Si Dios fuese más juguetón, habría hecho un Edén exclusivamente masculino y otro femenino. De ese modo, nadie se sentiría culpable por escoger quedarse en su jardín, en lugar de visitar al vecino.
La única diferencia sería que en el Edén femenino, habría grandes ciudades, tecnología de última generación, grandes figuras destacadas en todos los campos. Nosotros en cambio, seguiríamos corriendo desnudos, comiendo de los árboles y follando todo el día.
Peor aún, con nuestra suerte, habríamos comido el fruto prohibido y sin darnos cuenta, Dios nos echaría de nuestro paraíso, las mujeres se tomarían el terreno en plan de expansión y claro, acabaríamos vagando en el desierto, pero sin dejar de follar.
No es que con un Edén único estemos menos perdidos; lo estamos igual. Tal vez por eso nos cuesta tanto encontrar a quien Dios ha destinado para nosotros.
Por otro lado, también existen aquellos que no están interesados en hallar a esa pareja única. Quizá para algunos, lo importante no es eso, sino compartir su vida con muchos acompañantes o bien, con ninguno.
Al perder el Edén, debimos ocuparnos de muchos más asuntos y con el tiempo, nos hicimos incapaces de disfrutar la vida. ¿Y cómo hacerlo? Cabe mencionar que el término Edén significa Placer.
Es posible incluso, que el Edén no fuese uno, pues cada persona tiene su propia y particular forma de gozar los placeres en la vida. Quizá existan tantos paraísos como personas hay en el mundo. Así al menos, tenemos el consuelo de saber que el Edén es interior y por lo tanto, no lo hemos perdido.
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