Sólo desamores he tenido en mi vida
que me han hecho cometer herejía
maldiciendo mi soledad noche y día.
Porque destroza el alma mía
con besos que luego me negaría
y a otro sin dudar daría.
Mientras lloro su burla cruel y vacía
que de amantes felices nunca se fía,
pero al verme solo, a mí acudía.
Desde la cuna hasta la tumba fría...,
no habiendo amado nunca con alegría
como lo hicieron otros mientras veía.
Las mieles y manjares que saborearía
con dulce néctar que mi sed saciaría,
si sólo un amor tuviera en la vida.
Antes que la muerte cortara mis líneas
siendo ella la única que me comprendería
al sentirse cruelmente desatendida.
Tal como yo en vida me sentía
y entonces me consolaría
dando un final a mis días.
En su abrazo que envuelve almas perdidas
y me cubre el manto de la noche maligna,
con fulgores que mi mano alcanzaría.
Si un amor acariciara mis mejillas,
a quien con dulzor besaría
y de sus labios un refugio haría.
En honor a un espiritual guía,
cuyo milagro me resucitaría
y mi cuerpo con sus mieles bañaría.
De amor religión profesaría
si generoso me mirara un día
y flechara el amor que quería.
No resulte el verso condenatorio para el amante,
que por un beso de su amor saca desplante
y enfrenta terrores con espada y guante,
sin temer a quien le amanse
con una caricia de amaneceres brillantes.
Vaya a galope o corra sin agotarse,
así es el deseo de un amante,
que al ser llamado por quien le ame,
va veloz sin demorarse
y se siente volar en alas de un ángel.
Sea pasión o locura con desplante,
nada importa para quien tanto ame
como vale el beso de quien le cante
una tierna tonada en luna menguante,
mientras se funden en sudor brillante.
Cuando la última vela se apague
y la negra noche invada por todas partes,
que las estrellas bailen fulgurantes
y la curiosa luna espíe a los amantes,
desde el firmamento inmenso y distante.
Que el velo nocturno jamás se rasgue,
que el tiempo sea infinito y las horas no
pasen;
sean todas ellas juguetonas y vibrantes
pausadas en el andar de su largo viaje,
para atestiguar el amor allí reinante.
Sea el astro rey quien los separe
o la aurora, que despiadada los cace,
los únicos enemigos en resistir el ataque
del fiero guerrero que antes fue amante
y por amar causo tantos desastres.
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