«Quien no conoce Estambul, no conoce el amor».

Yahya Kemal Beyatlı.

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Carlos Flores Arias – Yahya.

Escritor chileno.

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domingo, 19 de diciembre de 2010

Un toque de canela

Ayer por la tarde vi esta película que el Sr. L me prestó diciéndome que era turca, aunque en realidad sea griega. Realizada por el director y guionista Tassos Boulmetis en 2003, el título turco es "Baharatin tadi" aunque en You Tube tenga otras traducciones y sea más fácil hallarla por "Un toque de canela".
Creí que sería como "Mi gran boda griega", pues está catalogada como comedia y drama. Sin embargo, desde el principio comprobé que un constante sentimiento evocativo, venido quizás de dónde porque para mi desgracia aún no viajo a Turquía, se apoderaría de mi ánimo hasta el final.
Pudo ser por la genial superposición de tiempos y espacios que Boulmetis utiliza para narrar la vida de Fanis Iakovidis (Evelina Arapidou, Markos Osse, Odysseas Papaspiliopoulos y  Georges Corraface) o su imperecedero amor por la cocina, la astronomía y Saime (Gözde Akyildis y Basak Köklükaya). Aunque mi melancolía de algún modo podría atribuirse a aquella afinidad que siento por Turquía.
De hecho, el Sr. L me prestó esta película justamente pensando que me gustaría por los paisajes de Estambul, aunque tal vez ni siquiera haya imaginado que aún ahora, mientras escribo, tengo aquella sensación previa a la lágrima por escaparse.
Es que los propios personajes lloran y desnudan sus almas en tanto la trama es sazonada exquisitamente con los conflictos políticos existentes entre Grecia y Turquía durante parte del siglo XX, para dar un contexto al ingrediente principal.
Apenas terminé de verla escribí en mi Facebook «Si la sal le da sabor a las comidas, las lágrimas son saladas para darle sabor a la vida». Esta reflexión se me hizo muy patente en tres escenas: cuando Savvas Iakovidis (Ieroklis Michaelidis) le revela a su familia cómo podía evitar que fueran deportados y cuando Fanis se despide de su abuelo en la estación de trenes siendo niño y el hospital, ya adulto.
Pocas veces he visto una película que me deje algo o me haga sentir, pues ante la injustificada mofa familiar al verme llorar, prefiero esconder aquella sensibilidad modesta e incomprendida. Empero, de vez en cuando es bueno dejar a un lado las vacías comedias adolescentes, sobrecargada ciencia ficción o burdo heroísmo patriótico de acción estadounidense, para dejarse llevar por una historia humana que no pretende recurrir a lágrimas fáciles sino más bien, apela al sentimiento.
Creo que el Sr. L sabía hasta cierto punto qué reacción provocaría en mí esta historia y entiendo sus motivos para pedirme cuidársela como hueso de santo, pues si fuese mía, sólo se la prestaría a alguien en quien confiara mucho y para quien tuviese verdadero significado.
Quienes disfrutaron del amor culinario en "Como agua para chocolate", se enamoraron con el "Diario de una pasión" o apreciaron que "La vida es bella", no pueden dejar fuera del recetario cinematográfico "Un toque de canela".

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Yahya. Carlos Flores A.
Escritor chileno.