"Carmen Gloria Santelices Q. E. P. D. Falleció hoy a las 14:00 p. m. producto de una larga y penosa enfermedad".
Así lo diría un obituario formal y frío, pero mi tía Gory era mucho más que aquel escueto párrafo en la esquina de una página.
Era más bien una mujer alegre, entusiasta, a veces exageradamente risueña, hiperkinética hasta cierto punto, porque parecía tener exceso de vida en las venas o un contagioso deseo de vivir.
Su vida no fue para nada fácil, pues sufrió bastante y debió esforzarse cada día para superar las adversidades que el destino le presentó. Pero aquello lo hace casi toda la gente. Lo realmente rescatable en este caso, es que mi tía disfrutaba al máximo todo momento dichoso, haciéndolo más grande e inapreciable. Así por ejemplo, podía convertir un simple helado en la golosina más exquisita, porque su compañía era el jarabe perfecto.
Siempre recordaré que al enseñarme las tablas de multiplicar, me decía la mitad del resultado... "nueve por siete son sesenta y...", yo respondía "¿...tres?" titubeando. Por ello, jamás he podido dar un resultado al azar sin repasar la tabla completa, salvo las del uno y diez. Sin embargo, lo aprendido va mucho más allá.
Sea por tantos tropiezos cuando usé ortesis y salía a caminar con ella por mi cuadra o su constante toma de aliento si se le presentaba alguna dificultad, aprendí que después de caer, siempre debo levantarme y seguir adelante, sin perder tiempo lamentándome, porque aguas pasadas no mueven molinos.
Ahora que lo pienso, si imaginas a un niño tocar el timbre de alguna casa para salir corriendo usando ortesis y bastones, suena cómicamente absurdo, pero yo lo hice porque mi tía me dio ánimos. Sólo quien nunca ha podido caminar por sus propios medios, sabe lo inestimable de una travesura infantil como aquella, pues entonces era importantísimo creerme capaz al lograr pequeñas hazañas.
También recordaré cuánto me hizo reír aquella vez que le lanzó huevos en la puerta de casa a una vecina por haber insultado a su madre. Así era mi tía: alocada, entretenida.
Pero todos en su barrio dirían que si alguien necesitaba ayuda, apoyo o consuelo, ella estaba presente, literalmente... No sólo de palabra sino también acción. Tal vez vivir experiencias negativas la sensibilizó para solidarizar con otros.
En estos sentidos, mi queridísima tía Gory era en sí misma una expresión de fe, pues Dios sólo nos da carga que podemos soportar y aún así, fue capaz de ser feliz en su justa medida pero además, compartir aquella dicha.
Siempre decía "Dios me ama mucho" y era cierto, porque pudo teñir de colores los paisajes grises de quienes afortunadamente la conocimos. Eso sólo lo hace alguien con la chispa divina en su corazón.
2 comentarios:
Carlos:
Espero no lo consideres una intromisión, pero al leer tu "pluma dorada" me entere de tu perdida, lo siento por ti y tu familia, comprendo bastante bien el dolor que conlleva a la familia una enfermedad larga.
Paulina.
Bueno, Carlos lo siento mucho, parecía una mujer muy interesante... una lástima. A veces me admiran esta personas que han sufrido mucho pero son capaces de mostrarse felices y ayudar a los demás en sus desgracias.
Tú que tienes fe, puede ser una ayuda, aunque yo no creo en esas cosas. Pero espero que te sirva para consolarte. Realmente me he reído incluso, con tu descripción de la pequeña maldad de llamar a los timbres y salir corriendo...
Bezos
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