Estoy escribiendo esto sin acritud y aún, en contra de mi voluntad, porque en parte hay una voz en mi cabeza que me advierte "Ten cuidado en cómo dices las cosas, que siempre te muestras vulnerable", pero al mismo tiempo otra me dice "Debes vomitar lo que está en tu corazón, o se marchitará".
Hace unos días hablé nuevamente del Príncipe Azul, tema recurrente en este blog, ilusionado con un espejismo que se manifestó casi en la mitad del desierto de mi alma, donde no pude distinguir un norte, pero que no deja de ser bellamente tangible para quien dignamente pueda cobijarse en su pecho.
Hoy en cambio y luego de mucho meditarlo, nuevamente he concluido que el Príncipe Azul, al igual que muchas otras figuras provenientes de nuestro imaginario infantil, no es más que un mito creado en parte, para que las niñas se acostumbren a vivir en una sociedad machista y los niños, tengan el primer ejemplo del ideal romántico masculino.
Pero cuando el hombre que creíste la personificación de este personaje, te dice claramente "No quiero ser el Príncipe Azul para nadie y lo único que deseo es estar solo", es inevitable concluir que para alguien o tú mismo de algún modo, una esperanza se ha ido por el barranco con todo y carruaje incluido, lo cual me resulta una imagen bastante dantesca, como la muerte de Papá Noel o el conejo de Pascua. La inocencia se pierde un poco.
Enrique, Christian y otros amigos, que por cierto ya tienen una vida armada, me aconsejan no comer ansias por establecerme con alguien, tener planes y un proyecto de vida, pues según dicen, todo llega a su tiempo. Sin embargo, es fácil decirlo para quien cumplió dos o doce años emparejado y que además, no ha debido esperar quince a esa persona especial que parece inexistente.
Y me miro al espejo días después de mi última referencia al Príncipe Azul, viendo a un tipo de veintiocho años, abandonado a su suerte, irremediablemente condenado a estar solo para siempre, por quién sabe qué pecado cometido en esta vida o alguna anterior. Así, no puedo ser ni siquiera el sapo encantado de alguien.
Muchos me han dicho que al menos, he escrito un libro, pero la verdad es que eso lo hace cualquiera capaz de juntar las letras de modo coherente y con una buena historia.
Lo que yo pretendo va más allá, con una casa compartida por dos amantes que quieren pasar mucho tiempo juntos, abrazándose cada noche para despertar felices, conversando sobre lo ocurrido durante el día, riendo de alguna broma, comentando una película en horario prime, consolándose por alguna pérdida irreparable, cuidándose mutuamente cuando están enfermos, superando las adversidades y sobretodo, respetándose. ¿Por qué es tan difícil hallar a quien sostenga tu mano?
No es que me falten oportunidades, especialmente durante el último tiempo, pero vienen de sitios inesperados y es verdad, podría aceptar cualquier oferta para emanciparme, pero no se trata de eso sino más bien, de estar con esa persona especial que en muchos casos, está sobrevalorada, pues se trata de un ser humano común y silvestre como cualquier otro, del cual exaltamos determinada característica impulsados por el tiroteo de feromonas ocurrido en el primer encuentro y reafirmado con el intercambio de algunas impresiones comunes.
Cuando eso pasa, no puedes evitar pensar "Con esta persona podría pasar algo bonito, que merezca la pena" y luego, viene una declaración por parte del otro, que supera el dolor de una bala fatal, pues sin delicadeza te dice "Quiero que seamos sólo amigos" o bien, ante cualquier insinuación tuya, te rechaza diplomáticamente preguntando "¿Así llevaremos nuestra amistad?" y mata toda oportunidad.
Sí, es verdad eso de que tener un amigo, es tener un tesoro. Pero cuando eres como Roberto Carlos y tienes un millón, te cansa..., porque todas esas amistades fueron personas que a lo largo de quince años, quisiste conquistar y sólo te ofrecieron su amistad, pues el destino no quiso verte en su compañía.
Sólo después de algún tiempo, habiendo visto cómo es realmente esa persona especial, con sus defectos y cuando las feromonas iniciales tras haber saboreado sus besos, no surten el mismo efecto, puedes darte cuenta de que lo ocurrido fue mejor... Pero casi desearías haber vivido la experiencia, sólo por el placer de sentirte amado.
En mi caso y tras quince años de vivirlo, aceptar de buena gana la amistad cuando alguien no quiere algo más, es casi automático, porque puedes obligarle a amarte usando magia sexual, pero no debes transgredir el libre albedrío.
Estoy desolado realmente, pero es pasajero y si esta última persona especial sólo quiere amistad, no le daré nada más que el mejor amigo de su vida. Lo malo es que al ser tan consecuente, muy probablemente no cambiaré mi rumbo si algún día, por distante que esté, me pide algo más. A buen entendedor, pocas palabras y si necesita un amigo, tendrá casi un hermano, pero no un amante ocasional.
Dios sabe que cuido a mis amigos como si fuesen partes de mi propio cuerpo, los amo y estoy presente para ellos siempre que me necesiten. Por ello, aunque de momento sufra las penas del infierno cuando inevitablemente le vea con otro muy inferior a mí, haré la vista gorda hasta que pueda apreciarle como una criatura mortal, común y corriente, carente de esa ilusión que al principio yo mismo hice, como un castillo en las nubes.
Me gustaría, aunque suene cruel y sólo porque me resulta más sincero, que por una vez alguien que me gusta y no me corresponde, evitara decirme "No quiero tener nada con nadie" , pues es como la típica frase terminal de "No eres tú, soy yo", pero sin siquiera haber tenido la relación y en lugar de eso, me diera el golpe de "Carlos, no me gustas, no quiero tener nada romántico contigo", porque es casi mejor que la paliza de verle con cualquier imbécil tiempo después y darme cuenta por mis propios ojos de cuánto prefiere relacionarse con todos, menos conmigo, aunque le hagan sufrir hasta la muerte.
Podría recurrir a los más perdidos registros para conjurar a Anteros y solicitarle, que contra todas las leyes naturales me permitiera corregir cada error de mi pasado, para enamorar a quien yo desee. Sin embargo, no podría eludir a las moiras, diosas del destino que están eximidas de la voluntad olímpica.
Entonces, el destino se las arreglaría para ponerme en las mismas circunstancias actuales. Por lo tanto, es un despropósito quejarse cuando los acontecimientos no dependen de uno, y más si en principio la amistad de aquella persona especial, puede ser bien intencionada.
Sí, temo a su advertencia, pues cambia de amistades según varía el interés, y eso podría significar que tarde o temprano, sin importar mis aciertos, salga de su vida.
Aunque costó, me resigné a que en este mundillo los amores fuesen casuales, pero no quisiera caer en cuenta de que las amistades también podrían serlo. Creo que sólo me queda esperar el cumplimiento de los inmutables designios de Dios.
1 comentario:
Y no te parece un poco egoista creer que tu sufrimiento es masyor que el de cualquiera?
Que sabes tu de mi o que tanto me conoces como para ungirte de una importancia tal que supone que mi decicion de estar solo tiene que ver contigo en particular y no con mi pasado en general?
Tan decepcionante para mi, como para ti mi traje azul deslavado, es la sensacion de haber hablado a la muralla o a un sordo que solo escucho las dos frases que quiso escuchar y no el contexto en el que fueron dichas o la historia que las enmarca
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