Elhamdülillah ahora la he terminado satisfactoriamente, titulándola El carnaval de los malditos. Bajo el seudónimo Carlos Flores Arias-Yahya, viajé imaginariamente hasta el siglo XVII, cuando a pesar del Renacimiento se llevó a cabo en Europa el mayor genocidio de la historia humana, persiguiendo brujas, vampiros, hombres lobo y otros seres sobrenaturales malignos, capaces de perturbar la paz comunitaria.
A decir verdad, tenía pendiente escribir esta novela y aunque debí investigar la tradición folclórica europeo para salir del sobreexplotado estereotipo de terror hollywoodense, me sorprendió a veces hasta el espanto confirmar que muchas historias superarían ampliamente la más taquillera producción cinematográfica.
Además, debo reconocer que algunas veces, habiendo cometido el error de escribir durante la noche, me resultó bastante difícil conciliar el sueño imaginando no sólo a los personajes ficticios que lentamente tomaban forma y cobraban autonomía sino como si fuera poco, a figuras históricas cuya existencia fue muy bien documentada y ya en la Antigua Roma congelaban la sangre de sus vecinos.
Ciertamente para mí cada novela es un desafío autoimpuesto pero al iniciar las primeras páginas perfilando a los personajes, no se sabe bien si es uno quien les da características o en qué momento son ellos quienes me toman de la mano para contarme una historia y limitarme a escribir. Sin embargo, habiendo llegado a la última página, se experimenta la dicha de saber finalizada la primera etapa.