Cuando digo que eres mi “imbécil favorito”, no quiero insultarte y es sólo por el comentario que escribiste en mi anterior artículo, titulado “Esta primavera espera amistad o lo que surja”. Sé que aclaramos el malentendido hablando por teléfono, pues al leer tu bronca sentí que por mi inconmensurable torpeza animal, me había ganado tu repudio. Sin embargo, lo que escribo ahora es en parte, para dejar un registro aclaratorio del artículo titulado “El Príncipe Azul se destiñe al primer lavado”. Lo creo absolutamente necesario, pues contigo no hay otra manera de relacionarse, excepto corresponder tu transparencia en cuanto me sea posible.
El título del artículo que tanto te molestó, es extraído de un pensamiento que tuvo por Facebook mi amiga argentina Veru Figue, que no alude en nada a tu supuesto traje de Príncipe Azul deslavado, sino al hecho de que este mítico personaje es inalcanzable, porque sólo se puede aspirar a conocer almas como la tuya, pero no un tipo vestido de azul montando un corcel blanco, que por lo demás me parecería surrealista.
Desde ahora debes tener siempre presente que no acostumbro elogiar falsamente, odio la zalamería y por lo tanto, cualquier halago que te dirija será completamente sincero, profundamente meditado y excelentemente fundamentado. Jamás he necesitado recurrir al cumplido fácil para ganar simpatía y en consecuencia, si digo por ejemplo que me pareces honesto, es porque casi nadie regresaría un teléfono móvil ajeno al encontrarlo en el piso de cierto taxi.
Compartimos el mayor don y la peor maldición que puede haber en los ámbitos comunicacionales, pues al escribir sobre una persona, ambos podemos hacerla sentir una divinidad o la más podrida mierda. Confieso que al leer tu enfado en el comentario de “El Príncipe Azul se destiñe al primer lavado”, por dos eternos segundos perdí el aliento y luego, corrí más rápido que un bombero a llamarte, temiendo haber abierto las puertas del infierno.
No está demás contarte que todas mis amistades han comenzado con una confusión y después han mejorado. Según veo, en aquel momento se solidifica y claro, nuestro caso no podía ser la excepción. Lo bueno es que aquellas relaciones de difícil inicio, han sido las mejores de mi vida. Concédeme que cualquier vínculo emocional no se da de la noche a la mañana, si hasta una madre debe esperar a su hijo. Con mayor razón nosotros que nos hemos visto personalmente sólo dos veces, y cuanto más sabemos uno del otro es gracias a medios como éste.
Para nada pretendo hacer de esto un drama, porque a veces me cueste entenderte, lo cual espero que se facilite con el tiempo, pues de verdad me gusta pasar tiempo contigo, escudriñando las experiencias comunes y descifrando las dispares.
Me parece incluso gracioso que en el poco tiempo de conocernos, ya estemos llenos de anécdotas para citar cuando tengamos ochenta años, tú dejes de leer el diario para preguntarme “¿Te acuerdas cuando nos conocimos y decías que yo era un Príncipe Azul que se desteñía al primer lavado?” y yo deje de tomar mi taza de té para responderte sonriendo “Es que uso anteojos desde que era púber”.
Sinceramente espero que si Dios me permite vivir hasta tan avanzada edad, me obsequie tu compañía, pues tendríamos muchos recuerdos borrosos para compartir. Estarán ahí aunque intentemos evitarlos, como las personas que eluden aquella imagen de un furtivo primer beso dado en el baño, apenas en esa reunión que se conocieron. Con nuestras actuales y futuras vivencias ocurrirá lo mismo, pues estarán ahí y el pasado es como un tatuaje.
Y así como a una de esas personas podría gustarle recordar el dulzor de aquel beso clandestino, cuyo significado varía según quien lo contemple, yo ciertamente disfrutaré rememorando cada broma o incluso, nuestros desencuentros.
Me parece injusto que me acuses de ser “un sordo que sólo escuchó las dos frases que quiso escuchar y no el contexto en el que fueron dichas o la historia que las enmarca”, pues me he escarbado en tu pasado según me lo has permitido, intentando ver nuestros paralelismos en lugar de tener lo que bien tendría en llamar “la típica reacción de vieja pechoña”, por demás detestable pero en otros particulares y que no vienen al caso, entendible.
También eres inexacto preguntándome “¿Qué sabes tú de mi o qué tanto me conoces como para ungirte de una importancia tal que supone que mi decisión de estar solo tiene que ver contigo en particular y no con mi pasado en general?”. Ésta bien pudo ser la frase más lapidaria de tu comentario.
Concédeme la licencia de sugerirte releer el artículo “El Príncipe Azul existe y yo lo conozco”, donde queda suficientemente claro que al menos, conozco parte de tu historia y hasta la comparto. Allí comentaste “Me has conmovido. Gracias, no me lo esperaba. Sr. L”. Modestia aparte, soy muy buen escritor y aún mejor lector, porque no me conformo con leer la historia sino que además, me esfuerzo por comprender las motivaciones de cada personaje en su proceder e incluso, intento ser empático.
Del mismo modo podría preguntarte si acaso leíste detenidamente “El Príncipe Azul se destiñe al primer lavado”. Por favor hazlo desprejuiciadamente; te darás cuenta de que en reiteradas ocasiones me refiero a los quince años de mi soledad, conociendo mucha gente pero sin tener pareja y sólo viendo la experiencia ajena, cual ente invisible desde un oscuro rincón.
Siendo justo y porque este artículo no es reprimenda sino una nota de desagravio para aminorar la ofensa que te proferí involuntariamente, te concedo que me llamaras egoísta y no me siento agredido. No quiero excusarme mediocremente, pero soy un tipo de veintiocho años inexperto, cuyo carácter novato bien podría ahuyentar amantes, pues me ven virginal e infantil y les asusta hacerme daño pero incluso, potenciales amistades se alejan, al creer que le estarán hablando de sexo a un niño burbuja.
En tu comentario me preguntas “¿Y no te parece un poco egoísta creer que tu sufrimiento es mayor que el de cualquiera?”, pero es otra inexactitud tuya, pues jamás he dicho eso y se debe más bien a la interpretación errada de tu rápida lectura, enojo y apresurada reacción. Aún así, tu interrogante tiene respuesta, pues tras una vida entera sin nadie quien me diga un “te amo”, he concluido que sufrir por la inexistencia de pareja es igual que hacerlo por la separación de ésta, ni más ni menos.
Me permito recordarte que de tu pluma salió la frase “Ahí lo entendí, yo no podía ser amigo de alguien que se burlaba de mi dolor”. Si te soy sincero, tu pregunta sobre mi sufrimiento, hizo que me fuera a negro y desde luego, me cuestioné sobre todas las ocasiones en que pasé las penas del infierno enamorándome de quien no me correspondía.
Si lees el artículo que te enfadó, pon atención cuando escribí “… si esta última persona especial sólo quiere amistad, no le daré nada más que el mejor amigo de su vida”. Eso es lo que te ofrezco: la mejor amistad que yo pueda dar… Ten presente que mis defectos saltan a la vista y tal vez, el peor de ellos sea la incontinencia verbal. Te ofrezco la más sincera disculpa por causarte tanta desazón y ser tan decepcionante al parecerte que hablabas con la muralla o un sordo.
Reconozco que he sido un verdadero estúpido al saber parte de tu historia y aún así, esperar más de lo que por ahora puedes dar. Por fin y de la peor manera, he entendido que no me rechazas, sino todo lo contrario, me acoges…, pero en general ahora tu única compañía, debería ser la soledad para “ordenar tus cajones” de la mejor manera.
Cabe mencionar que nuestras experiencias de vida son distintas en variados temas pero, repitiendo el mismo patrón de que uno ha experimentado lo que al otro le es ajeno. Por ello, jamás se me ocurriría siquiera subestimar tu dolor. Tengo siempre presente que no nacimos el día de conocernos.
Y en el caso hipotético de que nuestra relación diera para más que amistad o hermandad incluso, no estás listo y francamente yo tampoco… Hemos sufrido mucho cada uno por su lado. Sería como arriesgarse a saltar en benjuí, sin cordel.
Te propongo lo que inevitablemente deberás hacer: estar solo, esperar y ya el tiempo dirá. No hay que proponerse nada.
De la misma forma en que al dirigirme a ti, tengo una voz diciéndome “Recuerda que él tiene una historia”, te solicito leer mis artículos recordando que “La Pluma Dorada” es un blog donde intento plasmar historias con las cuales la gran mayoría de mis lectores pueda identificarse. Éste no es mi diario íntimo y por lo tanto, aunque ocasionalmente cite asuntos que tratemos, al hablar del Príncipe Azul, esa persona especial, parejas, amor, amistades o sexo, no siempre me estaré refiriendo a ti aunque te parezca.
Este blog no narra nuestra historia sino muchas, porque conozco una multitud, pero si ahora me doy la libertad de desnudar más mi alma e intimidad, es sólo porque en nuestro último encuentro, me sugeriste escribir cosas más personales y hablar menos del acontecer noticioso. De tu puño y letra cito “Cuidado con lo que deseas, puede hacerse realidad”.
Como amigo te puedo dar lo que quieras, pero sólo te pido que no seas Terminator en nuestra relación, que me recibas pleno como yo te he recibido, con todo cuanto quiera darte.
No tengo más para decir por ahora. Te pido que leas esto con cuidado, detenimiento y si no entendiste algo, reléelo o pregúntame. Es mi alma desnuda la que le muestro al mundo y no sólo a ti, considéralo. Mi mejor manera de disculparme es con esta extensa nota y una a pie de página.
Desde ahora, no me desesperaré tanto por un "te amo".
1 comentario:
Carlangas, el asunto para mi estaba sanjado desde nuestra conversacion telefonica. Esto era innecesario, pero se agradece. Perdon si fui un cretino.
Un abrazo
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