Aunque suene pedante decirlo, espero que estas palabras sean consideradas por todos mis lectores sin importar edad, sexo, raza, orientación política o sexual ni niguna otra distinción absurda, de aquéllas que solemos hacer cuando nos creemos superiores con base en nada.
Estaba reflexionando esta mañana sobre por qué la gran diferencia que hay entre vivir y sólo existir. Pues bien, lo primero implica más que respirar, comer o llevar una rutina. Significa tomar cada día sacándole máximo provecho, aunque sea haciendo actividades simples como ir en verano al Emporio La Rosa del Parque Forestal y comer un delicioso helado con sabor exótico mientras paseas entre los árboles. También decirle lo que sientes al ser amado, sin importar nada y echándote en el bolsillo un tonto orgullo o la inútil vergüenza. No se arrepientan más adelante por tener ocasión hoy y desaprovecharla postergándola para mañana. Ni siquiera estamos seguros de los siguientes cinco minutos.
Existir en cambio, es levantarse cada día sabiendo que cumplirás una rutina aburrida sin nada interesante. Ciertamente a nadie se le presentan aventuras si no tiene suficiente sagacidad para notarlas por el camino, porque a veces somos tan obstinados maldiciendo nuestra suerte que ni siquiera vemos las oportunidades pasar.
Hace algunos años conocí a mi amiga Luz y en nuestra primera charla me contó que viajaría a Estambul. Feliz por ella, le comenté que también me gustaría conocer aquella ciudad, cuando no tenía medios, tiempo ni posibilidad de viajar. Ella respondió «Si tienes fe, irás cuando menos te lo esperes. Con fe en Dios, todo se puede» y entonces pareció algo que diría mi querida abuelita. Sin embargo, aquí estoy preparando las maletas.
Y desde luego así es con todas las circunstancias. Algunas personas tristemente pasan toda su vida sin haber hecho nada importante. Se levantan cada mañana, desayunan, ven televisión, tejen, comen y vuelven a la cama. Están solas, habiendo desconocido el amor verdadero aunque sea de aquel no correspondido y lo único que les espera es una sobria lápida en alguna sombría sepultura que con el tiempo, nadie visitará porque los parientes más cercanos son sobrinos desapegados... Como quien tiene un tío en Granada, que ni es tío ni es nada.
Dios me libre de llegar a los cincuenta sin haber despertado grandes y arrebatadoras pasiones, amores intensos y verdaderos. No quiero tener hijos, eso está claro, pero sí el ardor del beso que como amante me pidan una vez tras otra incansablemente.
Ésta es la diferencia entre sólo pasar por este mundo sin pena ni gloria y vivir intensamente. No importa si me recuerdan como escritor, amigo o amante. Que al morir, digan de mí «Este hombre amó con la fuerza de las tormentas y respiró la vida hasta llenar los pulmones».
¿Y qué hay de los miedos? Algunos evitan decir un sincero «Te amo» por temor a ser rechazados, evadiendo el sufrimiento propio que antes hayan padecido o creyéndose incapaces de amar plenamente. Otros tantos ni siquiera se aventuran a admitir un sentimiento por miedo a ser vulnerables y usan siempre una máscara indiferente. Nunca sabrán cuan a la altura de las circunstancias pueden estar si no lo intentan con todas sus fuerzas.
¿Qué puedo decir del amor? No seré tan presumido pretendiendo definirlo, porque todos amamos en distintas intensidades. Empero, estén atentos para saber diferenciar entre deseo pasajero, atracción sexual y sentimiento verdadero. Jamás sean pedantes subestimando el amor que alguien les tenga, pues cada sufrimiento causado a otros regresa al causante. ¿De qué sirven los ojos si están cerrados?
Por experiencia sé que ya sea amorosa, amistosa o familiar, toda relación debe cultivarse. No crean inmortales a quienes aman porque en cualquier momento pueden partir y de nada sirve la culpa posterior por no haberles dicho cuánto les querían. Nunca crean asegurado o incondicional el amor de alguien, salvo sus propias madres.
¿Algo qué opinar sobre el sufrimiento? Siendo de lo que más he tenido, hablo con propiedad al decirles: es inútil paralizarse. Podemos perder una vida entera evitando el dolor e incluso, algunas personas le temen aun más que a la muerte. Pero frente a esto, hay dos opciones: seguir adelante para intentarlo nuevamente o quedarnos estancados en el agujero permanentemente. Esto último no es vida, pero algunos se dan cuenta demasiado tarde.
Para concluir esto no se necesita tener demasiada experiencia, ser muy viejo o sabio. Ni siquiera hace falta hablar o escribir bien.
No esperen al último día de sus vidas para sumar el resultado, pues podría ser cero. Más bien deténganse en el camino cada tanto, observando la cosecha que vayan dejando.
Todo lo que merece la pena implica valentía, compromiso y esfuerzo. Sin esto no conseguiremos nada y pasaremos por este mundo siendo infelices, solitarios, vacíos e insignificantes.
1 comentario:
Mi querido Carlitos
Me encanta tu sentida y plena reflexión la que comparto plenamente
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