¿Qué hay debajo del traje azul de un príncipe? Sólo el simple hombre mortal que lo viste. Nuestro error es idealizar a personas en todas las relaciones, olvidando su humanidad y la inevitable imperfección.
Si no esperásemos tanto de las personas, nos evitaríamos desilusiones y dolor al descubrir que un amigo o alguien más sólo tiene sangre en las venas.
Gran parte de esto se debe a que casualmente aquellas personas idealizadas, permiten ser subidas en un altar y cuando caen, te preguntan "¿Por qué estabas tan seguro de mi perfección, si soy normal?".
Ciertamente nos equivocamos con las personas cuando no queremos ver sus defectos, pues pretendemos relacionarnos con aquella fantasía que jamás nos lastimará... Llámese amor platónico o sea sólo otro individuo muy querido en nuestras vidas, al ensalsarlo somos nosotros mismos quienes le proporcionamos la pistola cargada para dispararnos.
¿Debería importarnos cuando casual o intencionalmente nos convertimos en el ideal de alguien y le lastimamos? Por supuesto que sí. No podemos desentendernos del vínculo existente, como si aquella persona mereciera ser desechable. Una cosa es tener la pistola cargada y otra muy distinta, dispararla sin sentir culpa.
¿Nos convertimos en un ideal por obra y gracia de quien idealiza o resultamos fabricantes del lente con el cual somos vistos? Si se cree algo determinado sobre nosotros, tal vez corresponda responsabilizarnos por aquella fama o bien, demostrar la calumnia.
No siempre he dicho la verdad. Siendo pequeño solía mentir para librarme de algún castigo. Pero aprendí que la mentira sólo engendra más engaño. Si uno es siempre sincero o al menos, lo intenta, tal vez sea castigado por alguna falta, pero vivirá en paz. Además, el mentiroso inevitablemente queda al descubierto.
¿Qué debemos hacer si alguien a quien ensalsamos nos falla? Si en realidad nuestro cariño es sincero, quizás podamos contar hasta diez antes de cortar su cabeza.
Sólo podremos querer a alguien cuando asumamos su imperfección. No amamos a nuestras familias porque sean perfectas, sino simplemente sentimos amor. Queremos al tío maricón, la prima puta y toda aquella fauna de cada clan.
Con mis amigos hago igual, pues los considero mi segunda familia.
¿Por qué no deberíamos evadir nuestros rollos? Son la expresión de los conflictos emocionales y nos obligan a definir sentimientos ambiguos. En otras palabras, al resolverlos podemos hallar estabilidad o tomar decisiones.
¿Y qué pasa con quienes se quedan esperando un ideal? Permanecen solos.
1 comentario:
El principe azul o la princesa rosa,siempre terminaban en fueron felices,nos quedabamos sin saber lo que pasaba....En la busqueda onemos mucho de lo que nos falta,investimos al otro en un ideal. No lo vemos,lo fantaseamos e imaginamos.
un abrazo
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