
Recordarán que hace tiempo les hablé aquí de Andrés Gioeni, un modelo, actor, escritor y ex sacerdote argentino autor del libro Vacío de resurrección. Ahora les traigo otro aporte suyo, que ha sido difundido en diversos medios de comunicación masiva y este blog no podía quedarse atrás.
Lean más allá de la escritura que en este caso, no tiene nada de simple:
Buenos Aires, 29 de julio de 2013.
Admirado y estimado Francisco:
¡Paz y bien! Me tomo el atrevimiento de escribirle, con todo el respeto y la admiración que se merece.
Como
millones de personas, he estado observando, escuchando y siguiendo de
cerca su asunción, sus primeros gestos como Pontífice, su viaje a
Latinoamérica, sus hermosas palabras hacia los jóvenes. Y, aún en mi
actual agnosticismo, se han renovado mis esperanzas de que en el
interior de la Iglesia pueda hacerse realidad el largamente esperado
“aggiornamiento”, tan declamado y reclamado por el Concilio Vaticano II.
Me alegro y celebro el hecho de que siga entrando aire fresco al
interior del Vaticano, ya que queda mucho camino por recorrer.
Personalmente
me hago eco de sus palabras: quiero “hacer lío”, quiero “que no me
excluyan”, quiero pertenecer. Quiero hacer valer mis derechos y el de
muchos otros que se encuentran en similar situación, no quiero quedarme
de brazos cruzados. Alguna vez fui sacerdote católico, pastor, compartí
ese ímpetu misionero y esa necesidad de reclamo de apertura eclesial.
Hasta que decidí abrirme a un costado cuando descubrí mi propia
tendencia homosexual y admitir mi imposibilidad de ejercer el ministerio
pastoral en celibato. Hoy ya mis caminos van por otros rumbos y mi
vocación se tiñó de otros matices.
Pero sus palabras y
su ejemplo me hacen tomar fuerzas e impulsar esta iniciativa. Me atrevo
a hacerme portavoz de una gran porción de personas que pertenecemos a
la comunidad homosexual. Y simplemente, con humildad, pedirle
encarecidamente que incentive, estimule, promueva y acompañe una
mayor profundización en la Teología moral sexual acerca del lugar y la
experiencia de la persona homosexual.
No le
pido que de un día al otro la Iglesia cambie su catecismo en referencia
a este tema. Simplemente le pido que no se estigmatice a aquellos
teólogos y pastores que aportan elementos de disenso a una respuesta
pastoral poco satisfactoria para tantos de nosotros.
No
le pido que se oponga a la extensa Tradición que habla de pecados
contra la naturaleza, sino le pido revisar y ampliar el concepto de
naturaleza.
No le pido que no se lea e interprete la
Sagrada Escritura, sino que se profundice y se ahonde en lecturas
despojadas de preconceptos. Que se dejen de utilizar como “caballito de
batalla” pasajes bíblicos que la Teología ya ha demostrado y descartado
que se refieran a ese tema. ¿Cuánta más agua deberá pasar por el río
para que se desligue la palabra “Sodomía” a un pecado que no habla de lo
que el pasaje bíblico quiere denunciar? Usted sabe mucho
más que yo, que como este, estamos plagados de errores de interpretación
que han llevado a que la Verdad -esa que nos hace tan libres- quede
relegada y oculta durante mucho tiempo. Sólo para ilustrar con un
ejemplo: ¿Cuántos años tuvieron que pasar hasta que Juan Pablo II
pidiera perdón por los errores de la Iglesia en referencia a Galileo
Galilei? Por interpretar erróneamente un pasaje bíblico (Josué
10,12-14). Es llamativo que también en esta controversia haya conceptos
de naturaleza en la base.
No le pido que no siga
manteniendo una doctrina. Le pido que la ayude a seguir creciendo y
adecuándose a los nuevos paradigmas del mundo contemporáneo que nos
desafían a encontrar nuevas respuestas. ¿Recuerda que hace no tantos
años la Moral Sexual afirmaba que el único objetivo primario del
matrimonio era la procreación de los hijos? ¿cuántos matrimonios vieron
renovada su alianza cuando fue reconocido también el aspecto del amor y
la ayuda mutua, del bien de los esposos? Esas actualizaciones son aire
fresco que renueva el corazón de las personas y las ayuda a vivir con
mayor dignidad.
No le pido que diluya a Cristo, le
pido que, mirándolo a él, se atreva a buscar a todas las ovejas
dispersas como un Buen Pastor.
Muchos
gobiernos y estados están abrazando una mayor apertura, una nueva visión
de pareja. El tiempo es propicio. Ya hace varios años que el mundo pide
a gritos un cambio de enfoque. Luego de años de revisión científica, en
1973 la Asociación Americana de Psiquiatría eliminó la homosexualidad
del “Manual de Diagnóstico de los trastornos mentales”. Sin embargo hubo
que esperar hasta 1990, para que la Organización Mundial de la Salud,
retirara la homosexualidad de su lista de enfermedades mentales.
Es
necesario que la Iglesia dé un paso más contundente y significativo.
¿Para qué dilatar más este proceso? ¿No sería positivo ser pionera con
respuestas de adecuación en una sociedad en permanente búsqueda? Hasta
no hace muchos años se pensaba que esta tendencia podía curarse con
diversas terapias y tratamientos. Y usted debe estar al tanto que son
muchas las comunidades católicas que persisten en estas técnicas y dañan
de por vida a tantas personas que se someten a este tipo de prácticas.
Por
experiencia en el confesionario, son muchas las personas que abrazan la
fe católica y siguen obteniendo una respuesta diluida, incompleta y que
no puede encajar en su estilo de vida. Las personas de fe que tienen
esa tendencia no tienen muchas opciones para vivir libremente su
sexualidad. Quedan confinados prácticamente a dos opciones: ser castos o
célibes (pero según la doctrina católica el celibato es un don que se
otorga a pocos y que no se puede obligar a abrazar como voluntarismo) o
actuar de modo diverso a lo propuesto por el catecismo y por lo tanto,
vivir en pecado si es que se obra en consecuencia con su realidad
homosexual.
Por otro lado, cuando veo
en mi ciudad y en tantas otras ciudades del mundo las manifestaciones y
marchas del orgullo gay, reconozco que no me siento del todo
identificado con los modos en que aparecen los reclamos. Aún cuando en
sus contenidos tengan muchas aristas de verdad, me duele ver las
críticas despiadadas a la Iglesia (aquella que integré en el pasado con
tanto entusiasmo) y a otras instituciones, y me pregunto si el
enfrentamiento aguerrido puede ser solución en un mundo tan dividido por
diferentes visiones.
Me encantaría poder ser puente
y lazo entre posturas tan desencontradas, para que acerquen
experiencias y puedan enriquecer las expresiones afectivas de la
humanidad. Quiero asumir y trasmitirle algunas de las preguntas escondidas en esos reclamos:
¿De
verdad el amor de dos personas, siendo del mismo sexo, no demuestra ni
reflejan nada del amor de Dios? ¿no manifiesta algún rasgo por descubrir
de su inabarcable creación?
¿De verdad insiste la
Iglesia en esa visión maniqueísta de que la relación sexual homosexual
es sólo un acto de placer carnal y no tiene una vertiente verdadera de
afectación del espíritu que ennoblece el diálogo copular y corporal?
¿De
verdad la Iglesia con sus silencios va a permitir que se sigan
estigmatizando a tantos jóvenes en tantos países donde se siguen
asesinando solamente por su tendencia? ¿No es tiempo, usted mismo lo dijo, de salir y defender la integridad del hombre con un mensaje conciliador e integrador?
Permítame
por último remontarme a mi experiencia personal. Particularmente cuando
me descubrí homosexual me asusté mucho, le tuve miedo a eso nuevo y
desconocido con lo que me tenía que enfrentar. Tuve terror y pavor de
estar desafiando la voluntad de Dios y de estar al borde del precipicio
del infierno. Mi salida del sacerdocio fue caótica,
escandalosa, dolorosa. Pero esa cicatriz, esa marca, ese aguijón es el
que hoy me hace arremeter y desafiar este paradigma que hoy se encuentra
sin respuesta sensata. Con sana humildad quiero decirle que hoy después
de casi diez años de convivencia monógama con otra persona de mi mismo
sexo, me siento feliz, realizado y con ganas de transmitir esta
experiencia para que muchos otros puedan experimentarla y vivirla.
Ayúdeme
y ayude a tantos otros a descubrir por dónde podemos transitar la fe,
sin renunciar a esta experiencia de amor, que en conciencia, la sentimos
fundamental en nuestras vidas.
Con admiración y elevando una plegaria por su ministerio.
Andrés Gioeni, otro hijo de Dios.
Fuente: Facebook de Andrés Gioeni.