Desde aquí todo se ve tranquilo porque paso el día en mi habitación, esperando que algo bueno suceda o recibir noticias más allá de los noticieros que informan sobre la terrible situación en Siria y sus ramificaciones dentro de la región.
Chile es un país muy bien preparado militarmente, pero vivimos en una zona pacífica donde los conflictos diplomáticos se resuelven entre políticos y no participamos en un enfrentamiento deede la Guerra del Pacífico -la ironía es odiosamente obvia- aunque también se le conoce como Guerra de Guano y el Salitre, ocurrida entre los años 1879 y 1883.
Somos una nación que para algunos episodios dolorosos de su historia tiene amnesia mientras que para otros gozamos de memoria eterna. Tal vez eso ocurre siempre que el pueblo sufre pérdidas humanas, porque no sólo se trata de gente -que ya resulta doloroso- sino también implica la ruptura de historias personales para quienes sobreviven y deben seguir adelante con un corazón mutilado en sus emociones.
¿Qué habrán sentido aquellos cuyos seres queridos partían a pelear en la guerra? Aunque suene sexista, las mujeres eran quienes más afectadas resultaban. Madres, esposas, novias y hermanas que diariamente esperaban una carta con breves frases amorosas entre detalles que los informativos de antaño no sacaban a la luz pública.
El patriotismo era entonces aderezado con promesas de regresar pronto al hogar, donde los valientes soldados serían recibidos como héroes por quienes les esperaban angustiados durante largo tiempo.Tanto mayores eran el prestigio del soldado y el sufrimiento de quienes le aguardaban si la guerra los contaba entre sus víctimas. Pero los conflictos bélicos no consideran las emociones sino sólo intereses egoístas.
Es ridículo pensar que la guerra tiene algún lado positivo. No sólo los combatientes sufren o sus familias sino también en gran medida todo el mundo, cada vez que una persona muere. Las pérdidas no se limitan sólo al aspecto social, político o económico, pues las heridas en nuestra sociedad no cicatrizan completamente sin importar cuánto tiempo pase y en consideración a aquello, la calidad del ser humano disminuye cuando dejamos de respetar al otro y pretendemos someterlo e incluso eliminarlo.
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