Tras casi un mes de distanciarnos el Sr. L y yo debido a lo ocurrido en casa de Juan Carlos y sin tener más que indiferencia, angustia, crueldad, castigo y dolor, anoche por fin me atreví a eliminarlo de mi Facebook en dos segundos, sin pensarlo demasiado.
Ya bastante tiempo lo había meditado y llegué a la conclusión de que si el Sr. L me tenía agregado a su Facebook, era sólo para torturarme psicológicamente, diciendo "Estoy aquí, pero no te pesco". Si tienes a alguien en tu Facebook pero no responde tus mensajes, borra todo cuanto pones en su muro, se olvida de ti completamente y ni siquiera responde tus llamadas, ¿de qué sirve estar en sus contactos?
Es increíble cómo por esta situación, escribir una página de mi nueva novela me toma tardes enteras. Sin embargo, escribirle un correo electrónico de cinco carillas al Sr. L reclamándole no haberme dado la cara para aclarar nuestros asuntos pendientes y ponerle en manifiesto mi calvario, me toma apenas media hora.
Al parecer, cuando hablo de mí en mis manuscritos, las letras fluyen o como decía una profesora de castellano, mis sentimientos "los vomito sin asco" sobre el papel. Ha de ser porque siempre he escrito un diario.
Lamentablemente no conservo el correo original, pues al enviarlo lo borré de inmediato. Pero básicamente es lo que escribí en mi mente este último mes:
- Mi amistad no es desechable. Siempre le hablé con la verdad y jamás lo engañé, contando él con mi presencia cada vez que me necesitaba.
- Los problemas deben resolverse hablando a la cara, con el pantalón bien puesto y como adultos. Si le escribí, fue sólo porque él no responde mis llamadas.
- Aquel sábado él insistió en que yo fuera a casa de Juan Carlos y después, me reclamó haber estado con alguien a quien me refiero mal. Y tengo mis razones.
- Estoy cansado de que en algunos aspectos, me discrimine notoriamente por ser minusválido y diabético. Yo no tengo la culpa de eso y me parece humillante.
Por otro lado, posiblemente esté resistiendo los deseos de escribirme o llamarme para decirme que dejemos este altercado atrás. Pero su orgullo habla más fuerte que el amistoso cariño.
No. Yo no soy Penélope para esperar veinte años a que decida si quiere resolver nuestro conflicto como un hombre adulto. Pero tampoco merezco el trato que me da... Al menos, no sin antes tener sus razones, hablar mirándonos las caras y tener derecho a réplica.
Un amigo es para mí una de las cosas más importantes y tengo muchos testimonios para confirmarlo, pero si el Sr. L espera que yo me corte las venas, no lo haré... Ya le ofrecí disculpas dos veces sin siquiera saber exactamente las razones, expliqué el estado y circunstancias en los cuales cometí mi parte del error, intenté acercarme a él muchas veces y hasta le escribí pidiendo que nos reuniéramos para sanear heridas. Nada de eso funcionó. No puedo hacer más.
Por otro lado, la culpa no la tiene el chancho sino quien le da afrecho. Hazte fama y échate a la cama.
Por si no se nota, ¡estoy herido y me duele!
Por si no se nota, ¡estoy herido y me duele!
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