«Quien no conoce Estambul, no conoce el amor».

Yahya Kemal Beyatlı.

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Carlos Flores Arias – Yahya.

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miércoles, 26 de marzo de 2008

Mi mochila (Backlover o Mochilófilo)

Ésta es la última mochila que me compré, una Classic del año pasado, cuando Xtrem se escribía Extreme y me compré cinco mochilas de esta marca.
"¿Para qué tantas mochilas?" habrán de preguntarse quienes lean esto. Pues bien, hace poco tiempo mientras chateaba con Francisco Alejandro Luarca, le conté de mi afición por coleccionar mochilas y tuvo un acierto en llamarme "Backlover" (del inglés back pack al español mochila y lover que es amante), lo que al español se traduciría como "Mochilófilo" o amante de las mochilas.
Entiéndase por Mochilófilo al "Sujeto que suple alguna carencia afectiva y/o necesidad psicológica adquiriendo diversos tipos de mochila según se sienta atraído por ella como consumista, teniendo en consideración todas las características y no el precio".
He inventado tanto el concepto como la definición, basándome en comentarios que me ha hecho antes Andrea Rodríguez al ver mi basta colección. Según ella, intento reemplazar con mochilas a la pareja que no he tenido nunca y tal como una persona termina su relación amorosa cuando su amante ya no la satisface, yo compro una nueva mochila cuando la más reciente deja de gustarme por cualquier razón, sin importar lo superficial que sea.
Guiándome por este patrón, así como alguien puede terminar con su pareja porque no se corta seguido las uñas de los pies, puede dejar de gustarme una mochila porque el forro interior me parece muy delgado y no quiero arriesgarme a romperlo con la punta de un lápiz, como tampoco la persona de la anterior metáfora quiere arriesgarse a sufrir rasguños por las noches.
En verdad digo que mi obsesión por las mochilas llega a tal punto que tal vez algún día sea necesario consultar un psicólogo en caso de no satisfacer aquella carencia afectiva. Confío en Dios que resulte lo contrario, antes de que desee comprarme otra Xtrem porque la marca no se escribe ya del mismo modo.
Por otro lado, la mochila me parece enormemente aventajada en comparación con una relación. Ahora que he conocido el mundo y a muchas personas, puedo tener la certeza de que entre cien, sólo cinco a lo sumo diez han dado muestra de valer como seres humanos, únicamente para amistad pero en fin; del resto, sólo es gente superficial que puede considerarse un mero accidente en la vida y cuya importancia es ínfima. No quiero dar nombres, pues a quien le quede el saco, que se lo ponga.
Claro está que llegado el momento, enamorarme será inevitable y no habrá mochila ni ningún otro bien material que suplante al amor.
Mientras tanto, me conformo con saber que este utensilio ha sido tan fiel al ser humano, que lo acompaña desde por lo menos la prehistoria, cuando el individuo debía trasladarse largas distancias en busca de nuevos territorios y alimento, portando sus escasas pertenencias sobre su espalda, del mismo modo que en cuanto a relaciones, cargamos sufrimiento, culpas y sobretodo pasado.
Así como la mochila a pasado de ser prácticamente un saco de piel cocido con grueso hilo de cuero, hasta tener diversos colores, diseños e incluso formas que se ajustan anatómicamente de material liviano al mismo tiempo que resistente, las relaciones amorosas ya no se basan puramente en la conveniencia de cualquier tipo, sino en diversos factores que se relativizan constantemente.
Yo por ejemplo, echo cosas a la mochila según mi necesidad inmediata, dependiendo de si me muevo dentro de Santiago o viajo fuera.
En el primer caso siempre llevo lo siguiente:
  • Llaves, para poder entrar a casa si llego tarde.
  • Cámara fotográfica con pilas cargadas, por si debo fotografiar algo para postear en el blog o fotolog.
  • Libreta y un par de lápices, para anotar direcciones u otros datos rápidamente.
  • Azúcar por si sufro una hipoglucemia y sacarina por si la necesito en algún sitio para tomar algo.
  • Billetera, porque nunca sobra el dinero para alguien que se mueve en radio taxi constantemente y además, porque allí tengo todas mis identificaciones, incluidas la que informa sobre mi diabetes y la credencial de Help en caso de desmayo en la vía pública.
  • Máquina de glucemias e insulina, por si llega la hora de alguna comida estando fuera.
  • Estuche de mis lentes, para guardarlos si necesito descansar la vista.
  • Protector solar de bolsillo, porque el cáncer de piel está a la orden del día.
  • Escobilla, para sacudir mi ropa y quitarle pelos de Kriko.
  • Cepillo dental de bolsillo, para conservar higiene bucal en todos lados.
  • Pañuelos desechables, por higiene.
  • MP3 (antes walkman con un cassette de Tarkan) para evitar el aburrimiento durante el traslado o en salas de espera.

Del mismo modo, en una relación se necesita confianza, comunicación e intentar que la misma sea lo más definida posible. He visto casos en que, aún sin concordar respeto el criterio de la pareja y el mutuo acuerdo cuando pactan por ejemplo, tener sexo fuera de la pareja pero sin imnvolucrar sentimientos.

En el segundo caso, añado los siguientes utensilios:

  • Mi diario, que es inolvidable, porque siempre tengo algo qué escribir y no podría hacerlo en otro sitio, pues en él anoto cosas que aquí no escribiría ni bajo amenaza de muerte.
  • Estuche con artículos de aseo, para no pasar ni un día sin bañarme, peinarme o usar desodorante.
  • Máquina de afeitar, para no parecer náufrago al regreso del viaje.
  • Cargador de móvil, para no quedar incomunicado.
  • Cargador de pilas, porque no deseo arriesgarme a quedar sin cámara.
  • Insulinas, baterias y cintas reactivas de repuesto, evitando el descontrol de mi diabetes.
  • Bolsa Ziplog para colaciones.
  • Begleri, como otro entretenimiento.

Si viajas y tienes una relación liberal, pero no mucha confianza, lo invariable es un detective o en su defecto, un amigo a toda prueba, especialmente si dentro del pacto se contempla no tener sexo con amistades, para no romper esa relación.

Lo que a veces llevo en la mochila, no siendo de necesidad prioritaria:

  • Una estrella ninja, por defensa propia en caso de asalto o encontrarme con alguien que me odia o no me agrada.
  • Mi navaja suiza, para que mamá pueda cortar las flores cuando vamos a los cementerios.
  • Mi grabadora, por si necesito grabar una conversación para un posterior juicio o riña.
  • Mi agenda, para hacerme el interesante cuando me propongan un panorama.
  • Encendedor social, para prender un cigarrillo si estoy en una fiesta y me piden lumbre.
  • Exámenes médicos y glucemias cuando tengo control médico con Iva Camacho.

¿Algo que me falte por poner en la mochila y que tendré cuando ocupe? Pues condones. Del mismo modo, lo que no se necesita en una relación es una pareja que no respete los pactos o que pretenda un trato para serte infiel sin cargos de conciencia.

NOTA: Cabe mencionar que una razón muy importante por la cual las mochilas son lo que más me gusta, es el sueño de algún día poder tomar una y empacar sólo lo necesario para viajar a Turquía, mi país soñado y conocer sus ciudades, mares, gente... Videnciar la cultura, música y costumbres. ¿Podré algún día conocer ese sueño?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Amigo estoy viendo tu historia
está de lujo
no podia esperar menos de ti

Joaquin Campos Reyes.

Anónimo dijo...

Me gusto la definición de Mochilofilo. Mejor no la pude haber escrito yo.
Cito "a tal punto que tal vez algún día sea necesario consultar un psicólogo".Ya es necesario :D

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Yahya. Carlos Flores A.
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