni se sintieran en la obligación de la monogamia.
Pero hay una segunda parte de esta verdad que puede parecerles muy
lapidaria y es que por mi parte, también me he mantenido soltero porque hasta
ahora no tuve la suficiente valentía de imponerme ante el mundo y con el
tiempo, esto se hizo tan normal que cometía el error de responsabilizar
completamente a mis potenciales parejas por no aventurarse, culpándoles de rechazar
mis discapacidades. Lo cierto es que cualquiera necesita sentirse valorado y en
este sentido, también debo dar un salto de fe o jugármela, demostrándole al ser
amado que soy capaz de vencer mis miedos o complejos.
No se lo tomen a mal, pero ya sé que estoy soltero porque no ha
llegado la persona indicada y llega una edad en la cual tantas veces te lo han
dicho, que pierde el sentido, volviéndose cruel y redundante. Obviamente si la
persona indicada hubiese llegado a mi vida estaría escribiendo sobre otro tema
y ese comentario de consuelo pasa a ser frase para el bronce. Escribo este
artículo sin intención de dar pena sino porque mi situación no es única,
gracias a Allah (cc). Hay otros solteros que siendo sanos, sin discapacidades
físicas, solventes, independientes, con buenos trabajos e incluso creyentes, no
han hallado a aquel individuo con quien compartir sus vidas. Esto significa que
el problema no es completamente mío sino sólo un porcentaje y para ser justos,
tal vez sea la mitad.
Pero si tengo el coraje de admitir cuál es mi problema, no veo por
qué los demás deban callarse como si tuvieran sus vidas resueltas. ¿Qué buscan
exactamente? ¿A qué le temen? Basta de aparentar ser triunfadores como en las
redes sociales porque realmente nadie lo es; hay celebridades con mucho dinero
que se hunden en las drogas porque están solas y uno les ve en portadas de
revistas como grandes ganadores. ¿Qué queda para nosotros?
No somos las máximas bellezas del universo pero siempre hay quien
empieza a verle defectos superficiales a potenciales parejas. Que está quedando
calvo, es viejo, se ve gordo, es bajito, tiene una cicatriz o algo similar. Tampoco
digo que debamos aceptar parejas monstruosas, pero si seguimos siendo tan
quisquillosos acabaremos criando gatos como Eleanor
Abernathy (en la foto).
Ya dije antes que algunas personas me tuvieron en sus vidas para
pasar el rato, pero ahora quiero alguien que me valore realmente y quiera estar
conmigo, sin pretender orgías los fines de semana con el anillo puesto; bien
por quien lo haga pues cada persona aborda las relaciones desde su experiencia
particular, pero yo soy partidario de la monogamia y para mí la infidelidad es
motivo de descalificación inmediata, pues no debería conformarme con ser premio
de consolación. Sí, es verdad que en redes sociales flirteo porque tengo una
naturaleza coqueta, pero estoy soltero y cuando tenga pareja, seré exclusivo
pretendiendo reciprocidad.
Desde luego, cuando se trata de relaciones, nadie lo tiene fácil…,
pero creo que se vuelve más dificultoso si no sabemos qué podemos ofrecerle al
otro y qué pretendemos alcanzar. En cuestiones del corazón, y no me refiero a
lo sucedido entre las sábanas, se debe tener claridad sobre estos asuntos para
después dejar fluir las cosas. Se tiene la costumbre de hacerlo al revés y por
eso algunos ni siquiera alcanzamos a tener romances de verano. El amor es hasta
cierto punto, una negociación de la felicidad temporal, lo importante es saber
cerrar el trato para gozarlo.
¿Y para qué querer tanta independencia de una pareja? Nadie nació
solo y cuando yo tenga una relación estable, con el permiso de Allah (cc),
seguramente pretenderá que le presente a mi familia; entonces será justo que
nos integremos al círculo social del otro. Ser tan individualista al final es
una mentira que te deja solo, porque todos tenemos un grupo de pertenencia.
Las relaciones son complicadas más allá de una situación
sentimental en Facebook, pero quien diga «Mejor
solo que mal acompañado» está tomando el camino fácil, pues ni siquiera lo
intenta.