A Francisco Alemán.
La noche parte, libre con las horas,
la luna me niega su complicidad;
el primer rayo de la aurora
viene a mi puerta a llamar.
Escúrrete como el rocío
que por la mañana suave cae,
entra en mis dominios
y que mi paso no se escape.
Te permito la entrada silenciosa
sin que anuncies tu alegre llegada,
pero promete partir presurosa
cuando llegue la noche tan esperada.
No sepa la noche que te amo,
que de día bailas entre mis brazos;
no te descubra en mi labio
dándome un licor amargo.
Refresca la abundante sed
con la ternura de tu roce…
Inunda mi desértica piel
cuando tu cuerpo me toque.
Evapórate cuando la oscura noche llegue
y me cubra con su negro manto,
cuidando del cuerpo que con el sol te pertenece
cuando lentamente lo has lavado.
No deje de ser apasionado,
ni por la noche ni por el día
aunque esté muy cansado,
que mi fuego no se extinga.
Como niño jugando inquieto en el campo,
así esté yo siempre en tu vientre,
donde me hallo durmiendo sosegado
hasta que llegue la hora de perderte.
Viva permanentemente como alocado
en tus cristalinos ojos de lago,
donde te pierdes en el rocío temprano
mientras yo te sigo amando.
Me ilumine la luz única de la noche
en el extenso sendero polvoriento
y que mi paso nunca se agote
por buscar tu amor verdadero.
Que el lobo sea mi fiel compañero
en la oscuridad que nubla mi mirada…
Le pierda el siniestro miedo
al amanecer en su llegada.
Corre por mi salino cuerpo,
frágil gota de dulce agua;
bajaste a mí del cielo
y del mundo quedó nada.
Llegue el minuto de amarte ahora
y como oro lo atesore mi recuerdo,
en el hondo baúl de mi memoria
donde no llegan la noche y su veneno.
Amarte por siempre es mi deseo,
que a ello correspondas sin reparo
y que no muera mi energía en ello,
con todo lo que ya te he amado.
Dé tarde mi último suspiro,
cuando el sol se oculte en el valle
y permanezcas aquí conmigo,
hasta que mi vida se apague.
Que no sea alta mi voz para llamarte
al evaporarte en gota de mí escapándose
y pueda sin más con mi mano alcanzarte
antes de que tu boca siga burlándose.
Pida mi vida un consuelo
antes de morirme en silencio,
que sea cumplido mi anhelo
de tener tu eterno aprecio.
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«Quien no conoce Estambul, no conoce el amor».
Yahya Kemal Beyatlı.
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jueves, 10 de abril de 2008
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