Anoche en la fiesta que Paul dio por su cumpleaños, entre cigarrillos conversados y música bailada, una de las invitadas comenzó a preguntarme sobre mi trabajo como escritor novelista. Sin ánimo de aburrirla con tecnisismos sobre creación de personajes o coherencia del relato, mi breve respuesta se concentró en la facultad para mezclar dentro del segundo libro aquellas narraciones amablemente proporcionadas por mis lectores y contactos en Facebook con un toque ficticio, entretejiendo todo.
- Ten cuidado -me advirtió-. No vayas a confundir ficción con realidad.
Apenas dijo esto, me di cuenta de cuan expuestos estamos a creer una mentira. Miré a mi alrededor y sin saber precisamente el motivo, vinieron a mi mente tantos momentos en los cuales oí las mismas bromas por parte de personas que aparentemente no encajaron.
Es como un libreto aprendido a la perfección, para intentar decir la broma precisa en el momento adecuado. Pero habiéndolo visto antes, ahora ese discurso me parece tan forzado y falso.
Como cuando llenas de elogios gratuitos a una persona, sabiendo que mientes, sólo por intentar simpatizarle aunque jamás vuelvas a verle. Del mismo modo, ríes de sus chistosos comentarios, sin hallarles gracia alguna, sólo por ser cortés.
Me ha pasado tantas veces y si no usara silla de ruedas, diría que he deseado salir corriendo de algún bar o café.
No podía dejar de recordar a muchas personas que al principio intentaron agradarme para sacar provecho y cuando les rechacé por darme cuenta de cómo eran, las máscaras se rompieron.
Por ahora, sostenía conversaciones sinceras con gente a la cual realmente le interesaban mis palabras, y se siente agradable.
No podía dejar de recordar a muchas personas que al principio intentaron agradarme para sacar provecho y cuando les rechacé por darme cuenta de cómo eran, las máscaras se rompieron.
Por ahora, sostenía conversaciones sinceras con gente a la cual realmente le interesaban mis palabras, y se siente agradable.
Si, el Sr. L y Esteban me dijeron una vez que ocasionalmente hago comentarios desagradables. Pero creo no traspasar ese límite. Hay quienes en cambio, inconformes con cagar fuera de tiesto, quieren hacerte creer una mentira y tú los miras pensando "Éste cree que nací ayer".
Por esto me parece altamente peligroso confundir realidad y fantasía: la incapacidad para distinguir entre una persona que realmente merece la pena hacer parte de tu vida y otra que en cambio, sólo pretende sacar algún provecho. De ésta, debes desechar su discurso apenas lo termina, sin siquiera prestarle atención, aunque sea una descortesía. Más vale ser grosero, pero cauteloso.
Así que además de las risas, amena charla, grata compañía, buena música, exquisita comida y nostálgico reencuentro con Paul, me traje una valiosa reflexión de regreso a casa. Tal vez antes la sabía y practicaba, pero desde esa advertencia puedo también verbalizarla.
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