Hoy nos visitó tía Marta y estuvo toda la tarde con nosotros, charlando amenamente con mis viejos.
Siempre le he considerado más que sólo una pariente, pues por ser prima hermana de mi querida abuelita Victoria Ester, ha estado cerca nuestro siempre, apoyándonos incondicionalmente en los tiempos de sufrimiento y necesidad, como los fallecimientos de mis abuelitos maternos.
Efectivamente, hasta hoy no hay ninguna etapa en la vida de mamá o la mía donde ella estuviera ausente. Cuando me sometía la terrible tenotomía de Eggers durante 2000, mi tía estuvo allí; durante un tiempo que mi abuelita no pudo cuidarme cuando era niño por estar enferma, su prima lo hizo; al necesitar consuelo por diversas muertes en la familia, ella está.
Hay parientes con los cuales debes estar agradecido por la ayuda económica que te brinden en un período de inestabilidad. Sin embargo, a tía Marta debemos agradecerle la inmensa solidaridad que da espontáneamente, su cariño gratuito y que jamás se cuestione si debe o no ser tan bondadosa.
Todo lo anterior son razones importantísimas, pero hay un motivo por el cual le estoy especial y profundamente agradecido: Que amara a mi abuelita como lo hizo, y seguramente todavía lo hace, es una demostración de estima que redunda en mí.
Pocas personas me han querido tanto como mi abuelita, así que cada momento de tía Marta dedicado a ella es algo que debo agradecerle.
Al margen de eso, me he criado recibiendo sus visitas, escuchando sus anécdotas del tiempo que trabajó entregando alimentos en un jardín infantil, viendo cuánto y cómo se dedicó a sus hijos y nosotros.
Sé que puede parecer algo hasta absurdo para algunos, pero si bien tía Marta era prima hermana de mi abuelita y en consecuencia, prima en segundo grado de mamá, considero como primos propios a sus hijos, habiéndolos visto hacer vidas honorables y conociéndolos desde siempre.
Siempre le he considerado más que sólo una pariente, pues por ser prima hermana de mi querida abuelita Victoria Ester, ha estado cerca nuestro siempre, apoyándonos incondicionalmente en los tiempos de sufrimiento y necesidad, como los fallecimientos de mis abuelitos maternos.
Efectivamente, hasta hoy no hay ninguna etapa en la vida de mamá o la mía donde ella estuviera ausente. Cuando me sometía la terrible tenotomía de Eggers durante 2000, mi tía estuvo allí; durante un tiempo que mi abuelita no pudo cuidarme cuando era niño por estar enferma, su prima lo hizo; al necesitar consuelo por diversas muertes en la familia, ella está.
Hay parientes con los cuales debes estar agradecido por la ayuda económica que te brinden en un período de inestabilidad. Sin embargo, a tía Marta debemos agradecerle la inmensa solidaridad que da espontáneamente, su cariño gratuito y que jamás se cuestione si debe o no ser tan bondadosa.
Todo lo anterior son razones importantísimas, pero hay un motivo por el cual le estoy especial y profundamente agradecido: Que amara a mi abuelita como lo hizo, y seguramente todavía lo hace, es una demostración de estima que redunda en mí.
Pocas personas me han querido tanto como mi abuelita, así que cada momento de tía Marta dedicado a ella es algo que debo agradecerle.
Al margen de eso, me he criado recibiendo sus visitas, escuchando sus anécdotas del tiempo que trabajó entregando alimentos en un jardín infantil, viendo cuánto y cómo se dedicó a sus hijos y nosotros.
Sé que puede parecer algo hasta absurdo para algunos, pero si bien tía Marta era prima hermana de mi abuelita y en consecuencia, prima en segundo grado de mamá, considero como primos propios a sus hijos, habiéndolos visto hacer vidas honorables y conociéndolos desde siempre.
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