Marcha del Orgullo en Estambul en junio de 2013. En Turquía las minorías sexuales se están animando a defender sus derechos.
Algo está cambiando en Turquía. Las protestas que vienen sucediéndose en los últimos años han agitado las conciencias de millones de personas que empiezan a respaldar los derechos de las minorías. La comunidad homosexual es una de las que más se han hecho notar en medio de un ambiente marcado por los cambios sociales y las turbulencias políticas, que amenazan la hegemonía del partido en el poder (Partido Justicia y Desarrollo, AKP), que sostiene al presidente del país, Recep Tayyip Erdoğan.
Uno de los primeros signos de cambio procede de las candidaturas de dos activistas LGTB, que se presentan por primera vez en la historia turca a las elecciones municipales del próximo mes de marzo. Uno de ellos es Can Çavuşoğlu, activista homosexual que fue educado en Estados Unidos. Junto a él, la transexual Öykü Evren Özen. Ambos han declarado públicamente que se presenten a los comicios para acabar con la discriminación y normalizar la homosexualidad.
De hecho, Çavusoğlu será candidato a la Alcaldía de la ciudad costera de Bulancak, una de las principales urbes del noreste turco. Özen se presenta para obtener un puesto como concejala en Osmangazi por el Partido Republicano del Pueblo (CHP),
de raíces socialdemócratas. Es la primera vez que esta formación hace
honor a su ideario y acepta en sus listas a una persona del colectivo
LGTB.
Además, los partidos políticos aún no han terminado de confeccionar esas listas anunciando que podría haber más sorpresas con puestos reservados para más activistas LGTB en ciudades de peso, como Ankara, Estambul o Esmirna.
Algo que en Europa es absolutamente normal ha revolucionado la
tradicionalista sociedad turca. Las candidaturas mencionadas han venido
auspiciadas por el poder creciente de las formaciones políticas de izquierda y laicas, como el prokurdo Partido de la Paz y Democracia (BDP).
Para muchos homosexuales, la clave está en que el gobernante AKP ceda
terreno en las principales ciudades para ir abriéndose camino, una
tarea muy difícil teniendo en cuenta de que Turquía es un país
abrumadoramente musulmán que no ve con buenos ojos la normalización de
las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo.
Una consecuencia directa de este arraigo religioso en la política nacional fue la suspensión del árbitro de fútbol Halil İbrahim Dinçdağ tras declararse abiertamente gay.
De nada sirvieron las muestras de apoyo desde el mundo del deporte y
los colectivos LGTB del país. Para muchos activistas todo pasa por la salida del armario de muchos miembros de organizaciones religiosas desvinculando la fe de la orientación sexual.
Aunque el camino a recorrer es muy largo, en un futuro próximo, los primeros políticos LGTB podrían abrirse camino y marcar un hito histórico en un país musulmán.
Buena muestra de ello es el elevado índice de homosexuales que emigran
de los países musulmanes de alrededor para instalarse en Turquía.
Fuente: Cáscara Amarga y SentidoG.
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