Ya sé que no es mi primer comentario sobre este autor chileno, quien sin ánimo de ser yo un vulgar adulador, se ha convertido en uno de mis favoritos debido a su sedosa narración; ya les explicaré a qué me refiero. En 2009 esta obra publicada por el Grupo Editorial Norma para La otra orilla, vendió su primera edición de diez mil ejemplares en apenas una semana… Nada impresionante considerando la calidad narrativa del escritor, pero sin duda es mi primera meta profesional soñada.
Ahora no me centraré tanto en la historia que Pablo nos revela, pues quiero compartirles mi experiencia al leer ansioso las palabras de Amelia. Debo confesarles que demoré en tomar el libro tras comprarlo porque yo mismo estaba escribiendo mi segunda novela y no quería ser influenciado. Sin embargo, el mismo día del fatídico terremoto y tsunami -27 de febrero de 2010-, por fin a falta de computadora, internet y televisión superé mis propias expectativas devorando la apasionante crónica.
Me senté tranquilamente en el sofá de la sala, con la puerta abierta dejando entrar la luz del sol y una leve brisa refrescante que cantaba su silencio como si fuese cualquier día de verano. Poco a poco Amelia me habló apacible, confiándome las intimidades de su matrimonio con el crítico literario Ezequiel Barros y los pormenores que les condujeron a la separación.
De hecho, ella comienza su relato diciéndome que está separada y entonces, Simonetti astutamente me engancha para que en mi felina curiosidad, quiera descubrir por qué este matrimonio ha fracasado.
Este estilo narrativo se desliza cual seda sobre mi tiempo, porque Simonetti no agota con redundancias pero recurre a algo que realmente me seduce: la descripción del paisaje, situaciones y recuerdos, permitiendo que sus personajes sean completamente transparentes al confesarse sin hacerles verse culposos.
Me encanta esta entrega que, como en una especie de misiva o diario íntimo, le permite a Amelia adueñarse cómodamente del relato, entreteniéndonos sin ser ésta su primordial intención. Así, Simonetti la despoja de alguna mundana pedantería común cuando cualquiera comienza a revelar sus secretos. La protagonista no intenta justificarse buscando desesperada una disculpa del lector, sino sólo encarar hasta cierto punto las acciones cuyo resultado ocupa todo el texto, desde el mismísimo título.
No. Ésta no es una coincidencia ni tampoco algo premeditadamente morboso, aunque como lector, uno inevitablemente se siente atraído a investigar por qué esta novela se titula así. Claro, ya debería estar acostumbrado a que Pablo me haga enmudecer e incluso pausar la lectura para procesar los sucesos de sus obras. Si algún trabajo suyo no sorprendiera ni nos hiciera desear aún más, simplemente el autor sería otro. Con esto se ve cómo él emplea los recursos literarios cual hechicero usa magia.
A ratos, para satisfacer mi propia lívido literaria, me gusta imaginar que las historias de Simonetti no son del todo ficción y entonces, puedo entregarme por completo al placer de leerlo en cada palabra, reseña y recuerdo.
¿Cómo puede Pablo referirse a temas tan crudos y actuales sin caer en los trillados clichés grotescos? Pues no lo sé, pero me encanta leer esa casi terapéutica forma de abordar las relaciones afectivas que Amelia sostiene con su familia, ex marido e incluso amantes, mientras intenta hallar paz para determinar cómo llegó a ese punto tras estar trece años casada con un hombre que por diversas razones, pierde interés sexual.
En este punto, Pablo profundiza más, enseñándonos que Amelia quiere comprender la relación amorosa pero también busca su propia identidad. Tal vez las lectoras podrían encontrarse en esta novela; no por casualidad la primera edición se vendió ni bien fue publicada, porque el autor puso entre páginas un espejo donde todos podemos reflejarnos hasta niveles inquietantes.
Si bien la novela se desarrolla con cierto tono melancólico, podemos hallar rasgos nostálgicos que en lo personal incluso me hicieron sentir identificado, más aún a una mujer cuya vida guarde similitudes mayores. Lo malo de Pablo Simonetti es que sus lectores siempre esperamos más en un siguiente trabajo, porque nos tiene mimados. Lo bueno es que asombrosamente se supera a sí mismo.
¿Cómo no admirarlo o querer alcanzarlo, si este talentoso autor expone realidades sin humillar a sus personajes? Al contrario, ellos se ganan nuestro respeto con su franqueza y exaltada humanidad. En esta entrega, todo sentimiento reclama por derecho propio el título de tesoro.
1 comentario:
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