«Quien no conoce Estambul, no conoce el amor».

Yahya Kemal Beyatlı.

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Carlos Flores Arias – Yahya.

Escritor chileno.

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martes, 22 de abril de 2008

¿Todos somos hijos de Dios?

El pasado domingo 20 de abril recibí un correo electrónico de MOVILH (Movimiento de Integración y Liberación Homosexual) a mi cuenta personal, convocando a protestar por el fallo de la Corte Suprema en el caso del arzobispado de San Bernardo contra Sandra Pavez, profesora de religión a quien se le impide ejercer por su orientación sexual lesbiana.
Leí detenidamente el mensaje y no pude evitar recordar que durante mi época de liceano tuve dos profesores homosexuales que obviamente escondían su orientación por diversas razones, entre las cuales estaba el hecho de ser discriminados, sin olvidar que a nadie debería importarle cómo desarrolla su vida íntima una profesora que lejos de mantener relaciones sexuales con sus alumnas, es buena docente sin importar su lesbianismo.
El argumento dado por la Suprema Corte para alejar a esta noble mujer de las aulas es que la decisión tomada por el arzobispado se considera materia exclusiva de la Iglesia. Sin embargo, la defensa apelará a la Corte Interamericana de Derechos Humanos y tal vez no haría mal recordar que Chile se considera un Estado laico, donde a pesar de ello la Iglesia opina imprudentemente en asuntos políticos que no deberían considerar su manifestación.
¿Qué hace la Iglesia Católica para que los miembros de la Corte Suprema e incluso personajes políticos teman contradecir su parecer? Deberíamos recordar los múltiples casos de estupro y pedofilia donde la Iglesia reclamó autonomía del poder judicial y en los cuales, sólo después supimos que aquellos sacerdotes acusados no sólo no habían sido excomulgados sino que además, fueron trasladados a parroquias y congregaciones regionales pequeñas, donde siguieron ejerciendo; fenómeno repetido a escala mundial, incluyendo Estados Unidos, donde Benedicto XVI repudió los casos de abuso en que estaban involucrados sacerdotes católicos apostólicos romanos ¿Se puede considerar consecuente una religión cuyas autoridades penalizan la homosexualidad, pero dejan impune casos de abuso sexual contra menores?
Esto no es algo irrelevante. Discriminar tan gravemente a Sandra Pavez sienta un precedente judicial y social, mediante el cual se considerará permitido excluir de la enseñanza a todo profesor que no sea heterosexual. Si es así, debería también despedirse a cada gay que sea médico, abogado, ingeniero, periodista, arquitecto u obrero y de hacerlo, ciertamente Chile se quedaría sin fuerza laboral en ningún ámbito.
Nuestro país se jacta de estar en vías de desarrollo y sin embargo, en temas referentes a minorías sexuales, falta poco para reestablecer la inquisición que por cierto, mantuvo ese nombre hasta 1920, cuando lo cambió a Congregación para la Doctrina de la Fe, a la cual obviamente pertenece el Papa.
Si él avala la homofobia religiosa, significa que definitivamente los gays estamos condenados o bien, que tener fe en Dios es exclusivo de heterosexuales, aunque una de las bases dogmáticas sea “Todos somos hijos de Dios” y por otro lado, no olvidemos que algunos casos denunciados de pedofilia relacionan a sacerdotes con niños o jóvenes varones. ¿Qué ha hecho la Iglesia católica para acabar con ello?
No detallaré aquí aquel mito urbano sobre los múltiples abusos en seminarios, porque una opinión seria no debe basarse en rumores. Me remito a los hechos. Cuando la Iglesia condena la homosexualidad alude frecuentemente al episodio bíblico de Sodoma y Gomorra o la abierta penalización registrada por Pablo en su carta a los Romanos.
Sin embargo, para ser realmente objetivo debe analizarse el punto de vista bíblico según el contexto histórico y cultural, no cometiendo exégesis (entiéndase por interpretar un texto según el significado preconcebido que su lector le da) En Romanos 1: 24-27 por ejemplo, Pablo no condena la homosexualidad como tal, sino los actos sexuales opresivos que expresan la pasión romana egoísta, sea entre hombres y mujeres o entre congéneres con fines puramente placenteros y no procreativos, especialmente cuando son contra el prójimo entendiéndose los más débiles, esclavos y jóvenes.
Con respecto al caso de Sandra Pavez, la Iglesia debería analizar más detenidamente el pasaje de Romanos 1:26, donde supuestamente Pablo condena a las lesbianas. Ni el Antiguo ni el Nuevo Testamento o el Corán amonestan el erotismo entre mujeres. Este pasaje malinterpretado a partir de 400 d. de C. menciona que las romanas cambiaron sus prácticas sexuales por otras contra la naturaleza, pero se refiere a mantener relaciones anales con varones como método anticonceptivo… En ninguna cita menciona cambio de compañeros sexuales por compañeras, pero condena lo “inmundo” porque cualquier fluido corporal como sangre o semen depositado en el ano, hace que las personas estén “impuras” al momento de la adoración.
En toda la Biblia no hay ni una sola referencia restrictiva al lesbianismo. Las que figuran sobre sodomitas de la versión King James en Deuteronomio o 1 y 2 de Reyes son malas traducciones, igual que Reina-Valera, excepto en 2 de Reyes.
Si la Iglesia católica tomara en cuenta el Antiguo Testamento además del Nuevo, sabría que el castigo a Sodoma, Gomorra y otras cinco ciudades cercanas entre las que se hallaba Cebollón, se enmarca en un contexto histórico y no relatos aislados. Dios no condenó la homosexualidad, sino la inhospitalidad reprochando el sexo con ángeles, no entre hombres.
De repudiar abiertamente la homosexualidad, la Biblia no registraría los casos de David con Jonatan, Rut con Noemí y en particular Daniel, donde las relaciones gays se dan como parte del plan divino.
En cuanto al rey David, pocos saben que se enamoró tan profundamente de Jonatan, hijo de Saúl, que incluso se casó con él y puedo citar al profeta Samuel, quien narra hermosamente la historia de ambos jóvenes; menciona el pacto que David mantuvo hasta la muerte de Jonatan diciendo “… Jonatan juró una vez más a David por el gran amor que le tenía, pues le amaba como a su propia vida…” y añade que al fallecer éste junto a su padre, David compuso un lamento que luego fue enseñado a toda Judá y se encuentra en el Libro de los Justos; allí dice “¡Angustiado estoy por ti, Jonatan, hermano mío! ¡Con cuanta dulzura me trataste! Para mí tu cariño superó al amor de las mujeres”.
Si la condena al homosexualismo fuera firme y categórica, Jesús mismo se habría referido y ni siquiera reprochó cuando se encontró con un hombre que mantuviera relaciones gays.
Homosexuales y lesbianas que deseen encontrar guía espiritual en la Biblia, deberán ceñirse a las mismas exigencias morales que se requieren de heterosexuales. Esto es: amar a Dios con todo el corazón y toda el alma, mantener una actitud de oración y de reverencia hacia Dios, respetar a los demás, ser generosos, honestos, justos y mostrar amor, perdón y piedad para con los demás. Para saber si la Biblia aprueba su orientación sexual, sepan que ésta omite despreocupadamente cualquier objetividad sobre el tema.
¿Acaso Sandra Pavez no posee estas cualidades? Dudo que el arzobispado de San Bernardo tuviera esta razón cuando revocó su certificado de idoneidad. También parecen haber olvidado que a lo largo de la historia vaticana, ha habido papas corruptos, explotadores, lujuriosos, viciosos y asesinos… Basta recordar a los Borgia.
Excomúlguenme si quieren, pero considero que los sacerdotes homofóbicos son además de ignorantes por desconocer el contenido bíblico en su real contexto, unos hipócritas por ignorar que Jesús dijo en dos oportunidades: “A quien escandalice un niño, más le valiera no haber nacido” y “A quien escandalice un niño, más le valiera que le colocaran en el cuello una rueda de molino y lo echaran al fondo del mar”.

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Yahya. Carlos Flores A.
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