«Quien no conoce Estambul, no conoce el amor».

Yahya Kemal Beyatlı.

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Carlos Flores Arias – Yahya.

Escritor chileno.

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jueves, 1 de noviembre de 2018

FILSA 2018

Mientras mi madre lee el manuscrito de mi novela recientemente terminada para corregir los errores antes de registrarla y presentarla en alguna editorial, hoy hemos pasado una excelente tarde familiar en la FILSA mis padres, mi hermano y yo.
Entiendo que para algunos pueda ser un excelente panorama hacer deporte –yo sólo hago repeticiones con mancuerna–, ir al cine o salir de noche. Pero para mí una Feria del Libro está entre las pocas opciones que aceptaría como invitación, no sólo por mi trabajo de autor –me queda chica la palabra novelista pues también he escrito críticas, columnas, mi diario íntimo, cuentos, poemas y de vez en cuando este blog, aunque no todo está para publicarse– sino también por la posibilidad de encontrar tesoros literarios e incluso conocer gente.
Fue eso lo que ocurrió hoy, cuando entre el recorrido por los stands de diversas editoriales, la deliciosa comida disponible y el haber salido de casa, que ya es gran cosa por sí misma, pude comprarme un grueso tomo con algunos cuentos ilustrados de Las mil y una noches a un precio razonable –hace años buscaba algo así– y además las Crónicas de Équilas. La doncella delcorazón negro del autor Alejandro Salazar D’Alessandri, con quien desde hace poco he mantenido breves pero significativa charlas por el chat, habiendo acordado vernos en esta ocasión para conocernos personalmente y pedirle firmarme un ejemplar de su obra.
¿Qué hizo de esta ocasión algo especial? Pues poder verme cara a cara con alguien que en poco tiempo ha sido muy amable al empatizar conmigo desde nuestra experiencia adolescente en común. Desde mi perspectiva, las amistades no siempre se dan al compartir buenos momentos sino porque podemos identificarnos en el otro, comprobando que realmente no estamos tan solos como creíamos o al menos podamos mantener una conversación, para la cual el interlocutor no necesite salirse de sí mismo para comprendernos.
En este mundo actual donde nos engañamos a nosotros mismos pretendiendo creer que una amistad puede llevarse dentro del teléfono móvil por las redes sociales, es vital encontrarse con el prójimo no sólo para sexo casual como suele sucederles a algunos sino además, en una charla cuya extensión no importa más que el contenido y la profundidad.
De vez en cuando es bueno e incluso gratificante para el alma no conformarse con el mensaje escrito «Hola. ¿Cómo estás?» sino además, tomarse el tiempo de escuchar al otro, mirar sus ojos e interesarse por saber quién es realmente, más allá de su nombre o una foto de perfil que hasta podría tener filtros. Es apasionante escudriñar en la intimidad de quien me abre las puertas, enseñándole también partes mías con la mayor franqueza posible y en tanto esté dispuesto a tolerarme.
Es lo que extraño de aquellas amistades personales con quienes he compartido importantes momentos de mi vida, pues lo son en parte porque estuvieron conmigo; me parece que la felicidad es verdadera sólo si se comparte. Esto te permite ver que en un mundo roto, aunque exista oscuridad, también hay breves destellos de luz y esperanza; de nosotros depende decidir qué lado de la balanza tendrá más peso en nuestros corazones, pero si van ganando las sombras, siempre podemos confiar en que nuestros amigos comenzarán a halarnos para llevarnos de regreso al lado contrario… Créanme, no lo digo porque suene bonito.
Antes le había hablado a mamá sobre este autor aunque sin darle detalles, pues no sería la oportunidad para tomarnos un café tranquilamente y ahondar en los temas que antes habíamos tratado sino más bien, apenas hablaríamos algunos minutos luego de comprar su novela, pedirle que me la firmara y tomarnos algunas fotos.
– ¡Hola. Viniste! –me saludó alegremente al verme encabezando la fila.
Esta reacción sorprendió agradablemente a mamá, quien se sintió a gusto viendo cuánto se contentaba Alejandro al verme cumplir la cita, pues hasta entonces no había podido comprometerme del todo ya que debía pedirles a mis padres acompañarme.
Media hora después volví a su stand para solicitarle que además de Carlos, incluyera mi nombre musulmán en su dedicatoria y accedió amablemente –me reconozco hinchapelotas–. Muchos otros detalles forman parte de esta tarde redonda, pero no los incluyo en este artículo por tratarse de la intimidad familiar que poco puede influir aquí. Lo importante es considerar que a veces no basta con sentarnos frente al monitor a escribir, pues un gran momento podría esperarnos fuera, disfrazado de un panorama sencillo pero cuyo significado puede ser trascendente y memorable.

3 comentarios:

Ale Carrasco dijo...

Me encantó el relato y cuanta verdad hay entre estas líneas...

Ale Carrasco dijo...

Me encantó el relato, cuanta verda entre esas líneas....me hubiese encantado acompañarté.

Ale Carrasco dijo...

*verdad,acompañarte....iba en la micro con 30 y algo de calor jajjajaja

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Yahya. Carlos Flores A.
Escritor chileno.