
Entiendo que para algunos pueda ser un excelente panorama
hacer deporte –yo sólo hago repeticiones con mancuerna–, ir al cine o salir de
noche. Pero para mí una Feria del Libro está entre las pocas opciones que
aceptaría como invitación, no sólo por mi trabajo de autor –me queda chica la
palabra novelista pues también he escrito críticas, columnas, mi diario íntimo,
cuentos, poemas y de vez en cuando este blog, aunque no todo está para
publicarse– sino también por la posibilidad de encontrar tesoros literarios e
incluso conocer gente.
Fue eso lo que ocurrió hoy, cuando entre el recorrido por
los stands de diversas editoriales, la deliciosa comida disponible y el haber
salido de casa, que ya es gran cosa por sí misma, pude comprarme un grueso tomo
con algunos cuentos ilustrados de Las mil
y una noches a un precio razonable –hace años buscaba algo así– y además
las Crónicas de Équilas. La doncella delcorazón negro del autor Alejandro Salazar D’Alessandri, con quien
desde hace poco he mantenido breves pero significativa charlas por el chat,
habiendo acordado vernos en esta ocasión para conocernos personalmente y
pedirle firmarme un ejemplar de su obra.
¿Qué hizo de esta ocasión algo especial? Pues poder verme
cara a cara con alguien que en poco tiempo ha sido muy amable al empatizar
conmigo desde nuestra experiencia adolescente en común. Desde mi perspectiva,
las amistades no siempre se dan al compartir buenos momentos sino porque
podemos identificarnos en el otro, comprobando que realmente no estamos tan
solos como creíamos o al menos podamos mantener una conversación, para la cual
el interlocutor no necesite salirse de sí mismo para comprendernos.
En este mundo actual donde nos engañamos a nosotros mismos
pretendiendo creer que una amistad puede llevarse dentro del teléfono móvil por
las redes sociales, es vital encontrarse con el prójimo no sólo para sexo
casual como suele sucederles a algunos sino además, en una charla cuya
extensión no importa más que el contenido y la profundidad.
De vez en cuando es bueno e incluso gratificante para el
alma no conformarse con el mensaje escrito «Hola.
¿Cómo estás?» sino además, tomarse el tiempo de escuchar al otro, mirar sus
ojos e interesarse por saber quién es realmente, más allá de su nombre o una
foto de perfil que hasta podría tener filtros. Es apasionante escudriñar en la
intimidad de quien me abre las puertas, enseñándole también partes mías con la
mayor franqueza posible y en tanto esté dispuesto a tolerarme.
Es lo que extraño de aquellas amistades personales con quienes he
compartido importantes momentos de mi vida, pues lo son en parte porque
estuvieron conmigo; me parece que la felicidad es verdadera sólo si se
comparte. Esto te permite ver que en un mundo roto, aunque exista oscuridad,
también hay breves destellos de luz y esperanza; de nosotros depende decidir
qué lado de la balanza tendrá más peso en nuestros corazones, pero si van
ganando las sombras, siempre podemos confiar en que nuestros amigos comenzarán
a halarnos para llevarnos de regreso al lado contrario… Créanme, no lo digo
porque suene bonito.
Antes
le había hablado a mamá sobre este autor aunque sin darle detalles, pues no
sería la oportunidad para tomarnos un café tranquilamente y ahondar en los
temas que antes habíamos tratado sino más bien, apenas hablaríamos algunos
minutos luego de comprar su novela, pedirle que me la firmara y tomarnos
algunas fotos.
–
¡Hola. Viniste! –me saludó alegremente al verme encabezando la fila.
Esta
reacción sorprendió agradablemente a mamá, quien se sintió a gusto viendo
cuánto se contentaba Alejandro al verme cumplir la cita, pues hasta entonces no
había podido comprometerme del todo ya que debía pedirles a mis padres
acompañarme.
Media
hora después volví a su stand para solicitarle que además de Carlos, incluyera
mi nombre musulmán en su dedicatoria y accedió amablemente –me reconozco
hinchapelotas–. Muchos otros detalles forman parte de esta tarde redonda, pero
no los incluyo en este artículo por tratarse de la intimidad familiar que poco
puede influir aquí. Lo importante es considerar que a veces no basta con
sentarnos frente al monitor a escribir, pues un gran momento podría esperarnos
fuera, disfrazado de un panorama sencillo pero cuyo significado puede ser trascendente
y memorable.
3 comentarios:
Me encantó el relato y cuanta verdad hay entre estas líneas...
Me encantó el relato, cuanta verda entre esas líneas....me hubiese encantado acompañarté.
*verdad,acompañarte....iba en la micro con 30 y algo de calor jajjajaja
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