Todos los chilenos recordamos la épica hazaña que en Atenas 2004 convirtió a Fernando González y Nicolás Massú en la Dupla Dorada que, ya desde muchos años antes nos hizo soñar con grandes triunfos deportivos.
Por azares del destino, González debió conformarse con una medalla de bronce en singles. Sin embargo, tal como la mítica piedra filosofal que tanto buscaron los alquimistas durante la Edad Media, para transformar metales de poco valor en oro, el tenista chileno nos ha dado la esperanza de mutar aquel bronce en plata ganándole al estadounidense James Blake en los actuales juegos de Beijing.
En algo acertaron los antiguos alquimistas: hallar la piedra filosofal es imposible sin esfuerzo, paciencia e inteligencia, cualidades demostradas por el medallista chileno constantemente tanto en otros torneos como en la titánica contienda que sostuvo contra Blake.
Éste por supuesto dificultó la tarea a nuestro ídolo deportivo, truncando en cuatro oportunidades el cierre del partido. ¿Quién puede culparlo? Ganar en los Juegos Olímpicos sólo puede ser comparado con triunfar en un Grand Slam y ningún tenista dejaría pasar ese chance.
Al terminar el encuentro, González saludó al público, golpeándose el pecho con su puño, tal como Caio Julio César saludaba a sus legiones romanas luego de conquistar un nuevo territorio que ampliaba el Imperio.
Blake en tanto, frustrado acudía al juez de silla brasileño Carlos Bernaldes, a quien en numerosas ocasiones solicitó definición de punto por el ojo de águila.
Sin embargo, Fernando hizo un conmovesor gesto de sensibilidad, que conmovía: sentado en la banca, llevó las manos a su rostro para cubrir el llanto, admitiendo después que la tensión no le permitió dormir hasta las 5 de la madrugada. "Sé que en mi país hay gente que no lo pasa tan bien muchas veces, y darle esta pequeña alegría me hace sentir muy bien", dijo después.
¿"Pequeña alegría"? Por Dios... Eso es humildad expresada en el momento preciso para alegrar a quienes lo hemos seguido desde su juventud.
"Estoy feliz por mí, por la gente que trabaja conmigo, por mi país y por la gente que se dedica al deporte", declaró luego para repartir equitativamente los debidos reconocimientos a sus admiradores, la gente común, quienes siempre han estado a su lado y otros deportistas esforzados.
Para seguir su odisea hacia el podio olímpico, el próximo domingo González debe enfrentarse al español Rafael Nadal, quien venció al serbio Novak Djokovic por 6-4, 1-6 y 6-4.
Desde luego, el chileno recordó "haber alcanzado por primera vez una final individual en unos Juegos. En Atenas, la derrota de semifinales fue el peor día de mi carrera. Pero al día siguiente, cuando gané el bronce, fue el mejor", manifestó sobre aquel momento en que todos los dioses olímpicos en su propia tierra, le sonrieron.
La fortuna favorece al valiente y es de esperarse que en esta oportunidad, las deidades griegas confabulen con las chinas para premiar el inagotable trabajo de quien es sensible, afable y cariñoso..., pero dentro de la cancha se asemeja al más feroz espartano.
Mi historia personal con González.
Cuando Chile jugó contra Japón en la Copa Davis el año 2004, convencí a papá para ir hasta Viña del Mar y ver a Fernando -aún conservo fotografías-; una vez finalizado el partido, me escabullí hasta la conferencia de prensa con el propósito de presentarle mi proyecto para hacer un calendario, idea compartida con mi compañero de estudios y diseñador gráfico Hans Quiroz.
Teniendo al deportista a menos de dos metros, quise acercarme y una multitud de guardaespaldas se abalanzó sobre mí como si fuese un terrorista de Al-Qaeda. González amablemente los apartó y se acercó para saludarme.
Habiendo hablado antes con su padre y una de sus hermanas, gracias a que investigando conseguí los números telefónicos privados, sólo pude explicarle brevemente al joven atleta en qué consistía mi idea y le entregué anotado mi número. Sin embargo, jamás me llamó.
Tiempo después Hans me contó que había asistido al entrenamiento privado de González durante su estadía en Chile. Éste supuestamente le obsequió una raqueta y compartió con él una tarde entera, sin que mi compañero le mencionara una palabra del proyecto.
Ya ven. Hans sin gastar grandes cantidades de dinero, compartió con Fernando y hasta tuvo una raqueta. Yo en cambio, invertí tiempo además de una considerable suma comprando las entradas y viajando a Viña del Mar, pero sólo me traje un amable saludo suyo. Cosas que pasan pero ahora, mis probabilidades de encontrarlo son comparables a las que tiene la NASA de encontrar vida en Marte.
Por azares del destino, González debió conformarse con una medalla de bronce en singles. Sin embargo, tal como la mítica piedra filosofal que tanto buscaron los alquimistas durante la Edad Media, para transformar metales de poco valor en oro, el tenista chileno nos ha dado la esperanza de mutar aquel bronce en plata ganándole al estadounidense James Blake en los actuales juegos de Beijing.
En algo acertaron los antiguos alquimistas: hallar la piedra filosofal es imposible sin esfuerzo, paciencia e inteligencia, cualidades demostradas por el medallista chileno constantemente tanto en otros torneos como en la titánica contienda que sostuvo contra Blake.
Éste por supuesto dificultó la tarea a nuestro ídolo deportivo, truncando en cuatro oportunidades el cierre del partido. ¿Quién puede culparlo? Ganar en los Juegos Olímpicos sólo puede ser comparado con triunfar en un Grand Slam y ningún tenista dejaría pasar ese chance.
Al terminar el encuentro, González saludó al público, golpeándose el pecho con su puño, tal como Caio Julio César saludaba a sus legiones romanas luego de conquistar un nuevo territorio que ampliaba el Imperio.
Blake en tanto, frustrado acudía al juez de silla brasileño Carlos Bernaldes, a quien en numerosas ocasiones solicitó definición de punto por el ojo de águila.
Sin embargo, Fernando hizo un conmovesor gesto de sensibilidad, que conmovía: sentado en la banca, llevó las manos a su rostro para cubrir el llanto, admitiendo después que la tensión no le permitió dormir hasta las 5 de la madrugada. "Sé que en mi país hay gente que no lo pasa tan bien muchas veces, y darle esta pequeña alegría me hace sentir muy bien", dijo después.
¿"Pequeña alegría"? Por Dios... Eso es humildad expresada en el momento preciso para alegrar a quienes lo hemos seguido desde su juventud.
"Estoy feliz por mí, por la gente que trabaja conmigo, por mi país y por la gente que se dedica al deporte", declaró luego para repartir equitativamente los debidos reconocimientos a sus admiradores, la gente común, quienes siempre han estado a su lado y otros deportistas esforzados.
Para seguir su odisea hacia el podio olímpico, el próximo domingo González debe enfrentarse al español Rafael Nadal, quien venció al serbio Novak Djokovic por 6-4, 1-6 y 6-4.
Desde luego, el chileno recordó "haber alcanzado por primera vez una final individual en unos Juegos. En Atenas, la derrota de semifinales fue el peor día de mi carrera. Pero al día siguiente, cuando gané el bronce, fue el mejor", manifestó sobre aquel momento en que todos los dioses olímpicos en su propia tierra, le sonrieron.
La fortuna favorece al valiente y es de esperarse que en esta oportunidad, las deidades griegas confabulen con las chinas para premiar el inagotable trabajo de quien es sensible, afable y cariñoso..., pero dentro de la cancha se asemeja al más feroz espartano.
Mi historia personal con González.
Cuando Chile jugó contra Japón en la Copa Davis el año 2004, convencí a papá para ir hasta Viña del Mar y ver a Fernando -aún conservo fotografías-; una vez finalizado el partido, me escabullí hasta la conferencia de prensa con el propósito de presentarle mi proyecto para hacer un calendario, idea compartida con mi compañero de estudios y diseñador gráfico Hans Quiroz.
Teniendo al deportista a menos de dos metros, quise acercarme y una multitud de guardaespaldas se abalanzó sobre mí como si fuese un terrorista de Al-Qaeda. González amablemente los apartó y se acercó para saludarme.
Habiendo hablado antes con su padre y una de sus hermanas, gracias a que investigando conseguí los números telefónicos privados, sólo pude explicarle brevemente al joven atleta en qué consistía mi idea y le entregué anotado mi número. Sin embargo, jamás me llamó.
Tiempo después Hans me contó que había asistido al entrenamiento privado de González durante su estadía en Chile. Éste supuestamente le obsequió una raqueta y compartió con él una tarde entera, sin que mi compañero le mencionara una palabra del proyecto.
Ya ven. Hans sin gastar grandes cantidades de dinero, compartió con Fernando y hasta tuvo una raqueta. Yo en cambio, invertí tiempo además de una considerable suma comprando las entradas y viajando a Viña del Mar, pero sólo me traje un amable saludo suyo. Cosas que pasan pero ahora, mis probabilidades de encontrarlo son comparables a las que tiene la NASA de encontrar vida en Marte.
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