En 2008 Debolsillo nos entregó bajo la traducción hecha por Matuca Fernández de Villavicencio un best seller que quizás sea el más reconocido de los últimos tiempos por quienes seguimos la cultura pop. Me refiero a “Sex and the City”, obra escrita por la columnista del New York Observer y editora de Vogue, Candace Bushnell.
Indudablemente la mayoría de ustedes sabrá más detalles sobre la popular serie televisiva que tiempo después dio pie a dos películas donde Carrie era un modelo a seguir para muchas mujeres. Sin embargo, el libro es bastante más distinto y entrega una visión completamente nueva de los personajes, incluso presentándolos con otros nombres o características.
De hecho, me reconozco desilusionado porque al adquirirlo esperaba leer una de aquellas reflexivas aunque siempre superficiales columnas y en cambio, me encontré con entradas tan breves como las de un diario íntimo que bien pueden interpretarse cual crónica de la vida neoyorquina, vista para mi gusto desde una perspectiva pesimista y escéptica.
Me incomodó aquella forma de narrar al principio tan definitiva, planteando que en la Gran Manzana sólo puedes encontrar sexo casual pero no amor. Es una forma de plantear nuestra Edad Contemporánea como fría, insensible y emocionalmente enfermiza, porque sólo puedes esperar tener amigos o cerrar un buen negocio después del último orgasmo y en ese sentido, es casi otra forma de ejercer prostitución aunque nadie lo llame con su nombre.
La misma autora cuestiona por qué en Nueva York ya no se puede creer en el amor verdadero sin soltar inmediatamente un irónico comentario de impecable oportunismo. De verdad no me gustaría comprobar que en alguna medida, este libro tiene una base verídica, porque si sentimos tanta admiración por la serie, tal vez signifique que nos acostumbramos a globalizar aquel escepticismo romántico.
Personajes notoriamente elitistas, superficiales, problemáticos y emocionalmente confundidos o egoístas que sin embargo, están desarrollados consiguiendo molestarme como lector.
Es lo malo de comprarme un libro basándome en haber visto la serie televisiva, que luego de repetirse algunas veces, también acaba cansando. Supongo que mis expectativas superaban las doscientas sesenta y tres páginas. Había esperado al menos un ejemplar donde se leyeran capítulos más estructurados como un relato fluido, a modo de columnas semanales. Pero no. En cambio tengo serios cuestionamientos sobre hasta qué punto las relaciones amorosas reemplazaron el romance con pasajeros encuentros sexuales… Y ya no estoy hablando sólo del libro sino además, de cómo éste puede ser un reflejo social.
Pues sí. Puede ser un éxito en ventas y muchas lectoras quizás lo adquirirán esperando encontrar las mismas aventuras que Carrie tenía junto a sus amigas en la serie mientras frecuentaba restaurantes o compraba zapatos Manolo Blahnik. Sin embargo, encontrarán para mi gusto un universo donde se ven expuestas las miserias humanas, que tampoco es malo analizar.
De toda la obra apenas me gustaron dos detalles: que al principio se mencionara a Truman Capote y que al final Carrie hiciese un comentario sobre cómo las plantas crecen sólo con prestarles un poco de atención. En esa parte se encuentra cenando con Mr. Importante, pero su reflexión refiere más a las relaciones que a la jardinería.
Y es que con respecto a relaciones amorosas, no debería ser difícil sostenerlas. Resulta irrelevante si desayunamos en Tiffany’s o comemos tostadas; lo importante es saber hacer concesiones y dejar de lado el egoísmo. Como la propia Carrie dice, un amor debe cultivarse.
A fin de cuentas, si hacemos como ella buscando el amor donde no debemos o más bien, confundiendo este sentimiento con un patrón, seguramente también creeremos que Cupido nos ha abandonado y en tal caso, no importará si vivimos en Nueva York, Santiago o la Habana, pues cualquier ciudad nos parecerá fría.
Al margen de los vicios, las fiestas, el sexo y la frivolidad de una realidad descarnada, el libro no ofrece respuestas para mi gusto de cómo abordar satisfactoriamente una relación porque está lejos de considerarse autoayuda. Pero habiéndose planteado tantas interrogantes, habría pretendido leer más que sólo una sucesión de acontecimientos.
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