Durante estas Fiestas Patrias mis
padres han decidido hacer un almuerzo familiar con mis primos, mi hermano y dos tías. Será sencillo; habrá empanadas –mamá me hizo algunas
helal con carne vegetal y sin manteca- además de carne asada que comerán los
otros asistentes.
Será una buena oportunidad para
relajarme después de trabajar tanto en mi nueva novela, que avanza a pasos
agigantados. Por otro lado, nos entretendremos recordando anécdotas familiares
y seguramente mi hermano contará algún chiste.
No ha sucedido algo que me parezca
suficientemente relevante para escribir algún artículo como los que publicaba
antes y he preferido dedicar todo el tiempo disponible pa mi nueva obra, sin
siquiera saber si será publicada (inşAllah). Pero por otro lado, si
necesitara tener esa seguridad para ser novelista, ni siquiera me habría
arriesgado a escribir Alma Negra y mucho menos las dos siguientes.
Estas oportunidades de descanso
junto a la familia no sólo sirven para despejar mi mente un poco, sino también
porque de ellas extraigo más material vivencial sobre experiencias de mis
parientes, que pueden dar más sustancia a los personajes literarios. Es muy
interesante escuchar las conversaciones –no necesariamente participando en ellas-
y descubrir que muchas veces la vida real tiene más contenido que la ficción.
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