«Quien no conoce Estambul, no conoce el amor».

Yahya Kemal Beyatlı.

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Carlos Flores Arias – Yahya.

Escritor chileno.

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lunes, 6 de agosto de 2007

La pluma sin tinta

A lo largo del blog, incluso aquella primera versión de “La pluma dorada” que borré accidentalmente al cerrar mi cuenta en Gmail, he escrito sobre mi vida, farándula, crítica, fenómenos sociales, relaciones, historias, chistes y de cuanto tema se me ocurre.
Pero llega un momento en la vida de un cesante, cuando crees estar viviendo el día de la marmota, pues toda tu vida es igual y salvo algunas excepciones muy raras, nada cambia. Tomas desayuno, duermes hasta tarde, te levantas, tomas un baño, almuerzas, aseas tu recámara, ves televisión, comes un tentempié, escribes algo para bloguear, escuchas música, cenas, te conectas a internet para postear y ver si tienes algún correo electrónico interesante o una oferta de trabajo, tragas algo como última colación del día y sigues navegando en internet hasta que te caes de sueño.
Si tienes mala suerte, seguro serás parte de algún grupo discriminado en tu país, como la gente minusválida en mi caso. Entonces, durante toda tu vida intentas demostrar que vales la pena como persona y realmente eres capaz de vencer obstáculos. Estudias una carrera que crees ajustada a tu vocación y resultas excelente estudiante, pero en cuanto te titulas ves que todo aquel empeño se va por el W. C., pues en ningún sitio te emplean.
Intentas darle sentido a tu vida escribiendo una novela que jamás publicará ninguna editorial porque eres desconocido, escribes un blog y la cagas con tu familia, inicias otro que muchos leen pero pocos comentan y para no estorbar en casa, empapelas tu ciudad entregando currículums en cada empresa, medio de comunicación u organización sin tener resultados.
Te discriminan por usar silla de ruedas aunque puedas ser excelente realizando aquella labor para la cual estudiaste, aunque haya sido en una institución académica poco conocida. Todos te dicen que no necesitan gente de tu profesión, algunos temen que seas lo suficientemente bueno como para dejar en evidencia su mediocridad y otros pocos, ni siquiera te reciben la hoja de vida que les llevas por evitarse molestias.
Escribes entonces una carta a algún político que esté de moda para pedirle una oportunidad y la envías a cada medio de comunicación, pero a nadie le importa, porque sabes que en Chile la solidaridad sólo dura “las veintisiete horas de amor” que tarda la campaña de la Teletón y luego, todos olvidarán que en este país sigue existiendo gente discapacitada y discriminada, con casi ninguna oportunidad.
Sabes también que Chile está lleno de hipócritas con ningún deseo de solucionar realmente el problema, pues creen que dando dinero una vez al año para campañas benéficas, se remediarán las cosas. Mientras, tú sigues buscando aquella salida del hoyo donde estás y no la encuentras. Lentamente te percatas de que tu única opción es trabajar desde la casa y en un oficio completamente distinto a la carrera que tanto te costó estudiar, porque no existe empresa alguna que te contrate.
Tratas de darle un poco de alegría a tu patética existencia, para olvidar las putadas que te obsequia el destino, intentando conocer gente que te parece interesante por su popularidad pero a la larga, te decepcionas. Peor aun es cuando te quejas del incumplimiento de esa gente y te llaman “llorón”, porque en este país la gente es conformista y permite el abuso.
Constantemente recuerdas a aquellas escasas personas que jamás se cansaron de demostrarte cariño sincero, pero ya no los tienes porque las moiras han acabado su vida.
Es así como inevitablemente, se acaba el último chorro de tinta en la pluma con que intentaste escribir una vida exitosa y digna; te conformas con vivir algo miserable porque la alternativa es demasiado horrorosa, pero ya no escribes por una causa justa, pues notas que quienes lo hicieron antes fueron completamente ignorados y en conclusión, nada te hace pensar que tu caso sea diferente o que tu mensaje cambiará el modo de pensar y actuar que la sociedad tiene.

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Yahya. Carlos Flores A.
Escritor chileno.