«Quien no conoce Estambul, no conoce el amor».

Yahya Kemal Beyatlı.

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Carlos Flores Arias – Yahya.

Escritor chileno.

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viernes, 21 de enero de 2011

No seas majadero

No hay caso. Ni por broma se le puede mencionar al Sr. L que me invite a Horcón, porque enseguida reacciona como un tonto grave y temeroso diciéndome "Carlos, una vez te expliqué por qué era difícil ir a Horcón contigo, no seas majadero con un tema más que conversado..." (faltas ortográficas corregidas).
En realidad, no lo conversamos sino que se impuso la idea de no poder viajar conmigo a la dichosa playa porque para llegar, había que caminar mucho con la silla de ruedas. Hasta ahí es entendible, aunque poco creíble porque según entiendo durante temporada alta se puede llegar en lancha (Ángel M. lo dijo en la segunda reunión del grupo).
¿Pero me lo tenía que decir en el muro de Facebook de otra persona? Él, que constantemente se siente humillado por alguna broma para mí inofensiva, no se mide al restregarme públicamente cuan difícil es hacer -sólo para él- algunas cosas conmigo por mi enfermedad. ¿No podía tomarlo como una broma o decirme lo mismo por mensaje privado? ¿En qué estaba pensando? Pues en nada.
Pensé bastante antes de escribir esto, especialmente porque prefiero ser juicioso al momento de exponer la discriminación. Pero qué coño... Estoy molesto, dolido, desilusionado porque me doy cuenta de que no importa cuánto tiempo transcurra, siempre habrá gente temerosa de hacer cosas conmigo. Además, si al Sr. L no le importó exponerme en un Facebook ajeno, tampoco debería molestarle leer esto, porque más encima protejo su identidad.
Me importa un soberano carajo ser considerado acomplejado. Es el hecho de sentirme excluido y expuesto (humillado) sin siquiera haberse atrevido a intentar primero las cosas, lo que me molesta.
Durante mi vida nadie me ha dado facilidades para lograr llegar hasta donde estoy y me acostumbré a esforzarme igual que el resto del mundo. Detesto cuando la gente se rinde antes de intentarlo porque es más fácil.
De todos modos, no habría podido ir porque mañana tengo programado el almuerzo con las chicas de Tarkan Fans Chile para organizar el viaje a Estambul. ¿Pero era necesario pararme los carros tan estúpidamente? ¿Qué sabe él lo que puede o no hacer conmigo, si ni siquiera lo intenta? ¿Qué idea tiene de cuáles y cuántos obstáculos he debido superar antes de conocerle e incluso después? ¿Se ha preguntado alguna vez a cuántos he debido demostrarles de lo que soy capaz sin ayuda?
Conozco por montones personas que pretenden obtener el máximo resultado con el mínimo esfuerzo, sin tener ninguna discapacidad.
Quienes leen este blog, saben que no uso groserías, pero por la mierda. ¿Hasta cuándo la puta silla de ruedas tendrá más importancia que yo? La verdadera discapacidad es no poder ver más allá del aparato o peor aún, creer que debe cuidárseme, vigilárseme... Hace muchos años aprendí a atarme los cordones del calzado solo y no necesito niñera.
No es por nada, pero a riesgo de sonar duro -y es que ahora soy yo el herido o molesto-, me parece que si bien en muchos momentos mi amistad con el Sr. L me llena de satisfacciones hasta el punto de descubrir que a un amigo puede amársele sobre sus defectos, en el aspecto específico de mi silla siempre tendremos encontrones.
Ahora me doy cuenta de que no ha superado sus miedos o al menos, no aquél que realmente importa. ¿Y qué tan iguales somos? Esa pregunta no me corresponde responderla. Tal vez ni siquiera pueda contestarse, porque sólo a él le compete superarlo.
Sin embargo, acostumbrado estoy a que en este mundo haya gente tan diversa como es posible. Extraño sería que siendo discriminado por tantas razones, me diera el lujo de rechazar a otros. Mientras Sr. L que me conoce desde hace prácticamente dos años teme ir conmigo a Horcón aún en automóvil porque el acceso es difícil -no imposible- o le molesta "cuidarme", Paulina que me conoce hace poco abordará conmigo un avión para ir hasta Estambul y está dispuesta a moverme por donde sea.
¡Carajo! Estambul es una ciudad eurasiática, con otro idioma, otra cultura, fundada sobre siete colinas y Paulina está dispuesta a ir conmigo no porque me tenga pena, sino por querer compartirme un sueño. ¡¿No es eso tener cojones?!
Me he paseado por casi todo el Litoral Central, la cordillera de Los Andes, La Serena, Mendoza, todo Santiago. Subí a lanchas, buses, taxis, automóviles y caballos. Voy a Horcón riéndome, pues hay varios caminos.
Les contaré algo -no acostumbro meter aquí a mi familia pero dado el caso, servirá para ilustrar-. Mamá no siempre tiene buena opinión de gente extraña, pero últimamente ha visto las actitudes del Sr. L o Paulina y ha llegado a pensar que Dios me pone buenas personas en el camino, incluso solidarias.
Después de leer el tan diplomático comentario del Sr. L, le respondí "Ok, ni por broma, fin del tema. Tonto grave" y me dice "¡Así me gusta!". O sea que encima de todo, lo toma como si no debiera ofenderme -quizás ni cuenta se dio, por no verme la cara-. Entonces le dije "Quédate con la última parte" (léase "Tonto grave").
Sus temores eran entendibles cuando apenas nos conocíamos, pero tras dos años, es su problema y no el mío. Jamás he esperado que la gente me acepte de buenas a primeras. Sin embargo, tampoco me presento como alguien con quien se deba tener cuidados especiales.
Soy realista y obviamente hay cosas que no puedo hacer, pero estamos en Chile, un país sin mayores adaptaciones para la gente minusválida. Aquí uno no puede pretender que todo sea fácil. Empero, tampoco me rindo sin previo intento y jamás he puesto mi discapacidad como excusa para evitar esforzarme.
¿Acaso todo tiene que ser siempre como a él le gusta? ¿Y dónde quedo yo? Aún recuerdo cuando dije que el Príncipe Azul se destiñe al primer lavado y se enojó a muerte porque yo no sabía nada de su sufrido pasado. Al parecer, él también opina desde la ignorancia sobre lo que puede o no hacer conmigo.
¿Y qué sería de él si -ni Dios así lo quiera- debiera usar silla de ruedas? ¿Se sentiría bien o entendería cuando alguien lo discriminara en cualquier aspecto? Uno debe decidir si la vida sigue o termina.
¿Acaso debo mudarme a un mundo de minusválidos para sentirme igual que los demás? No. Yo me siento bien conmigo mismo. ¿Qué debo esperar en el ámbito amoroso-sexual según ese criterio? Tal vez deba casarme con una inválida (término peyorativo) o mejor aún, una enfermera musculosa.
No sé. Tengo tanta rabia, tanto dolor. Hice todo para superar aquellas diferencias que él hace conmigo en distintas instancias, demostrarle que soy como cualquier individuo pero con una frase volvemos al punto de partida, como si en este tiempo el Sr. L no hubiese aprendido nada. Ahora tengo la mente en blanco y mi corazón debe rehabilitarse.
Ya que al Sr. L le gusta tanto "Sexo en la Ciudad", le recuerdo: Carrie Bradshaw aprendió que cuando se trata de relaciones, las palabras de Jack Berger son sólo eso. En relaciones de amistad, ruego a Dios que Sr. L no sea un Berger aunque para ser realista, veo difícil un cambio cuando sepa cómo me siento.

NOTA: Sr. L si lee esto, ni se moleste en exigirme explicaciones; usted sabe cuánto ha metido la pata. En lugar de enfadarse, supere sus miedos. Esto no se trata de ver quién tira más la cuerda. Deje de poner obstáculos, pues son más suyos que míos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

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Pauly dijo...

Carlos, nosotros todos somos imperfectos trata siempre de rescatar lo mejor de cada uno. Lamento profundamente lo de el señor L. A nadie en el mundo le gusta sentirse excluido, estoy segura de que Dios te el don que tienes, por que nos enseñas de todo un poco, y hoy nos enseñaste a como tratar en general a discapacitados físicos, creo que todos aprendimos.
Te quiero mucho

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Yahya. Carlos Flores A.
Escritor chileno.