Pasadas las 19 horas, recibí un comentario bastante hostil en una de mis entradas, firmada por un Anónimo. Como autor de este humilde blog, desde su inicio decidí moderar los comentarios, dado que trato temas para los cuales no todo lector tiene una opinión publicable.
Pueden acusarme de favorecer la censura en algunos casos, pero creo que si todo pudiese ser abiertamente dicho, no deberíamos temer ser discriminados y tampoco nos preocuparíamos por ofender a alguien.
Muchas veces me ha tocado borrar comentarios que agreden a mis lectores en general, y considero que es mi deber tener un filtro, pues si todo manifestación se publicara sin objeción, yo mismo estaría irrespetando a mis lectores por consentir dicha ofensa.
En un primer momento, publiqué ese comentario por considerarlo un ataque personal y no ver en esto una alusión a terceras personas. Sin embargo, lo he eliminado, porque se mencionaba directamente a un lector que alcanzó a ver esta manifestación.
Además, para defenderme de este comentarista que cobardemente se esconde en el anonimato, no requiero acudir a defensores externos o dar prueba explícita de sus dichos. Afortunadamente, este blog no está sujeto a la aprobación de lectores que opinen desde las sombras.
Por otro lado, como comunicador social y escritor, cuento con recursos lingüísticos de sobra para sostener el contenido de este soporte y defenderme a mí mismo.
Entre otros dichos de su nefasta intervención, Anónimo me vaticina una vejez solitaria por buscar permanentemente una pareja ideal inexistente. Ante esto, puedo decirle que no es necesario estar enamorado para pretender a alguien que merezca la pena o al menos, cumpla con los mínimos que uno espera de quien nos acompañe por el trayecto de la vida.
Además, me acusa de creer que todos están tan enamorados como yo. Es ingenuo pensar que todos están enamorados o peor aún, que yo poseo las reglas del correcto amar. Cada persona tiene su historia particular y quizá puedo darme la libertad literaria de compararla con la mía, a fin de acercarme al lector y no ser tan frío al escribir.
Con respecto a un punto específico del cual no entraré en detalles, pero estoy seguro de que Anónimo lo entenderá, puedo decirle que mis referencias a determinadas personas específicas son de su incumbencia sólo en cuanto se refiere a lo que yo desee compartir dentro del blog. Por lo tanto, a él no le corresponde opinar sobre mis relaciones familiares, amistosas, sociales o de cualquier índole hablando como si formara parte de este circulo, pues aquí se revelan episodios puntuales y no toda la realidad que implica cuanto yo considere mi vida privada, por obvias razones.
Ni siquiera podría opinar concienzudamente si hubiese leído todo el blog, cosa que dudo haya hecho por la ligereza de su análisis. Francamente, espero que su intención no haya sido intrigar o dañar a alguien, posiblemente yo.
Si su propósito fue quitarme el sueño, debe saber que su fracaso ha sido rotundo porque no forma parte de mi vida o al menos, lo ignoro, dado que esconder su identidad no fue la mejor estrategia. Este artículo es sólo para demostrarle que si algún día lo conozco personalmente, podría dejarlo sin argumentos.
Por último pero no menos importante, finalizó su comentario con una afirmación notoriamente homofóbica. Esa clase de intervenciones no se permite en este blog bajo ninguna circunstancia, puesto que entre los lectores se halla gente de toda clase, orientación, raza, religión, ideología y nación. Yo debo velar por todos ellos y no dar cabida a elementos nocivos.
Además, en la presentación del blog se advierte sobre el contenido y por lo tanto, el visitante que discrepe con las tendencias de los lectores frecuentes, tiene la opción de abandonar la página. Sin embargo, si decide quedarse debe tener altura de miras, intentar ser tolerante o al menos, reservarse los comentarios que pudieren resultar ofensivos para la mayoría. Se espera que el visitante y/o lector tenga criterio formado.
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