Algo alegre quise cantar
aquella noche de húmedo palpitar,
cuando apenas tus labios me atreví a besar,
en tanto la seda de tu piel quise acariciar.
No. No rompas el susurrar,
porque la luna nunca pudo hablar
y si pudiera, tanto narrar,
cuanta amorío podría revelar.
El aliento del amante, que llego a respirar,
en tu pecho firme va a dormitar.
De mí se dirá que pude observar
la estrella más brillante en tu pícaro mirar.
Cuando mi memoria no exista ya,
aún en nosotros los amores se inspirarán.
El mismísimo Don Juan celos tendrá,
y Casanova nos querrá imitar.
Soy indigno de tus pies besar,
porque en toda la creación no hubo ni habrá
criatura más amada por quien purgar,
y feliz hacerlo, sin protestar.
Cuantos amantes puedes pastorear
y sólo seré una oveja más para trasquilar
con cuya lana gozaste de abrigar
la piel en que yo quisiera navegar.
Deja de una vez el paso andar
y refúgiate en mis brazos que te han de llamar
en mi lecho al lentamente agonizar
en el plácido suspiro, al placer dar.
El beso ya no bastará
como único pasaporte a mi felicidad,
y éste que te esmeraste en esclavizar
hoy sus cadenas romperá.
Mentira decir que el amor es libertad,
porque sólo mis labios desearás besar
y tu sed de amor conmigo saciar
hasta que el placer te parezca celestial.
Amante y amado será la verdad
que desde ahora querremos contar,
como prohibido cuento de mal hablar
para quien presto, lo quiera escuchar.
Te amo será mi nombre y así me llamarás,
de igual modo te nombrarás,
porque no somos tú y yo en cantidad,
pues perdimos toda dualidad.
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