Ya sé lo que quiero. Ignoro si lo supe hasta antes de hoy porque en honor a la verdad, pasé mucho tiempo embriagado con la ilusión de quien tarda porque nunca ha existido.
Pensé en cómo esta mañana estuve a punto de interpretar nuevamente mi mentira. No puedo culpar a otros por creer mis propias fantasías, guiándome con la brújula del instinto básico.
No quiero alguien que me ame con locura, porque el enamoramiento es tan efímero como falso en sus palabras. Lo que un día puede ser miel, al siguiente es cicuta.
Prefiero una persona capaz de respetarme plenamente, compartiendo conmigo más que su cama por única vez. Si a partir de eso, nace el amor verdadero o da para otra relación, sólo Dios dirá y con el tiempo sabré.
Sí, es agradable recostarse ocasionalmente en lecho ajeno por momentos. Sin embargo, me gustaría mucho más conversar gratamente entre las sábanas, sentir un abrazo cariñoso mientras la luna surca los cielos, saludar el amanecer juntos y saber que la persona no renegará de mí al día siguiente, porque seguirá queriéndome.
¿Es necesario amar para esto? No lo creo, aunque en el respeto hay amor, sin importar qué nombre le demos.
Eso deseo, sentirme querido, respetado pero no usado. Si ello me agradara, le daría otro nombre y cobraría caro por ello.
Ahora estoy seguro de tomar buenas decisiones, porque no me arrepentí después, como en ocasiones anteriores. No sufrí ni enfrenté la culpa de equivocarme. Esto va a mi lista de aciertos, pero en parte por oír buenos consejos y aprender de los tropiezos.
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