El domingo 19 de marzo de 2006 falleció mi queridísima abuelita materna, Ester Fernández, sin duda una de las pocas personas más importantes en mi vida y de cuyo incondicional cariño, puedo estar plenamente seguro.
Sin embargo, de no haber fallecido, en un día como hoy cumpliría ochenta y cuatro años. El sábado pasado o el siguiente se habría realizado un almuerzo familiar en su casa, con carne asada, vino y hasta postre acompañado de una alegre conversación en la cual estarían presentes entre otras personas tía Marta, Martita, Juan Andrés y su pequeña hija María Ignacia, a quienes mi abuelita quiso mucho por sobradas razones.
Por la tarde tomaríamos el té luego de una larga sobremesa; comeríamos torta, galletas, posiblemente bombones que algún invitado le obsequiara y pan con diversos aderezos. Cantaríamos desafinada pero alegremente el Cumpleaños feliz para después, fotografiarla mientras abre los obsequios, aunque francamente lo que la haría dichosa sería ver a sus nietos, bisnietos y demás parientes reunidos por una de las pocas ocasiones anuales en que realmente hacíamos familia.
Mamá obviamente ha estado afectada, no sólo hoy sino desde la fatídica fecha. Yo por mi parte, he intentado no recordarle aquello que hoy celebraríamos si Átropo no hubiese cortado el hilo de tan noble mujer, pero a veces no puedo evitar entristecerme por su ausencia, como sumergiéndome en la nostalgia que la moira nos arrebató.
Sin embargo, de no haber fallecido, en un día como hoy cumpliría ochenta y cuatro años. El sábado pasado o el siguiente se habría realizado un almuerzo familiar en su casa, con carne asada, vino y hasta postre acompañado de una alegre conversación en la cual estarían presentes entre otras personas tía Marta, Martita, Juan Andrés y su pequeña hija María Ignacia, a quienes mi abuelita quiso mucho por sobradas razones.
Por la tarde tomaríamos el té luego de una larga sobremesa; comeríamos torta, galletas, posiblemente bombones que algún invitado le obsequiara y pan con diversos aderezos. Cantaríamos desafinada pero alegremente el Cumpleaños feliz para después, fotografiarla mientras abre los obsequios, aunque francamente lo que la haría dichosa sería ver a sus nietos, bisnietos y demás parientes reunidos por una de las pocas ocasiones anuales en que realmente hacíamos familia.
Mamá obviamente ha estado afectada, no sólo hoy sino desde la fatídica fecha. Yo por mi parte, he intentado no recordarle aquello que hoy celebraríamos si Átropo no hubiese cortado el hilo de tan noble mujer, pero a veces no puedo evitar entristecerme por su ausencia, como sumergiéndome en la nostalgia que la moira nos arrebató.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario